viernes, noviembre 24, 2006

El spangenhelm (6): más allá del martillo

Ya he comentado en algún punto que es interesante dejar desmontada una sección del spangenhelm cuando te pones a remachar. Te facilita la existencia, ya que es más fácil de agarrar, ves lo que estás haciendo, y te permite martillear sin demasiados problemas cerca del vértice del yelmo.

En la foto podéis ver el casco a medio remachar, con la sección desmontada, y el juego de herramientas domésticas básicas. Si lo sé, pero es lo que tengo, ¿qué pasa? Si, a mi también me gustaría disponer de un taller perfectamente equipado con un buen banco de trabajo y una banqueta (¡Aaay, lo que daría a veces por una banqueta!), pero es el puñetero garaje, ¿qué queréis?.

Y claro, llega el momento en que hay que remachar la última sección. El borde inferior es fácil. Los primeros remaches, según vas subiendo, son fáciles. Hasta que te vas acercando al vértice, y empieza a ser imposible manejar el martillo ahí dentro.

En la imagen podéis ver a Calimero posando con el casco en dicho estado. Prácticamente todos los remaches que sujetan las piezas metálicas del casco están en su sitio, excepto los de la parte de arriba de la sección que da a la cámara, donde todavía hay hasta un par de tornillos para sujetarla en posición.

Para colocar esos últimos remaches, nos remontaremos al principio de los tiempos, cuando en el cielo brillaba un sol más cálido, y los insectos dominaban la Tierra.

Efectivamente, este verano os comenté la visita realizada a un desguace, donde conseguí (by the face, por cierto) un par de llaves de tuercas de las de cambiar la rueda del coche.

Con el mango de esas llaves, he fabricado una fabulosa herramienta para poder remachar allá donde no alcanza el martillo.

No hay más que cortar la llave para quedarse con un buen trozo de vara recta, y, a base de amoladora, redondearle el extremo que utilizarás para dar forma a los remaches.

En la foto podéis ver el cacharro en cuestión. Estoy seguro de que es un tipo de herramienta que ya está inventado, pero como yo no lo conozco, hasta que alguien me corrija la llamaré El Chisme de Remachar Inaccesibles.

Su efectividad aún está por demostrar. Espero bajar mañana a colocar los pocos remaches que me faltan, espero que no haya complicaciones. Me da cierto miedo que el Chisme de Remachar Inaccesibles sea de un metaloide más blando aún que los remaches y se aplane él, en lugar del remache. Ya os contaré.

viernes, noviembre 17, 2006

Bitácora de un remachado

Día D menos 3 (Miércoles)

Como cada mañana, me dirijo al garaje a pillar la moto para irme a trabajar. Como ya sabéis, tengo la moto en un segundo sótano, y es allí donde voy cuando tengo que liarme a sonoros martillazos, más que nada para que los vecinos no me denuncien.

- Jo, qué peste a disolvente hay en la escalera, deben haber estado haciendo algo con el elevador de las narices.

- ¡Leches! ¡Menuda gotera! Ha debido reventar una tubería, encima de ese coche está prácticamente lloviendo. ¡Menos mal que está al otro extremo que mis motos, que si no!


Día D menos 2 (Jueves)

El armero novato se dirige de nuevo a por su fiel montura

- Vaya, pues sigue apestando a disolvente. ¡Jooo, qué pedazo de charco dejó la gotera de ayer! ¡Está el coche empapado! Espera, espera... olor como a disolvente, una fuga de un líquido que no estoy seguro de que sea agua... ¡No, no puede ser! ¡Es imposible que sea gasoil de la caldera de la casa! Bueno, tampoco voy a meter el dedo para asegurarme, no vaya a haberse roto el desagüe de los retretes.


Día D menos 1 (Viernes)

El armero entra una hora antes los viernes, así que a la hora de ir al curro no se entera de nada. Pero a la vuelta...

- Joer, este pestazo es insoportable. En estas condiciones no voy a poder venir mañana a remachar el spangen. Y hace dos día de la gotera, y el líquido no se ha secado... vamos a pasar el dedo por el capó del coche... ¡agh! ¡es aceitoso! ¡Lo que reventó es el puñetero sistema de calefacción del edificio, esto es gasoil!

- ¡Andaaa! Un cartel en el portal avisando de que no funciona la calefacción. Más claro, agu... esteee, gasoil.


Día D (Sábado) 10:35

- Va, paso del gasoil, tengo ganas de darle caña al martillo, me voy a remachar de todas formas.

Y allá que sale el armero novato de casa, camino del garaje, con todo lo necesario para remachar el spangenhelm


Día D (Sábado) 10:39

Vuelve a salir de casa el armero novato, camino del garaje, esta vez si, con TODO lo necesario para remachar el spangenhelm


Día D (Sábado) 10:45

- Dios, qué peste a gasoil, no sé yo si esto ha sido una buena idea. En fin, vamos a montar el chiringuito y al lío, qué narices.


Día D (Sábado) 10:47

Chiringuito montado, ¡a poner remaches! He dejado fuera una de las cuatro secciones triangulares del spangen, para que entre luz para ver lo que estoy haciendo, y para llegar sin problemas a los remaches más cercanos al vértice del yelmo. Ya veremos cómo lo hago con la última sección (cruzaremos ese río cuando lleguemos a él)

¡Y a martillear alegre y escandalosamente: ding, ding, ding, ding, ding, ding!

- ¡Cómo apesta el gasoil, pardiez!


Día D (Sábado) 10:56

- ¡Otro remache listo! Es curioso, ya casi no noto el olor del gasoil. O esto se está despejando muy deprisa, o me estoy insensibilizando. En fin, sigamos

¡ding, ding, ding, ding, ding, ding!


Día D (Sábado) 11:05

- ¡Hola, vecino! ¿Todo bien? ¡Venga, hasta luego! (Joer, qué raro me ha mirado. ¿Es que nunca ha visto a nadie sentado en un aislante en el suelo de un garaje dando martillazos a un yelmo sobre un cacho de viga encima de un tocón de encina? ¡Ni que fuera algo tan infrecuente!) Bueno, menos mal que ya ni me entero de lo del gasoil.

¡ding, ding, ding, ding, ding, ding!


Día D (Sábado) 11:12

- He visto un movimiento por el rabillo del ojo. Ahora va a resultar que hay bichos en el garaje, menuda putada. Espero que haya sido una araña, con el asco que me dan las cucarachas. Es raro que sobreviva al gasoil, eso si.

¡ding, ding, ding, ding, ding, ding!


Día D (Sábado) 11:18

- ¡Lo estoy viendo perfectamente, y eso no es una araña! ¡Es un pequeño hombrecito de unos diez centímetros de altura, de color naranja, y, por algún motivo, lleva una gorra de Campsa! ¡El maldito se ha escondido detrás de la columna pero lo he visto perfectamente! En fin seguiré a lo mío.

¡ding, ding, ding, ding, ding, ding!


Día D (Sábado) 11:23

No sé si va a ser cosa del gasoil, pero esos pequeños duendecillos ya no se esconden. Están haciendo un corro alrededor del bote de grasa de cadena. ¡Eh, y ese pequeño cabrón se ha subido encima y me está haciendo un calvo! ¡Será capullo!

¡ding, ding, ding, clank, clank, clank!

- ¿"Clank"? ¿Cómo que "clank"? ¿Qué rayos ha pasad...? ¡Mierda! ¡He estado dando martillazos a casi un centrímetro de donde estaba el remache! ¡¡He abollado la chapa pulida a espejo!! ¡AAAAGHH!


Día D (Sábado) 11:32

- Qué vecino más raro, en lugar de caminar, se desliza a unos cinco centímetros del suelo. En fin, hay qué ser educado. ¡Buenos días, vecino, cuidado con los duendecillos naranjas!

¡ding, ding, ding, clank, ding, ding!


Día D (Sábado) 11:41

¡ding, clank, ding, clank, clank, ding!

- Bueno, creo que estoy cansado, lo cierto es que no doy una con el martillo. Va a ser cosa de volver a casa, porque además el diplodocus violeta con chistera que está pintado en la pared está contándome unos chistes malísimos. (Es curioso, juraría que ayer no estaba ahí)


Día D (Sábado) 11:53

- ¡Huy, qué curioso olor hay aquí fuera! Es como... como... ¡como una atmósfera con bajo contenido en gasoil! ¡Guau!


Día D (Sábado) 13:05

Hacía mucho que no lo hacía, pero esto se merece recuperar la sección de las

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Cosas que aprende un armero incipiente (12)

Sabed que los vapores de gasoil dejan resaca. ¡Ríase usted del garrafón! ¡Qué dolor de cabeza, madre!
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viernes, noviembre 10, 2006

Trabajando la chapa (5): Muchacho, hay que ser muy macho para machacar muchos remaches

Antes de seguir hablando del yelmo, y de cómo unir las diferentes piezas entre si, tendremos que aprender las técnicas básicas de requeridas para esa labor: colocar remaches.

A la hora de unir las partes que componen una pieza de armadura, hay varias posibilidades:

- Pegarlas con papel celo. Barato y rápido, pero un pelín endeble.

- Superglue. Es posible que funcione, al menos si crees lo que dicen los anuncios. Pero los recreacionistas montarían en cólera, claro; no es demasiado histórico. Y además corres el riesgo de pegarte los dedos entre si, y ya se sabe que eso no mola nada.

- Graparlas. Podría ser una posibilidad, pero aún no he encontrado una grapadora con suficiente mala leche.

- Atornillarlas entre si. Vale, nos estamos acercando, pero hay un inconveniente: los tornillos abultan mucho y resultan muy molestos. Además, si te golpean mucho la armadura y se pone a vibrar con los golpes (dooooiiiioooiioioinnnng!) los tornillos se acaban aflojando y se caen. Os lo digo yo, que tengo una Vespa y sé de lo que hablo.

(Y claro, los recreacionistas podrían tener algo que decir sobre una métrica cuatro y cómo lograrla con un martillo y un yunque)

- Coserlas. Pues no sé, lo decía de coña, pero hasta cierto punto podría tener sentido. He visto alguna armadura lamelar con las placas cosidas con anillas metálicas. Pero claro, eso tiene un uso limitado en según qué piezas.

- Remacharlas. ¡SI! Eso es, esa es la forma correcta de hacer las cosas. Pero... ¿cómo vamos a remacharlas exactamente?

Hoy en día puedes ir a cualquier ferretería, mercería o curtiduría y comprar un sinfín de tipos diferentes de remaches, e incluso las herramientas para colocarlos. Hay remachadoras que pueden incrustar un remache en una viga de hormigón, y remachadoras que fijan una hebilla de cinturón en cuestión de segundos. Hay remaches para madera, para metal, para cuero, para chapa... Todos ellos extremadamente modernos y eficientes, todos ellos fabulosos, rápidos y resistentes, todos ellos extremadamente anacrónicos en una pieza de armadura.

Hoy en día, hasta los más estrictos recreacionistas se han ablandado, y ya no se molestan ni siquiera en buscar vetas de pirita de la que extraer el hierro para sus remaches. En un mundo tan acomodaticio, es normal que la gente recurra a comprar los remaches que va a utilizar. ¡No sé dónde vamos a parar!

El caso es que es difícil comprar remaches con un aspecto medianamente histórico, de los que hay que colocar con esa sofisticada herramienta llamada (tomad nota) mar-ti-llo.

Existe una alternativa: comprar clavos de hierro y cortarles lo que sobra. No, no es ninguna broma, es una alternativa muy seria; el único problema es que la cabeza suele ser muy fea.

Contra todo pronóstico, yo encontré remaches de los de antaño en una ferretería de Fuencarral. Tuve que encargarlos, esperar un par de semanas, y pagarlos a precio de oro, pero mereció la pena

En la foto podéis ver los remaches en cuestión, el cuerpo del remache es de 4mm de diámetro y la cabeza redondeada es de lo más chula. Claro, que viene un tanto mate y es conveniente darle una pulidita antes de montarlo en una pieza pulida. Eso es fácil, tiras de uno de los pulimentos de la chapa y, sujetando con cuidado el remache con un alicate, le das una pasada por el disco de pulir.

¡Con mucho cuidado! ¡Y con gafas de protección! Ten en cuenta en qué dirección roza el disco con el remache, porque esa es la dirección en la que le imprimirá la aceleración que le hará salir disparado de tu control. Y te aseguro que te interesa que eso sea hacia abajo y lejos de ti, o de otros blancos vivos o valiosos. Porque son un proyectil muy, pero que muy preocupante.

Por cierto, en la foto de más arriba, el remache de la derecha está pulido, y el otro no. ¿A que se nota la diferencia?

OK, ya tenemos los remaches listos. ¿Ahora qué? Es curioso, pero incluso hay una web en la que un pollo cuenta, específicamente, cómo se coloca un remache. El tipo sabe mucho más que yo, y además tiene una puntería estupenda con el martillo. De hecho, habla de dónde dar los golpes con una precisión muy alejada de mis capacidades.

Resumiendo: se atraviesan un par de chapas con el remache. Se apoya la cabeza del remache en una superficie adecuada. Se agarra un martillo de bola. Se golpea el remache hasta que queda convenientemente aplastado.

En la foto de al lado podéis ver un remache en su estado original, y cómo queda después de una buena sesión de martillazos. Como podéis imaginar, si hay un par de chapas de hierro ahí en medio, lo que el martilleo ha unido, no lo va a separar el hombre sin herramientas especializadas.

Peroooo ¿cómo es eso de una superficie adecuada para colocar la cabeza del remache? Puedes intentarlo sobre un tocón de encina, pero acaba amortiguando la fuerza del martillazo. Lo adecuado es una superficie metálica en la que se haya taladrado una pequeña semiesfera adecuada al tamaño de la cabeza del remache.

Exacto, utilizamos un taladro, lo más parecido a un yunque que podamos encontrar, y un poquito de habilidad. Y preparamos el cacharro de al lado, al que, ya para nota, forras con un poco de cinta de carrocero para que no arañe la chapa que vayas a remachar.

El único misterio que queda es saber cual es el largo necesario para el remache. Por lo general, con que sobresalga de las chapas dos o tres milímetros, da más que de sobra para remachar. Si te pasas de largo, será casi imposible remacharlo bien, y todo el invento bailará y se moverá. Y en verdad os digo que dar con ese largo es lo más complicado de todo.

El caso es que cortas lo que sobra del remache, ya sea con unas tenazas o con una cizalla (yo uso la misma cizallita de cortar el alambre de la malla), colocas el remache, y te lías a martillazos hasta conseguir darle al remache una forma satisfactoria, que el remache quede perfectamente fijado, y que el conjunto no se menee en absoluto. ¡Ah! y hay que asegurarse de que no quede nada que sobresalga demasiado, al fin y al cabo, este el lado de la armadura que apunta hacia tu piel, y tu no quieres que haya cosas afiladas ahí, ¿verdad?

¡Y la verdad es que no tiene mucho más misterio! En la foto se puede ver cómo queda la parte de dentro de varios remaches del spangenhelm, con una estupenda forma de domo logrado a golpe de martillo. Esos ya no se mueven de ahí sin la intervención de un taladro, palabra.

¿Qué más hay que saber al respecto? Muy sencillo: que los martillazos hay que dárselos al remache. Porque, si no tienes cuidado, darás los martillazos al lado del remache. ¿Y qué hay al lado del remache? ¡SI! ¡La chapa que has estado horas y horas puliendo! ¡Y que se vuelve realmente deforme después de ¿cómo he logrado dar media docena de martillazos tan lejos? unos cuantos golpes desafortunados!

Y, para terminar, la respuesta a la pregunta que todos tenéis en mente: cinco. Si, cinco. Cinco son los minutos que un novato tarda (de media) en colocar un remache. Cinco minutos, cinco. Y mi spangen necesitará casi cien remaches. ¡Puf!

miércoles, noviembre 01, 2006

El spangenhelm (4): Todo brilla y me refleja

Retomemos la historia donde la habíamos dejado. Estábamos lijando las piezas del yelmo al 1200, tarea sin duda ardua y cansada.

Antes de seguir con el pulido, os voy a hacer partícipes de un oscuro secreto de las superficies lijadas al 1200. Un secreto inconfesable, y al alcance de muy pocos. Apenas unos contadísimos armeros a lo largo de la historia lo han conocido. La inmensa mayoría de los expertos en metalurgia son ajenos al mismo. Tan sólo algunos inciados hemos topado con él. Sed discretos y no divulguéis el

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Arcano de las superficies de hierro lijadas al 1200

Cuando tu perro babea sobre una superficie de hierro lijada al 1200, y no te das cuenta hasta aproximadamente una semana más tarde, la oxidación de la pieza no sale con un trapito. Ni con lija de 1200. Ni con lija de 600. Hay que volver a empezar desde el 400.
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(Podéis imaginar el alto precio que he tenido que pagar para alcanzar este nivel de revelación)


Una vez resuelto el pequeño percance con la fiel y excesivamente cotilla mascota, podemos seguir con el pulido.

Recientemente el maestro Eugenio me ha contado métodos alternativos (y mucho más descansados) de pulir hierro, ahorrando el tedioso lijado manual y llegando a buenos resultados mediante el empleo de discos de sisal. Sin duda es lo que haré en la próxima pieza, si no lo he hecho en este yelmo ha sido por desconocimiento, no creáis que el método de este blog quedará mejor, ni nada por el estilo.

Porque el desconocimiento es la nota imperante cuando intentas averiguar cómo hacer un pulido realmente fino. Una vez sabes lo que buscas, hay todo tipo de herramientas y pulimentos, pero lo chungo es saber qué necesitas. A menos, claro, que tengas esta dirección que acabo de descubrir (to good hours, green sleeves)

Empecemos por la pasta de pulir. En la imagen podéis ver la pasta marrón y azul que conseguí en Leroy Merlín, junto con la herramienta que utilicé para aplicarlas. Porque la pasta de pulir es como los caramelos sugus: los colores marcan la diferencia. De hecho, en el mundo anglosajón parece haber una codificación de colores realmente increible para los pulimentos, pero aquí es complicado encontrarlos (Hay una tienda cerca de Atocha especializada en pulido, pero aún no la he visitado)

Incluso con los pulimentos de Leroy Merlín hay dudas. Se supone que el más gordo es el marrón, y el más fino el azul, aunque no lo pone más que en alguna publicidad de internet, y hay quien dice lo contrario... bueno, el caso es que al final queda bien en ese orden.

Pues lo dicho: pasadita con el marrón, y pasadita con el azul (no usar el mismo disco, que entonces contaminas la segunda pasada)

La técnica es sencilla: pones el disco a girar, y apoyas la pastilla en el disco para que se impregne bien. Lleva una especie de cera y se pega sin problemas (genial, la idea ésta de la cera). Luego vas pasando la pieza a pulir (ya sabéis, guantes al canto) Después quitas todos los asquerosos pegotes de cera que han pasado a la parte de atrás de la pieza, a tu calzado, al suelo (a quién se le ocurriría la mierda de idea de la cera)

Una vez bien pulidito queda muy mono, de todas formas yo le di un abrillantado final con un pulimento Titán de los que encuentras en cualquier droguería y un disco de algodón.

El resultado final salta a la vista. En la imagen de al lado tenéis la comparativa entre el lijado a 1200 (a la derecha) y el pulido a espejo (a la deslumbrante izquierda) Ese tipo increiblemente atractivo que se ve perfectamente reflejado en la pieza de la izquierda soy yo sacando la foto. Parece que la cosa merece la pena, ¿verdad?

Y así vas puliendo pieza a pieza hasta que terminas con todas las piezas del spangenhelm (que son varias)

En la imagen se aprecia el increible resultado, podéis ver hasta el ventilador del techo de mi salón. Las piezas han quedado realmente increibles, aunque tendríais que ver cómo ha quedado el suelo de la habitación donde trabajo a cuenta de la cera de las narices.

Y con esto (¡tachán, tachán!) hemos terminado de dar forma al hierro que formará nuestro casco. Pero eso no significa que hayamos terminado: aún nos falta remachar las piezas entre si, y ponerle el interior de cuero. Todo eso lo contaremos en próximas entregas, pero por el momento os dejo con esta impresionante imagen del casco, bien pulidito, y en modo hellraiser: