lunes, abril 30, 2007

Un martillo es la herramienta más simple del mundo. O tal vez no.

Hoy vamos a comentar en detalle el mecanismo interno de esa compleja máquina llamada martillo.

Un martillo se compone, por lo general, de dos piezas: la cabeza y el mango.

Tras siglos de estudio, la humanidad llegó a la conclusión de que la mejor forma de utilizar un martillo es, casi siempre, cuando el mango está unido a la cabeza por un extremo.

A la hora de hacer esta unión, nuestros ancestros descubrieron que las cabezas de martillo vienen con un agurero en el medio, y que encajar el mango ahí dentro daba mejor resultado que, pongamos, pegarlo con barro fresco en un lateral.

¡Pero cuidado! Hay que tener cuidado a la hora de insertar el mango en la cabeza.

Hay cabezas de martillo simétricas, como, por ejemplo, los martillos de mecánico. Aquí da igual el lado por el que insertes el mango, no puedes hacerlo al revés.

Pero también las hay asimétricas, como los martillos de carpintero. En estos casos, la cabeza de martillo tiene "arriba" y "abajo", y es necesario meter el mango por abajo; lo contrario no sería práctico, y además iría contra natura y probablemente sería pecado.

Un ejemplo adicional de martillos asimétricos serían, por ejemplo, los dos martillos antiguos comprados en ebay por el menda.

Aunque en esta foto no se aprecia demasiado, ambos tienen cierta curva hacia abajo, de forma que los golpes se den en el ángulo correcto.

De las dos partes que componen estos mecanismos de precisión, las cabezas son las más fáciles de restaurar, sólo hace falta quitarles el óxido y darles un ligero pulido.

Los mangos, en cambio, están inutilizables, y requieren ser sustituidos.

Imaginad la ferretería de la esquina, con un dependiente un tanto empanado.

Imaginad un armero novato y cojitranco que se acerca a comprar mangos para unos martillos de, posiblemente, tres cuartos de siglo, llevando en la mochila las cabezas de ambos martillos.

- Pues no tenemos mangos aquí, y además habría que limarlos para adaptarlos. Si quieres, déjame los martillos, y te los ponemos nosotros.

- Ah, qué bien, eso que me ahorro, pues vale.

Recogí los martillos un par de días más tarde, llegué a casa, los saqué, y... si, efectivamente. El ferretero se había perdido entre los misteriosos arcanos del mecanismo de uno de los martillos, y lo había montado al revés.

No quiero manejar jamás una sierra mecánica que haya arreglado este hombre.

¿No notáis nada raro en el martillo de la izquierda?

Y no habéis visto el ensamblado del martillo de la derecha.

Porque, a veces, los martillos llevan una tercera pieza, un elemento auxiliar llamado cuña. Y que consiste, básicamente, en, oh sorpresa, una cuña. Una vez has encajado el mango bien encajado, le clavas una cuña del tamaño adecuado, y eso ya no se mueve en años.

Bueno...

A menos hayas usado un mango demasiado pequeño, que insertes una cuña demasiado grande para compensarlo, que lo hagas longitudinalmente siguiendo la veta de la madera, y que por lo tanto rajes y abras por completo la madera del mango. Entonces, es cuestión de tiempo (de poco tiempo) que las grietas pasen al otro lado de la cabeza del martillo y afecten seriamente a su integridad.

Por supuesto, volví a la ferretería algo mosca. Lo del mango con la cuña pésimamente puesta lo voy a dejar correr, a lo mejor me da una sorpresa y dura para siempre. Pero el otro...

- Oye, me habéis puesto esto al revés, y no creo que el mango sirva ya de nada. Dadme otro, anda.

- Huy, pues tampoco tenemos ahora. Vuelve a dejarme el martillo.

Y yo, en un alarde de estúpida y esperanzada inocencia, cometí el error de dejárselo.

Y al día siguiente, habían extraído el mango, y lo habían vuelto a insertar -el mismo mango- por el lado correcto. Claro, el mango ya se había deformado siguiendo la forma de la cabeza por el otro lado, así que ahora tenía muchísimo swing. Vamos, que bailaba como un descosido.

- Niño, ya te dije que el mismo mango no iba a encajar bien. Anda, dame una cuña y una maceta y ya lo arreglo yo (-y ya de paso te enseño a poner una cuña, so torpe- pensé)

- Pues es que tampoco tenemos cuñas.

- Que tampoc... vale, déjalo tron, ya las busco por ahí.

La pregunta es ¿por qué pico una y otra vez en ir a la ferretería de la esquina, si siempre me hacen la culebra?

Bueno, adquirida una cuña adecuada en una ferretería buena (pero que está más lejos) el caso es que ya tengo unos nuevos viejos martillos prácticamente funcionales.

Y eso, a pesar de haber tenido que enfrentar al ferretero de la esquina a las complejidades técnico-mecánicas de estos intrincados y sofisticados aparatos.

Aunque aún les falta un poco de pulido en las cabezas, aquí os dejo el detalle de las cabezas de estas monadas.

En la foto de arriba, las cabezas de aplanar y de hundir.

Y en la foto de abajo, la cabeza que (creo) servirá para elevar, y una ligeramente convexa, que sirve lo mismo para un roto que para un descosido, aunque creo que sobre todo me servirá para desabollar.

Si, me habéis pillado. Las fotos son antes de poner bien el mango del martillo.

Y con esto lo dejamos hasta la próxima entrega, que creo que dedicaré a los pasos finales del segundo spangenhelm.

miércoles, abril 25, 2007

Los brazales de cuero (2): Pero qué cosa más macarra.

Una vez abandonadas (por ahora) las fatuas esperanzas de endurecer cuero, me voy a centrar en el trabajo con cuero normal. Pero vamos, como el cuero es de 2'5mm de espesor, es bastante durito de por si.

Veamos... los brazales son la pieza de armadura que cubre el antebrazo. Curiosamente, es una pieza muy habitual de ver suelta, sin más protecciones en el brazo. Esto es así por varios motivos:

- El antebrazo se usa con frecuencia para deflectar o parar el arma del contrario, y lo que pretendes es evitar el golpe de su espada, no sueles tener mucho interés en que te cercene el brazo.

- Los arqueros tienen muy claro que llevar expuesta la muy sensible cara interna del antebrazo que sostiene el arco no es una buena idea, sobre todo si disparas con prisas. ¡Ay!

- Queda de lo más chulo e intimida al enemigo.

Los brazales de cuero son básicamente un tubo que va de la muñeca al codo, y, a ser posible, resistente. ¿Sabéis las muñequeras de los heavys de los 80? Pues los brazales son lo que esas muñequeras querían ser cuando fueran mayores.

El patrón básico para unos brazales es un trapecio. La base más pequeña sería el diámetro de tu muñeca, y la base mayor, el diámetro de tu antebrazo justo antes del codo. ¡Ojo! el diámetro máximo se obtiene con el brazo completamente flexionado. Y la altura, por fin, sería la distancia entre la muñeca y el codo (con el brazo flexionado, y medido por la cara interna. Y quítale unos centímetros, que si no luego cuesta doblar el brazo)

Por supuesto, el diseño se puede complicar tanto como quieras. Es muy normal que el brazal se alargue por fuera protegiendo el codo. Yo me decidí por un diseño terminado en pico.

Para este tipo de brazal, el patrón no es más que un pentágono ligeramente irregular.

Si amplías la foto, verás las tiras que preparé como refuerzo y decoración del brazal. Estas tiras irán cosidas por encima, y os aseguro que le dan una rigidez extraordinaria.

Para cortar cuero de este grosor, yo utilizo unas tijeras de cortar chapa; me apaño con ellas mejor que con un cutter, y tengo menos posibilidades de rebanarme un dedo.

En mi incansable ansia por encontrar nuevas formas de estropear lo que estoy haciendo enfrentarme a nuevos desafíos, se me ocurrió decorarlo con un pirograbador. Afortunadamente, antes de hacerlo pedí consejo a gente que sabe más que yo, y me convencí de que lo suyo iba a ser repujar el cuero.

Efectivamente, no he repujado cuero en mi vida. ¿Y? Siempre hay una primera vez, ¿no?

Para repujar cuero, me hice con unos cuantos buriles para trabajar estaño que andaban por casa de mi madre. Los más prácticos han sido los de punta esférica y los que tienen forma de paleta, lo cierto es que sólo con el de paleta más grande lo podría haber hecho todo.

Tras varios experimentos, con diferentes grados de éxito, me di cuenta de que no era capaz de trabajar un cuero tan gordo desde atrás con un mínimo de eficacia, y que lo mejor iba a ser trabajar sólo la parte delantera del cuero.

Si véis la foto, eso se corresponde a la esquemática cabeza de dragón de abajo a la derecha.

Para hacer este tipo de repujado, lo primero es dibujar con lápiz sobre el cuero lo que vas a realizar. Luego hay que mojar el cuero, que, con este grosor, significa sumergirlo en agua un buen rato.

Lo siguiente es trazar el contorno del dibujo con un buril de punta esférica. Después, vas apretando el cuero de alrededor con el buril de paleta, cuya punta te sirve también para perfilar el dibujo.

En la foto podéis ver el resultado sobre uno de los brazales, así como los buriles utilizados para hacerlo.

Sí, es una macarrada de dragoncito. ¿Algún problema?

Después de repujar el dragoncito, para hacerlo más visible le di una pasada a todo el cuero con betún de judea, que le da un aspecto de lo más aparente. Acto seguido, frotas un poco el sobrerelieve con alcohol, y los bordes quedarán resaltados. Una alternativa sería aplicar el betún de judea con un pincel de forma que no pinte el relieve, pero creo que le daría un aspecto más artificial al invento.

Ya que estás con el betún de judea, aprovechas y se lo pasas a los cantos del cuero, y así quedan oscuros en lugar de llamativamente claros. Y a coser los refuerzos.

Suelta ahora mismo la caja de la costura de la abuela. No, no es lo mismo que coser una falda; y, desde luego, no se hace con las mismas herramientas. (A menos que tu abuela considerara la solidez a prueba de metal fundido como el principal atributo de sus faldas, claro)

Lo primero que te hace falta es saber por dónde vas a coser. Para eso, existe una herramienta de madera llamada reglador, que te permite marcar el cuero a una distancia uniforme del borde del mismo. En un alarde de despilfarro inédito en mi, me dió por comprarla, pero no es nada que no puedas fabricar tu mismo con un trozo de madera y una sierra.

Pasas el reglador por el borde del cuero que vas a coser, y, acto seguido, pasas una ruleta para marcar las puntadas.

Que no, idiota, deja en paz al crupier del casino. La ruleta es algo así como una espuela, la pasas sobre la línea que has marcado con el reglador y te marca las puntadas a intervalos regulares.

Vaale, vale; ni el reglador ni la ruleta son imprescindibles para coser cuero, pero ¿a que son un farde?

Lo realmente imprescindible son un par de agujas gordas, hilo encerado, y una lezna con la que hacer los agujeros.

¿Cómo que no sabes lo que es una lezna? Una lezna es un punzón empleado para coser cuero. Puede tener o no un agujerito con el que pasar un bucle de hilo, y puede ser redonda o de "punta de espada".

Por motivos que ignoro, las redondas se usan en zapatería y las de punta de espada en guarnicionería. ¿Por qué? Ni idea, ¿acaso no te he dicho que lo ignoro?

La lezna se utiliza atravesando el cuero a coser de parte a parte, siguiendo la guía marcada previamente por la ruleta. Cuando usas la lezna de punta de espada, la cosa tiene su arte, como podéis ver en la ilustración (gracias, Messer). Los agujeros, que tienen forma de rombo, deben hacerse oblicuos a la línea de la costura para lograr la máxima resistencia.

Por cierto, un apunte sobre las leznas y otros trastos. El cuero no es, al fin y al cabo, más que piel. Así que, por definición, cualquier herramienta pensada para cortar, perforar o marcar cuero con facilidad es capaz de cortar, perforar o marcar TU piel con la misma facilidad. Y esto es especialmente aplicable a las leznas y a los cutters, que no sólo pueden, sino que están deseando activamente clavarse en tus carnes.

Porque, en este caso, el guarnicionero novato es el único animal que tropieza dos veces en la misma lezna. Taladras una puntada, y ahí está tu dedo índice esperando a recibir la lezna con cariño y con una gotita de sangre. Taladras la siguiente puntada, y otra vez. Y así... Ni que decir tiene, que ahora mismo tengo el dedo índice de la mano izquierda como si me hubieran clavado una banderilla. Peazo carnicería.

Sé lo que estáis pensando y no, no cometí ese fallo. No taladré las piezas por separado. Antes de empezar a taladrar, pegué los refuerzos al brazal, y taladré las dos piezas a la vez para que los agujeros coincidieran.

¡Y a coser! Debo reconocer que el cosido en este cuero duele, sobre todo hasta que le pierdes el miedo a clavar la lezna hasta el fondo.

De nuevo, se avanza con dos agujas a la vez. Esta vez, el hilo se va cruzando arriba y abajo: cuando un cabo avanza por arriba, el otro avanza por abajo, y se cruzan en el siguiente agujero.

Si no has cosido así en la vida, empieza por probar con un retalito, porque al principio no te das cuenta de que la aguja debe introducirse siempre por el mismo vértice del rombo taladrado si quieres que la costura quede uniforme.

Y el resto es simple. Taladras con un sacabocados para poder poner la correa que hará de cierre de los brazales, colocas la correa, te los pones...

...y descubres lo mucho que duelen los condenados. Vale, son muy bonitos, pero se clavan en la piel a cada movimiento, y va ser necesario domarlos antes de poder llevarlos unas cuantas horas seguidas con comodidad.

Y eso me recuerda que hay una sección que tengo un tanto abandonada, y que debería recuperar:


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Control de daños

Estado general de salud: terminando con una baja médica, aunque por motivos ajenos a la armería y más bien relacionados con las cegatas que se saltan los ceda el paso cuando tú te acercas con tu moto y con tu preferencia.

Dedos: 9,75. La falange que recibió las repetidas atenciones de la lezna parece un colador, y además me parece que se está infectando un pelín.

Cejas: 2
Otras lesiones de interés:
1.-
Palma de la mano derecha entumecida y ligeramente inflamada. Esto es de empujar la lezna.
2.- Falta de coordinación en los dedos. Esto se debe al esfuerzo de empujar y de tirar de la aguja cuando ella decía que no pasaba y yo que sí que lo hacía. Ha sido el precio a pagar por la victoria.
3.- Rasponazos y magulladuras en ambas muñecas. No tiene que ver con la fabricación de los brazales, sino con llevarlos puestos un par de horas para ir empezando a domarlos. Esto va a doler.
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lunes, abril 23, 2007

Los brazales de cuero (1): Couir boulli 1 - Axil 0

Seguimos diversificando el universo de trabajo. Si no lo habéis hecho ya, pasaos por aquí y flipad con lo que se puede hacer con cuero y habilidad.

A un nivel mucho más modesto, yo me decidí a hacerme unos brazales de cuero. Y, como hace tiempo que le vengo dando vueltas a la idea, me planteé hacerlos, no de cuero normal, sino de cuero endurecido.

Después de mucho buscar y leer (y una referencia excelente sigue siendo, como siempre, la web de Arador) y, aún a sabiendas de que era la técnica con más posibilidades de fracaso, me decidí por intentar endurecer el cuero usando agua caliente.

En esta entrada del blog nos vamos a centrar en esta técnica, más adelante ya hablaremos en más detalle de los brazales.

El cuero endurecido tiene una cierta tradición en las armaduras, tanto en piezas de combate, como en armaduras completas pensadas para los combates a placer (con armas negras o de madera; y con el deportivo espíritu de romper huesos en lugar de cercenar miembros)

Para el que nunca haya estropeado una chupa de cuero bajo la lluvia, sabed que el cuero presenta una característica interesantísima: cuando está mojado es moldeable, y, una vez seco, conserva la forma que tenía cuando se secó. ¿O cómo te crees que están hechas, pongamos, las punteras de tus zapatos? Esta propiedad hace que el cuero fuera, hasta hace bien poco, un material equivalente al plástico actual.

Y eso no es todo. Hay formas de lograr que el cuero se endurezca, hasta conseguir que se vuelva durísimo, más parecido a la madera que a la piel. Y os lo digo yo, que una vez se me paró un coche de policía encima de la puntera de una bota de cuero, y, aparte de no poder sacar el pie, ni me enteré. Claro que, cuando yo me compro unas botas, no me ando con tonterías.

Hasta el momento, conozco tres métodos de endurecer cuero: agua caliente, cera, y engrudo.

La técnica de empapar el cuero con cera caliente la he desechado desde el principio. Fue suficiente con leer "cuidado con los vapores inflamables" para darme cuenta de que esa técnica no era para mi. Además, aunque se supone que el cuero así endurecido es muy adecuado para resistir golpes, teóricamente resiste menos el corte de un arma afilada que con las otras técnicas (aunque espero no encontrarme jamás en la tesitura de comprobarlo en mis carnes)

La técnica del engrudo aún la tengo que probar, consiste en aplicar engrudo al interior del cuero hasta que queda tan sólido como gustes. El engrudo se puede conseguir con harina o con cola, pero sospecho que la harina no es una buena idea en una pieza que vas a sudar, a menos que quieras un ataque terminal de caspa por todo el cuerpo.

Y, por fin, la técnica del agua caliente. Se supone que ésta es la técnica más histórica; de hecho, al cuero endurecido se le denominaba couir boulli, literalmente "cuero hervido" en francés.

Para endurecer cuero con agua caliente, todos los autores coinciden en que es importante conocer con exactitud la temperatura del agua. Para esto hay tres técnicas:

- Dejar que hierva. Entonces, está a 100 grados centígrados (vaaaaale, sólo si estamos al nivel del mar, pero nos entendemos) Casi todo el mundo está de acuerdo en que eso es demasiado caliente, y en que el cuero queda demasiado frágil.

- Meter el dedito. La temperatura idónea es "algo más caliente de lo que resulta soportable", así que esta prueba puede degenerar en una cierta cantidad de dolor, o en quemaduras de consideración. No mola, porque se ha inventado una cosa que se llama:

- El termómetro. Se supone que la temperatura correcta es de unos 80 grados centígrados; esto lo mide un termómetro de cocina sin problemas. No pongas un termómetro médico a esa temperatura, porque te resultaría muy complicado recoger el mercurio líquido del suelo una vez reviente.

Para hacer los brazales, el menda se hizo con un buen trozo de cuero de 2,5mm de espesor y con un termómetro de cocina.

- Eh, oiga ¿no le hace falta también una cazuela?
(Vaya por Dios, ya se me ha vuelto a colar en el blog el tipo este que escribe en azul. Voy a hacer como si no existiera)

Siguiendo las recomendaciones, me puse a experimentar con algunos retalitos del cuero, para comprobar tanto la dureza como el nivel de deformación del mismo. Corté varias tiras del mismo tamaño, y las sometí a distintos tratamientos.

Se supone que es importante que el cuero esté empapado antes de echarlo en el agua caliente, así el calor no afecta sólo a la superficie. Dejas las tiras a remojar mientras pones agua a 80 grados en una cazuela vieja

- Ah, vale, si que tienes una cazuela.
(Ni caso al tipo que escribe en azul)

Dejé tres tiras en el agua caliente durante, respectivamente, 45, 60 y 75 segundos. Les di forma sobre una botella y las dejé secar un día antes de hacerles pruebas. Por cierto, pierden una capilla superficial en el proceso; creo que eso no ocurriría si fuera curtido vegetal, pero es que eso no hay quien lo encuentre, al menos en Madrid.

Es asombroso el cambio de dimensiones de las tiras de cuero. Dependiendo del tiempo, encogieron respectivamente un 19, un 31 y un 34% de su longitud original.

Si, lo habéis entendido bien, en cosa de un minuto en agua a 80 grados, el cuero pierde un tercio de su longitud.

- Jo, pues si encoge tanto, hará falta una cazuela enorme para endurecer una pieza grande, ¿no?
(Pero qué tío más pesao, pasando de él)

Y, además, el cuero engorda. Respectivamente, un 8, un 76 y un 84%. Que sí, que sí; a los 75 segundos, un cuero de 2,5mm tenía un grosor de 4,6mm.

¿Y cómo queda de duro y resistente?

El cuero que sólo estuvo 45 segundo ni lo cuento, no quedó uniforme. Demasiado poco tiempo, no le dio tiempo a quedar entero por igual.

A las demás tiras las sometí a la prueba de apoyar diferentes pesos sobre ellas y a medir su deformación con un calibre. Al que le interese le puedo mandar las curvas con varios pesos y tiempos de cocción, pero la conclusión es clara: a más tiempo, más rígido.

En la prueba de la foto, la tira de los 75 segundos soportaba un peso de 5 kilos sin bajar más que un 15%, y un peso de 10 kilos no lograba aplastarla más de un 50%.

Las resistencia al corte da un resultado similar. Un golpe de cuchillo que corta de parte a parte el cuero crudo deja un cierto corte en el cuero a 45 y 60 segundos; y apenas un arañazo en el cuero a 75 segundos.

Y, por fin, la prueba de la tenacidad. Es lamentable, pero las tres tiras se pueden romper con los dedos sin más que retorcerlas. Me resultó algo más frágil la tira que estuvo 75 segundos, así que decidí que no era correcto aumentar los tiempos, y que lo ideal serían unos 70 segundos en agua a 80 grados.

- Jo, qué precisión. Le va a hacer falta una cazuela bien hermosa para que todo el cuero se caliente por igual
(Este sabiondo metomentodo me está poniendo de los nervios)

Pues parece que todo está calculado. Manos a la obra:

Empezamos preparando el patrón de los brazales, calculando que va a encoger un tercio. Por cierto, eso es mucho cuero.

Luego lo dejamos empapar en la bañera. Este paso requiere una pareja comprensiva, porque puede dejar un cierto cerco en la bañera, y eso no es bueno.

- Pues si para empaparlo te hace falta una bañera ¿dónde vas a calentarlo, macho?
(Joer, a ver si se pira ya este pesao)

Bueno, seguimos. Ponemos una cazuela grande al fuego y calentamos el agua hasta los ochenta grados. Sacamos el cuero de la bañera y lo metemos en la cazuel...

- ¡AAAAAGGGHH! ¡NO CABE!

- No, si ya se lo decía yo...

- Pero, pero, pero... a ver, espera; voy a doblarlo un poco para que entre... no, sigue sin entrar... ¡MIERD...! un segundo, si le doy la vuelta así... ¡LECHES, TAMPOCO! ¿y si lo pliego asá? ¡AAAAH! ¡NOOOO!... ¡¡NO SE ESTÁ CALENTANDO UNIFORMEMENTE!! A ver si haciendo ¡¡NOO, LA PARTE DOBLADA SE DEFORMA DE MANERA DISTINTA!! ¿¿QUÉ HAGO AHORA??

- Ya, ya, mucho reirse y mucho pasar del pollo que escribe en azul ¿y ahora qué me dice? ¿Eh?

- Que se calle, o que le eviscero otra vez, so pájaro de mal agüero; que no estoy de humor.

A ver, aunque la cosa no esté funcionando bien, vamos a intentarlo... se le da una pasada rápida por el grifo para no quemarte, se envuelve el brazo para que pille la forma... ¡COÑ... ES DEMASIADO GRANDE! ¡NO HA ENCOGIDO BIEN! ¿Y esto? ¡AAAAAAAAAGGHHHH! ¡LA PARTE QUE TOCABA LA CAZUELA SE HA CHURRUSCADO!

Bueno, que no cunda el pánico, si lo ponemos así y asao, tal vez aún pueda cortar lo que sobra y que el resto sirva de algo...

- Oye, cariño pon este trapo envolviendo esto, y esta goma elástica alrededor

- ¿No te has pasado con el tamaño? Esto es enorme, y además está medio quemado, y la textura es un poco rara ¿no? ¿Es normal que te de vuelta y media al brazo, y que te tape la mano?

- ¡Calla y envuelve!

- Vale, tu mismo...

- ¡Yo ya lo decía, yo ya lo decía, yo ya lo decía...!

A ver, no voy a poner fotos de este desastre. Si queréis haceros una idea, imaginad un salmón de buen tamaño que se haya metido en el circuito de refrigeración de una central nuclear, que después haya sido medio mordisqueado por un oso pardo, y luego se haya dejado pudrir en el fondo de una charca... vale, pues esto es peor. Sirva decir que, eso si, ahora tengo unos mártires de cuero estupendos.

OK, en la próxima entrada hablaremos de cómo hacer unos brazales con menos florituras.

- Si me escuchara de vez en cuando, obtendría otra cosa

- Y usted, ¿qué sabe lo que yo quería obtener?

- Pues, así a primera vista, más o menos 30 euros de cuero a medio cocer...

- Pues sí, ¿qué pasa? ¿algún problema?

- Nada, nada... pero, oiga... ¿los siguientes le van a quedar bien, o como siempre?

- A ver, un respeto. Mis brazales de cuero repujado (no endurecido) me están quedando guachis, ya los veréis en próximas entradas.

sábado, abril 14, 2007

¡Cuñaaaaaao!

Vale, lo reconozco: esta entrada la estoy haciendo básicamente porque me aburro un poco en casa (marditas muletas) y para demostrar que no soy la persona menos fotogénica de la blogosfera.

No, tampoco lo es Arant, aunque sin duda ha dejado el listón muy alto.

La persona menos fotogénica del universo mondo es, probablemente, mi cuñado Juan. Ampliad la foto, ampliadla...



Y, ahora que habéis visto las lamentables pintas de mi cuñado poniéndose mi primer spangenhelm con todos los aditamentos (otro más al que le cabe con cofia y almófar, leches, este cabezón mío no es normal) os voy a enseñar el otro motivo que justifica esta entrada. Y que no es otro que probar a subir un vídeo a Youtube y a enlazarlo desde el blog



¡Eh, lo he conseguido! ¡Y hasta lo he dejado centradito!

miércoles, abril 11, 2007

Algunas herramientas

No estaba muy seguro de a qué dedicar esta entrada, pero mi amigo que confía en el hierro me inspiró para hablar de las herramientas.

Hasta el momento he contado bastante sobre las herramientas que ha de fabricarse el propio armero novato, pero claro, eso deja fuera las herramientas que hay que... las que tienes que... me cuesta decirlo, lo conseguiré... herramientas por las que tienes que p... pag... pa... Las herramientas que tienes que comp... com.. Las que tienes que cambiar por diner...

...respirar...relajarse... Muy bien, lo diré crudamente: hay herramientas que tienes que comprar, pagando buen dinerito, acoquinando los monises, dando guita, soltando pasta gansa, largando el parné, poniendo la plata en la mesa, pela sobre pela y billete sobre billete, aligerando la bolsa, aportando los talegos...

Bueno, ya lo he dicho. Si, sé que es cruel, pero no queda más remedio. No todo va a ser rebuscar en la basura. Reconozcamoslo: al final, hay cosas que no se pueden conseguir gratis.

Este post va a estar dedicado a ese tipo de herramientas dolosas. Renuncio a intentar dar precios, porque no me acuerdo de ninguno, y no estoy encontrando gran cosa en internet

Algo que aprendes enseguida de una buena colección de herramientas es que no puedes tenerlas tiradas por el suelo sin más, y que vas a tener que organizarlas de alguna forma. A mi se me ocurrió colgar las herramientas de mano en la pared, tal como podéis ver en la siguiente ilustración:

1.- Bigotera. Es como un compás, pero con una rosca que regula su abertura, permite transportar una medida con precisión a la hora de, por ejemplo, colocar remaches de un casco a determinada distancia del borde. No es imprescindible, pero ayuda mucho.

2.- Calibre. También sirve para trasladar medidas, y, por supuesto, tomar medidas con precisión, pero no es en absoluto necesario.

3.- Sacabocados. Imprescindible si quieres hacer algo con un trozo de cuero, importante que sea bueno bueno fetén. Si quieres que dure diez veces más, utilízalo siempre con un martir de cuero para no destrozar el filo de las puntas. Viene muy bien, además si engordas o adelgazas mucho y tienes que adaptarte un cinturón.

4.- Alicates varios. Al menos dos pares, y sin holguras. Imprescindibles en montones de situaciones, desde doblar ese clavo hasta intentar usar el abrefácil de las latas de fabada.

5.- Un juego de llaves allen en pulgadas. No, no valen para nada en este caso, pero estaba hasta las narices de tenerlas bailando por casa y las colgué de la pared.

6.- Tijeras de cortar chapa. No son lo bastante grandes para cortar el hierro de 1,6mm que vengo utilizando, pero son maravillosas con el cuero de casi 4mm de los cinturones. Prescindibles.

7.- Cizallita knipex. Lo mejor desde el agua caliente. Han cortado todo el alambre de una loriga, de tres almófares, y de varios juguetitos; y aún así son las que he usado para cortar a la longitud correcta los remaches de 4mm de los dos yelmos. Son caras y difíciles de encontrar, pero merecen la pena, a mi me han gustado tanto que el sacabocados (3) me lo compré de la misma y carísima marca sólo por lo encantado que estoy con esta maravilla. No te metas a hacer malla sin unas de estas.

Si algún ejecutivo de knipex me está leyendo y quiere transferirme una importante bonificación en metálico por toda esta publicidad gratuita, estaré encantado de comunicarle mi número de cuenta en cuanto se ponga en contacto conmigo. También aceptaría un surtido de sus mejores herramientas, claro.

8.- Tijeras de aviación. También para cortar chapa, y también un experimento fallido con la chapa de hierro de 1,6mm. No hagáis caso de las medidas máximas que dicen en la publicidad, es posible que la tijera lo resista, pero desde luego no tus manos.

9.- Por ahora es un alicate barato, pero en breve será una herramienta de perforar anillas para hacer malla remachada. Al tiempo.

10.- Martillo de mecánico de (más o menos) cuarto de kilo, sin modificar. Lo empleé para remachar el primer yelmo, pero me pareció demasiado ligero. Aún así, es útil para remachar en sitios estrechos, como la punta de un yelmo.

11.- Dos pares de alicates de punta torcida, con los dientes limados. Son los que uso para cerrar anillas en la malla, imprescindibles para esa labor.

12.- Cortalambre. Mi primera herramienta para cortar alambre antes de hacerme con la knipex, ahora está modificado para poder cortar las anillas solapadas necesarias para la malla remachada. Algún día me pondré a ello.

13.- Martillo de chapista. Útil para aplanar chapa, pero no es imprescindible.

14.- Martillo de mecánico de (más o menos) medio kilo. La cabeza plana está ligeramente modificada para planificar chapa, y la cabeza redonda ha demostrado ser ideal para remachar. No salga sin él.

15.- Martillo de mecánico de (más o menos) cuarto de kilo, con ambas cabezas modificadas para hundir chapa en ángulos extremos. Algo ligero para la chapa que he usado hasta ahora, la verdad.

16.- Formón. Lo usé para ahuecar el tocón de hundir chapa, algún día lo volveré a afilar (la madera de encina venció en ese combate, y tiene una muesca bastante hermosa)

17.- Martillo de mecánico de poco más o menos un kilo, modificado como martillo de hundir. Imprescindible para trabajar chapa, al menos de este grosor.

18.- Punzón automático. Ya he hablado de él, no es imprescindible, pero es un ángel caído del cielo cuando quieres hacer taladros con cierta precisión.

19.- Martillo de carpintero. Estaba por casa y molestaba, así que fue a la pared.

20.- Sargentas. Una bendición de los dioses, son esa mano extra que tanta falta hace cuando ya tienes una herramienta en cada mano y la pieza a trabajar sujeta con los dientes.

21.- Maceta. Cuando quieres darle un golpe bien fuerte a algo (por ejemplo, para aplastar anillas que luego quieras remachar) necesitas una de estas.


El problema de colgar las herramientas de una tabla de la pared, es que esa tabla que, para variar, "recogiste" de la obra de al lado, no es lo bastante grande para todas tus herramientas. La lista continúa, y sigues con herramientas amontonadas por los rincones. Como por ejemplo las de la siguiente foto:

1.- Nunca tendrás suficientes mordazas.

2.- Lima triangular, gorda. No es imprescindible, pero ayuda si cortas piezas en ángulos obtusos y tienes que refinar el borde (véase el nasal del segundo spangenhelm).

3.- Limas planas, en diferentes granos. Una muy gorda para rebajar metal, y otra media para darle un cierto acabado.

4.- Maza de cabeza de nylon, un poco pesada. Permite torturar al hierro... esteee, darle golpes sin dejarle marcas.

5.- Rotuladores indelebles. Absolutamente imprescindibles cuando trabajas chapa, de verdad.

6.- Tijeras. No, no puedes usar siempre las tijeras de la cocina o las de costura. De verdad que quieres ir a una buena cuchillería y pedir unas tijeras muy muy buenas para trabajos pesados. Si le cuentas al tendero que van a ser las tijeras de la caja de herramientas y que no te importa que sean muy caras siempre que sean indestructibles, no te arrepentirás de la compra.

7.- Llaves de tuercas para poner y quitar los tornillos de la chapa. Yo uso una plana y una de vaso, creo que es la combinación más cómoda.

Vaya, se me ha olvidado una herramienta, y ahora me da pereza sacar otra foto. Imaginaosla:

8.- cinta métrica flexible. Otro artilugio necesario.


Hasta aquí la colección de herramientas manuales. Vamos ya a las eléctricas, que, aunque no son jamás imprescindibles, te van a ahorrar muuuchos dolores musculares y muuuuchas horas de trabajo.

1.- Taladro con selector de velocidad. Nunca te cansarás de él, un invento increible, merece la pena gastarse un dinerito y conseguir uno bueno. Te lo digo yo, hay un antes y un después de manejar un taladro de calidad. Sobre todo cuando tu antiguo taladro tenía el eje doblado.

2.- La innombrable y demoniaca radial del Averno, con un buen surtido de discos variados. Con una de éstas se puede hacer prácticamente todo lo que se te ocurra, como por ejemplo mutilarte inadvertidamente, cortar un armario ropero en dos sin querer, abrir una nueva ventana en la pared en un descuido... Una de las herramientas más prácticas y siniestramente peligrosas que puedas manejar, está diseñada para destruir todo lo que toca, y lo hace. Si algún día tienes que enfrentarte a un maníaco con una sierra mecánica, defiéndete con una de éstas. Es probable que sea más peligrosa.

3.- Juego de brocas variadas. Hay unas cuantas brocas predilectas que tendrás que ir reponiendo a buen ritmo, pero es interesante tener un poco de todo. Por cierto: las brocas buenas son caras. Las brocas baratuchas son... inútiles.

4.- Adaptador de discos de lijar para el taladro, y los correspondientes discos. O te haces con algo de esto, o ármate de paciencia para dar los acabados a la chapa.

5.- Soporte para el taladro. Combinado con todo lo anterior, este cacharro que permite fijar el taladro al bando de trabajo lo convierte en la herramienta definitiva para ayudar a lijar y pulir. También permite fijar la infernal radial, pero eso no es buena idea. Puede parecer que, estando atada, es menos peligrosa, pero te seducirá con su canto de sirena para que te acerques a ella, y eso será tu perdición.


Pero, ¿todavía seguís ahí leyendo este pestiñazo de enumeración de herramientas? Venga, ánimo, que ya acabamos.

1.- Sierra de calar. La he adoptado como herramienta para cortar chapa; hay alternativas, pero ésta está bastante bien.

2.- Amoladora de banco. Tampoco es que sea imprescindible, pero es una droga dura: una vez la has probado, ya no puedes vivir sin ella.

3.- Banco de trabajo. No, no puedes usar la mesita del salón, ni apañarte con una banqueta. Te lo puedes fabricar, eso sí, o hacerte con uno comercial. Esta monada es el más pequeño que venden en Leroy Merlyn, y es una gozada de estable. Incluso es plegable, algo muy interesante en un piso pequeño. Su único defecto es que, al ser tan ligero, puede resbalar un poco si haces fuerza de lado contra él (por ejemplo, al lijar)

Nunca os olvidéis del equipo de protección. Necesitáis unos guantes de trabajo sólidos, unas gafas de seguridad y, muy importante, mascarillas para no esnifaros cuarto y mitad de polvillo metálico cada vez que os ponéis a lijar.

Y os lo digo yo, que en la foto de al lado podéis ver cómo me dejo el careto después de una buena sesión de lijado. Cuando quieres dejar un acabado fino, tienes que ver bien los detalles de lo que estás haciendo. Eso te obliga a acercar las narices, y el resultado es que, como podéis apreciar, acabas hecho unos zorros. Y ríase usted de los exfoliantes y demás tratamientos faciales, una buena mascarilla férrica y una enérgica limpieza con agua y jabón, y te queda una piel de un tierno y rosadito...

La cara de bobo no es imprescindible, y como esa además es gratis, no es un tema a tratar en este blog. (¿Cómo puedo ser tan poco fotogénico? Yo no me veo con esa cara de idiota en el espejo)

¡Ding dong! Vaya llaman, a la puerta. Voy a ver quién es.

...

¡Resulta que era el cartero, que casualmente me trae un paquete con mis últimos juguetitos! Ahora sí que lo vais a flipar.

Mirad que par de monadas me he comprado en eBay. Dos martillos antiguos, me han costado ¡15 euros entre los dos! (más 6,50 de gastos de envío)

Dos fascinantes martillos de alrededor de medio kilo cada uno, que se vendían como pintoresco objeto decorativo, y que me voy a poner a pulir y cambiar mangos en cuanto termine de darle al botón de publicar.

El del mango más pequeño tiene ambas cabezas convexas, una sólo ligeramente, y la otra bastante pronunciada: puede ser un magnífico martillo de hundir chapa.

El otro, tiene una punta cruzada que creo que es lo ideal para elevar chapa (aún no lo he probado), y una cabeza plana cuadrada que puede ser estupenda para aplanar en bordes difíciles.

Si, ya lo sé, pero los vi y no pude resistirme, es un capricho tonto. Pero ¿a que molan?

jueves, abril 05, 2007

El segundo spangenhelm (8): Montando el yelmo con un par (de apriete)

Si, ya sé que dije que estaría un tiempo sin escribir porque me iba de vacaciones. Pero un estúpido esguince de tobillo, con guarnición de contusiones varias, me ha impedido ir a esquiar; así que mis muletas y yo aprovechamos para seguir con el blog.

Volvemos al tema del yelmo. Ya hemos dado forma a la chapa, ya la hemos planificado... es el momento de empezar a pensar en montarlo todo y ver qué tal va la cosa.

Lo primero que hay que hacer es taladrar los agujeros del marco a través de los que se remacharán las piezas.

Para eso, lo primero que hay que hacer es medir bien y marcar dónde van a ir todos los remaches, prestando especial atención a cómo remacharás en las esquinas para que los picos de los paneles triangulares queden bien fijos.

Lo segundo es volver a medirlo todo, y corregir los errores que has cometido midiendo la primera vez.

Después, habrá que hacer los taladros de una forma tan precisa como sea posible. Para hacerlo, yo he descubierto una herramienta fantástica, ya no puedo concebir hacer un taladro en una superficie dura sin ella. Es una especie de punzón automático (tiene un nombré más tésnico, pero lo he olvidado) Apoyas la punta en el punto en cuestión, aprietas un poco (se maneja con una sola mano) y un resorte hace rebotar la punta con fuerza, dejando una pequeña marca, justo lo suficiente para guiar una broca al principio del taladro.

Otro consejo interesante es emplear una broca un pelo más pequeña de lo necesario para los remaches. En esta fase, yo empleo una broca del 4, aunque los remaches van a necesitar una broca del 4,5. Esto sirve para dos cosas:

- para que al ampliar los agujeros con la broca definitiva desaparezcan casi todas las rebabas

- y porque todavía va a producirse cierta deformación del casco, y algún agujero va a tener que quedar un poco ovalado en algún momento. De esta forma, ese efecto desaparece con el taladrado definitivo.

Una vez has taladrado todo el marco, lo dejas bien fijado con tornillos y tuercas, procurando no arañarlo demasiado por fuera. Y ahora es cuando puedes ponerte con los triangulitos.

¡ESPERA! Que sepas que ésta es tu última oportunidad de ajustar un poco la forma del perímetro del casco para que encaje bien en tu cabeza (+cofia +almófar) Pasado este punto, empezamos a hablar de emplear el gato del coche, o de hacer realmente el bruto cuando los paneles ya están ajustados.

Por cierto, yo empleé la segunda opción (hacer el bruto) y conseguí unas agujetas muy curiosas.

En este punto, con los triángulos pueden pasar dos cosas. Que sean demasiado grandes y vaya a ser necesario rebajarlos un poco (eso es bueno) o que sean demasiado pequeños y no quede suficiente espacio para hacer los taladros (eso es malo, y además tenías que haberte dado cuenta hace tiempo).

- Espera, espera. También puede ser que hayan quedado justos, perfectamente recortados ¿no?
- No, eso no sucede. Por cierto, ¿sabéis todas las teorías sobre cómo diseñar los triangulitos? Olvidadlas, ¿vale? A ojímetro y que sobre. Y listo.

Es posible que haya que quitar algún tornillo del marco para colocar el panel en su sitio. Si os véis en esa tesitura... un momento no os lancéis. Quitad el tornillo, pero no taladréis todavía.

Lo que hay que hacer es sujetar cada triángulo en su sitio con un par de sargentas, y, a través de los agujeros, marcar todos los puntos con un rotulador, incluyendo los puntos donde no debería haber panel, porque sólo van los tornillos que sujetan el marco.

¡NO, QUIETO, SUELTA ESE TALADRO! Déjalo en la mesa, muy despacio, y pon las manos donde pueda verlas.

Asegúrate de que sobra bastante material por el borde para que el remachado quede fime. ¿Sí? Vale.

¿Ves los puntos donde has marcado los agujeros del marco a donde no debería llegar esta pieza? Vale, pues hay que cortar esa esquina, preferiblemente con algo que no deforme la pieza.

Si, exacto: la radial (engendro del demonio) Si hay que quitar mucho material, puedes usar un disco de cortar (aunque aviso de que se desgastan bastante en piezas ya formadas). Si es sólo algo cerca del borde, puedes usar un disco de desbastar en la radial (mutiladora implacable) o incluso una amoladora de banco. Eso sí, la amoladora, o al menos una lima, siempre te hará falta para eliminar las rebabas si usas una radial (infame desgarradora mecánica)

Una vez liberado ese espacio, vuelta a montar (y aprieta bien) los tornillos del marco, y vuelve a sujetar el panel en su sitio con las sargentas. Fíjate que los agujeros que marcaste coincidan (más o menos, tampoco tiene que ser a la décima de milímetro)

Y ahora es cuando haces un taladro. Sólo uno. Y siempre, a través del agujero que habías hecho antes en el marco.

Pasa un tornillo.

Apriétalo bien.

Ahora, taladra un agujero CONTIGUO.

Pasa otro tornillo, y apriétalo bien.

Y así, hasta que acabes con la pieza. De esta forma, el ultimo ajuste de la forma de la pieza, el que garantiza que todo encaje bien, se lo das sobre el mismo yelmo. Si empezaras, por ejemplo, por las esquinas, lo más probable es que quedaran huecos entre las piezas a media distancia.

Si todo ha salido bien, no podrás colocar el segundo triangulito, porque se solapará con el primero. El procedimiento es sencillo: marcas lo que sobra (en los dos) y lo eliminas por el mismo procedimiento de antes: o bien la radial (peligrosísimo y perverso cacharro) con el disco apropiado, o bien la amoladora.

Y así hasta que terminas de montar todo el invento. Bien apretadito, recuerda.

Si el yelmo está pensado para llevarlo con cofia y almófar, es posible que parezca algo grande a primera vista. Pero vamos, no es para asustarse.

Ahora. lo que hay que hacer es repasar bien todas las junturas. Si queda alguna holgura, hay que repasarla suavemente con un martillo, o casi mejor con una maza de nylon, para eliminarla.

Esto implicará quitar algunos tornillos, e incluso desmontar alguna pieza. No te preocupes, porque de hecho ahora vas a tener que desmontar el invento entero.

Con estos últimos repasos, algunos agujeros ya no estarán del todo bien alineados. De hecho, algún tornillo se resistirá bastante. Es ahora cuando tienes que repetir la operación de taladrado y apriete, esta vez con la broca definitiva.

Y ya casi hemos terminado de dar forma a la chapa. Sólo nos falta revisar que todos aquellos puntos en los que dos piezas deben quedar perfectamente al ras, están efectivamente al ras (¡Ja! ¡Ni de coña!) en mi caso los bordes del nasal y del marco. Y, si no lo están (que no lo estarán) trabajárselos un poco con una buena lima plana lo más basta posible hasta que te quedes a gusto. Por cierto, no lo he mencionado, pero el refuerzo del nasal que podéis ver en la foto también lleva un ratito de lija para ser perfectamente simétrico.

Y después de todo este curro, otra vez a desmontarlo todo para empezar el arduo proceso de lijado.

¡Ah! Se me olvidaba


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Vísteme despacio, que tengo prisa

Hasta el momento, llevábamos un total de 22 horas, que se quedan en 18,5 si descontamos el tiempo empleado inutilmente en artesanales callejones sin salida. A eso añadimos

- Medir y taladrar perímetro y marco: 2,25 horas
- Limar nasal y refuerzo para que queden simétricos: 1 hora
- Taladrar los paneles triangulares: 4 horas.
Si, hacer agujeros es lento. Sobre todo, cuando no se te da muy bien afilar brocas
- Rebajar bordes de los triángulos y nuevo montaje: 4 horas
- Repasar bordes para evitar holguras: 1 hora
- Taladro al 4,5 y apriete final: 2 horas

con lo que los nuevos acumulados son

TTL (Tiempo Total de Labor): 36,25 horas

CMOS
(Crono Menos Operaciones Superfluas): 32,75 horas

Empieza a asustar un poco, ¿no?
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