viernes, junio 29, 2007

Fabricando estacas y otras herramientas: hay que tener amigos hasta en el infierno, y uno de ellos debe ser fontanero.

Porque, sin duda, tener un amigo fontanero conlleva un sinnúmero de ventajas:

- Cuando necesitas dar un repaso a todos los radiadores de la casa, es algo absolutamente inestimable.

- Suelen disponer de una furgoneta, así que también vienen muy bien a la hora de hacer una mudanza. Aunque en mi última mudanza, entre Arant, Hirdan y mi amigo fontanero, consiguieron escamotearme un par de tarjetas de crédito que no han vuelto a aparecer. Menos mal que conozco bien a mis amigos, y las cancelé de inmediato.

- Y, este es el motivo que viene al caso en el blog, saben soldar; y además tienen equipo para hacerlo.

Mi amigo fontanero responde al nombre de Truvor, Truvor Khan, para ser exactos. En realidad, poco más de media docena de personas sabemos que responde a ese nombre (los mismos que, por ejemplo, responderíamos a los nombres de Arant, Hirdan, o, por los mismos motivos, Axil) Pero tu grita “¡Eh, Truvor Khan!” cuando vayas en un autobús petao de gente, y, seguro que, si está dentro, responderá.

Truvor, además, es una bellísima persona, desinteresado, y amigo de sus amigos. Incluso cuando sus amigos son unos capullos desagradecidos como un servidor.

¡Y no sólo eso! Truvor es, también, un dibujante de cierto talento. En el dibujo de aquí al lado podéis ver un autorretrato que se hizo hace ya algún tiempo. Bueno, ya se sabe que los buenos artistas siempre intentan mejorar un pelín al modelo, ¿no? (Doy fe de que ese hacha existe, porque se la regalamos los amigotes. Y el tamaño es correcto)

El caso es que, sabedor de sus habilidades soldaduriles, un buen día me dirigí a verle, con el espíritu henchido de gorroneo. Por supuesto, no sin antes llenar una mochila de materiales que había encontrado, sacado de la basura, robado y, en última instancia, comprado.

Tras haberle explicado en todo detalle lo que necesitaba, dándole extensas instrucciones durante no menos de tres minutos, me piré y le dejé con el marrón; a sabiendas de que no me decepcionaría.

Y, efectivamente, apenas una semana más tarde, las hábiles manos de Truvor habían convertido unos diez kilos de chatarra en valiosas herramientas armaduriles.

Porque, gracias a su ardua labor, ahora soy el orgulloso poseedor de cinco estacas y dos acuñadores.

No, las estacas no son para cazar vampiros. Y sí, Buffy tiene morbillo. Y ahora, si hemos acabado con los tópicos que todo el mundo suelta cuando les cuento lo de hacer estacas, podemos seguir con el tema, ¿no?

No mucha gente sabe lo que es una estaca en el contexto del armadureo y el trabajo de chapa. Una estaca es, básicamente, un polluelo de yunque que se fue volando y se posó en lo alto de un poste.

Si, como una cigüeña, pero a lo heavy metal.

Las estacas viven en estrecha simbiosis con los martillos de trabajar chapa y los soportes para estacas, que pueden ser desde agujeros en un tocón hasta estudiados soportes móviles; pasando por los clásicos huecos de los yunques (que son su ecosistema original, y sin duda, su sitio predilecto)

Ya os he dicho que las estacas son polluelos de yunque. Esta especie presenta un marcado dimorfismo entre crías y ejemplares maduros, ya que las estacas, por lo general, presentan todo tipo de formas pintorescas, muy alejadas de la del yunque adulto.

Eso sí, todas ellas tienen un antecesor común: el estacus estacus, también conocido como barra de hierro, en este caso, cuadrada y de 30x30mm. El estacus estacus crece en los almacenes de hierro, y los armeros pueden cazarlo en fragmentos de seis metros de longitud

Claro, por lo general te tienen que dividir estas enormes barras en trozos más pequeños para posibilitar su traslado al nido

Y luego, tendrás que tirar de radial para llegar a la longitud correcta. Las mías son de unos 40cm, siguiendo el sabio principio de que más vale que sobre, que para cortar más siempre estoy a tiempo.

Una de las variantes más comunes de la estaca es la estacus bolus remolcii. Sin duda, esta estaca ha evolucionado de la bola de remolque común, también conocida como bola de remolque sujeta en un tornillo de banco. Sus habilidades son las mismas que las de su antecesora, con la diferencia de que permite mucha más libertad de movimientos al armero del que depende su ecosistema.

Con la bola sujeta al tornillo de banco todo era mucho más difícil, e intentar elevar chapa era casi impensable. Con esta maravilla, en cambio, todo se simplifica considerablemente, sobre todo porque no hay que ir a recogerla cada vez que sale despedida del tornillo de banco.

Otra especie destacada es la tubus gordus ex palus, que procede del cruce de la estaca común con un trozo de tubo metálico encontrado en un contenedor cercano.

Esta estaca es tan extraordinariamente práctica, que apenas concibo cómo fui capaz de hacer los yelmos sin ella. En cuestión de minutos conseguí ajustar unas piezas de una hombrera que me estaban volviendo loco.

Al principio, no teníamos muy clara la forma soldar este tipo de estaca y que quedara sólida. Llegamos a barajar algunas ideas bastante peregrinas.

Sin embargo, maese Truvor tuvo a bien idear un mecanismo realmente sólido para resistir golpes, incluyendo taladrar el tubo y una concienzuda soldadura, por dentro y por fuera. Y es que lo que Truvor suelda, soldado queda.

Además, debo decir que dejó intacta la superficie exterior del tubo, lo cual es todo un detallazo, teniendo en cuenta lo que me había costado pulirlo un poco a partir de su lamentable estado original.

Existe una variedad de esta última estaca, conocida como tubus finus ex palus, que difiere de la anterior en el grosor del tubo. En este caso, el tubo fue robado de digo encontrado entre el material destinado al montaje un andamio cercano.

El proceso de montaje es exactamente el mismo que en el caso anterior.

La siguiente estaca que nos encontramos es de una variedad multiusos sumamente adaptable. Procedente de un soporte de bola de remolque, tiene un ángulo recto afilado, y una superficie curva de borde también muy marcado, espero que ideal para algunas cosillas que tengo en mente.

Sí, ya sé que tiene agujeros, pero la idea es emplearla por los bordes, no por el medio. El que quiera piezas de diseño perfecto que se vaya a un tornero, pero esto sale mucho, mucho, pero que mucho más barato.

Por último, y aún sin terminar, tenemos el estacus cortadus. Este tipo de estaca lo eché de menos con el segundo spangenhelm, me hubiera venido muy bien para afilar la cresta del nasal.

Este ejemplar aún no ha alcanzado su pleno desarrollo, todavía le hace falta un lijado y pulido de la superficie.

Antes de pasar a las otras herramientas que se curró Truvor, os voy a presentar los soportes para las estacas.

Podéis ver que me decanté por unos vulgares tocones de encina (el más alto es, por el otro lado, mi tocón de hundir)

Taladrar la encina a cierta profundidad y con un diámetro importante no es fácil, y las brocas tienen que ser sólidas. Al ser agujeros redondos, decidí redondear también un poco la base de las estacas para que encajaran un poco mejor. Un ratito de radial con disco de desbastar, y listo. Aún así, podéis ver en la foto una pinza de la ropa haciendo -innecesariamente- de cuña.

Porque si el agujero es profundo y la estaca encaja bien, después de unos cuantos martillazos va a quedar sólidamente clavada en el tocón, y te hace falta liarte a mazazos para sacarla. Lo sé, a mi me pasó el otro día. Tuve que subir a casa a por un mazo gordo para poder sacar la estaca.

Lo del tocón solo ligeramente taladrado y el tornillo de banco bien atornillado al tocón con tirafondos es un invento fantástico, por cierto. Fácil, cómodo y estable; nunca salga sin él.

Ya hablaremos más del uso de estacas cuando empecemos a tratar de las hombreras. Por ahora, os voy a presentar las otras herramientas que me ha soldado Truvor.

¿Os acordáis, hace ya tiempo, cuando os hablé de la malla remachada y de los acuñadores construidos con un buje de puerta? Bueno, pues mis escasos intentos de aplanar anillas con ellos hace ya casi un año terminaron por culpa de una premonición.

La premonición que tuve venía a decir: si sigo haciendo esto así, es sólo cuestión de tiempo que tenga que despegarme un dedo de la maza ayudándome con una espátula. Y ese tiempo se va a medir en minutos, más que en horas.

Sin embargo, gracias a un cacho vara de hierro que encontré por la calle (que sí, que es verdad, que éste no lo robé) ahora mis acuñadores tienen una larga y sólida asa, que me permitirá mantener los deditos lejos de los mazazos.

Y ahora, a ver si es verdad, y en la próxima entrega hablamos de las hombreras, que, poco a poco, van avanzando.

viernes, junio 22, 2007

Tercer interludio: el estado de la situación

Seguramente, mis fieles lectores estaban esperando alguna sangrienta descripción sobre dedos machacados a martillazos, cejas eliminadas en un torpe intento de normalizar hierro con un soplete, o chorretones de indeleble tinte para cuero por toda la cara.

A riesgo de decepcionarles, voy a hacer una tercera pausa en las historias armaduriles, y me voy a poner a divagar sobre lo divino y lo humano, sobre internet, e incluso sobre este mismo blog.

Porque este blog ha cumplido el mes pasado un año de vida, y, además, aprovechó la ocasión para superar las 10.000 visitas. Supongo que un porcentaje nada desdeñable de esas visitas son mías, para ver si alguien ha puesto nuevos comentarios (el correo automático de aviso no siempre funciona demasiado bien) o las diez o doce que suelo hacer cada vez que publico una entrada nueva; ya que el güisigüig (perdón, quería decir WYSIWYG) del editor no es nada fino; y además curiosamente sólo soy capaz de ver las -algunas de las- faltas de ortografía y errores tipográficos en el modo final, no en el editor.

¿Y qué tipo de gente visita este blog? Una gran mayoría de las entradas provienen del buscador de google, tanto de texto como de imágenes. La búsqueda más común por la que llegan a esta página suele ser sobre "cota de malla" o similares. A esta búsqueda le sigue de cerca (sobre todo por imágenes) la de "martillo de chapista" (no me explico por qué es tan popular) y, también muy de cerca, la búsqueda de fotos de las Supremes. ¿Que qué tienen que ver las Supremes con este blog? Pues que hice un chiste pésimo con ellas en mi primera entrada del spangenhelm, y enlacé una foto.

Pero no os creáis, que hay cosas más raras. Por citar algunos ejemplos sólo de las últimas cien visitas, hay gente que ha entrado en mi página buscando en google lo siguiente (sí, sé que está muy visto hacer esto, pero no lo puedo resistir):

- "Bordado winnie poo punto en cruz". Juro solemnemente que jamás he explicado cómo se hace eso. De hecho, me avergonzaría sobremanera reconocer que sé hacer eso (que no sé hacerlo, que quede claro desde ya)

- "Cómo dibujar un muro de ladrillo". Ah, pues sí, salgo en décima posición en esa búsqueda. ¿Qué demonios querría hacer el tío que buscó eso?

- "Gasoil contra cucaracha". No me gustaría estar en sus zapatos cuando explique a su compañía de seguros cómo empezó el incendio.

- "Cuanto cuestan los rodillos amasar". Supongo que poco, lo difícil puede ser encontrarlos.

- "Hacer una parábola en cartulina". Es verdad, se me olvidaba, "dibujar elipse por el método del jardinero" es otra de las búsquedas más frecuentes que llegan al blog. Lo de la parábola me ha sorprendido, el blog sale el tercero en esa búsqueda... y no menciono la palabra "parábola" en ningún momento.

Sí, ya, en todos los blogs se hacen entradas con estas historietas. La primera la vi en el blog de mi amigo que confía en el hierro, lo cual me lleva a comentar un hecho curioso. Hay por ahí una teoría de un tal Milgram, que dice que todo el mundo se conoce indirectamente entre sí ("conozco a un tío que tiene un vecino que conoce a fulanito") en menos de seis saltos.

Pues en la blogosfera esto parece cumplirse, porque el amigo que confía en el hierro mantiene una férrea relación (¡qué sutil juego de palabras!) con el cartesiano Supersantiego. Éste, a su vez, sostiene un estrecho cruce de comentarios interblogs con el Camarada Bakunin. El camarada, por su parte, suele incluir comentarios en el blog musical de mi amigo Duka, con lo cual el círculo se cierra. Más que nada, porque conozco a Duka desde hace bastante tiempo (¡joder, va para 18 años ya, cómo pasa el tiempo!) En una ocasión, hasta me cambió la camiseta en un examen de la facultad porque la mía me dió un súbito ataque de alergia (eso siempre une mucho)

Por cierto, los blogs del párrafo anterior son, en gran medida, los culpables de que haya bajado la frecuencia de publicación de entradas en el mío. ¿De dónde sacan tiempo para escribir tanto estos tipos? ¡Apenas me da tiempo a leerlos!

Y lo más bonito de todo es la cantidad de gente que conoces. Además de los intercambios de comentarios en el blog, he encontrado un montón de gente que me está ayudando enviándome todo tipo de información e ideas vía mail y hasta vía messenger. Confieso que lo del messenger me estresa un poco, pero lo cierto es que estoy aprendiendo muchísimo.

Dejándome a bastante gente en el tintero, tengo que mencionar a Messer, que parece coleccionar documentos acojonant... esteee, quería decir, valiosos incunables, sobre montones de cosas. El día que me decida a volver a empezar con una funda de espada, lo haré basándome en lo que me mandó. También merece una mención especial Said Redsnake, que me envió unos vídeos que me dejaron flipando en psicolores de su taller y su técnica con la chapa. Su página en internet no le hace justicia ni de lejos, el tío es un maestro en toda regla. Y, más recientemente, Duraglar, que me ha ayudado en todo lo relacionado con el cuero.

Y Harald, un gaditano de sólo 18 añitos que se atreve con la forja de damasquinado. Y Arann, un estudiante chileno de lo más polifacético. Y Felipe, y...

Es curioso, pero muchos de mis contactos actuales son sudamericanos. Curiosamente, según me dicen, en sudamérica lo de la recreación medieval no es que tenga muchos seguidores, así que supongo que no es que les entusiasme contactar conmigo por mi natural simpatía y mi arrollador carisma, sino que no les queda mucho más remedio en castellano. En fin, yo encantado.

Vamos, que estoy orgulloso de la cantidad de frikis amigos que me ayudan con sus aportaciones, comentarios, críticas... Incluso hecho en falta más comentarios, así que me voy a apropiar de una imagen de uno de los blogs que mencionaba antes para motivaros a dejar más comentarios en el futuro.

Y es que en internet se aprende mucho. Yo, por ejemplo, siempre he citado como referencia básica la web de Arador, sitio magistral donde estaban algunos de los mejores artículos que jamás he visto sobre armadureo. Bien, pues a lo largo de los últimos días, esta web estaba cerrada por "dominio caducado". Ya ha vuelto a su ser, pero, aún así, no os asustéis. Si un día desaparece, tiene su continuación aquí.

Y con esto y un bizcocho, damos por terminada esta entrada, que me ha quedado incluso un pelín cursi. Os prometo sangre, sudor y hierro para la próxima.

jueves, junio 14, 2007

Los segundos brazales de cuero (2): entre el teñir y el pintar

Pues si, el siguiente paso es conseguir un tinte adecuado para teñir el adorno de los brazales. Sin embargo, esta tarea intimida un poco, más que nada por el miedo al síndrome de la compra a la carta.

¿Cómo? ¿Que nunca has oído eso del "síndrome de la compra a la carta"? Claro, es normal, porque me lo acabo de inventar.

Vamos a ilustrar a qué me refiero con el siguiente ejemplo


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Edificante cuento de Inocencio Garcilópez y Bermenundio Tornapasas

Inocencio Garcilópez era un tipo normal, tal vez un puntín pánfilo, que un buen día decidió que tenía que comprar un quisicoso.

Y vosotros os preguntaréis, queridos niños, qué es eso de un quisicoso. Bueno, un quisicoso puede ser de todo. Podéis imaginar que es un electrodoméstico, una herramienta, un cacharro electrónico... pero vamos, podría ser cualquier otra cosa, como una jaula para hamsters, medio kilo de carne picada o un tinte para cuero. Pero, para lo que aquí nos interesa, vamos a hablar, en genérico, de un quisicoso.


Inocencio no es que fuera un experto quisicoseador. Había manejado algún quisicoso en el trabajo, pero sólo de una forma muy básica. El caso es que Inocencio llevaba tiempo dándole vueltas. Hasta su mujer le dijo un día:


- Inocencio, deberías comprar un quisicoso como el que tiene el vecino de enfrente, que es muy elegante y además queda muy moderno.

- No sé, chica, ¿tu estás segura? Es que eso de la quisicosería no lo controlo mucho, y no sé si le voy a sacar mucho partido...


- Que sí, hombre, que enseguida le pillarás el truco.


Así que, por fin, Inocencio se acercó a una tienda a comprar un quisicoso.
Y os preguntaréis, queridos niños, cómo es una tienda de quisicosos. Pues las hay de muchos tipos, pero ésta en particular era una tienda pequeña, algo polvorienta y un tanto oscura, tal vez; de esas que parece que antes han sido una mercería. Cuando Inocencio entró en la tienda, incluso sonó una anticuada campanilla cuando abrió la puerta. La tienda no era muy grande, y un mostrador de madera ocupaba toda la pared del fondo.

La tienda estaba desierta, excepto por el tendero.
El tendero de nuestra historia se llamaba Bermenundio, Bermenundio Tornapasas. Bermenundio estaba sentado tras el mostrador, en una esquina del mismo, hablando por teléfono. Cuando sonó la campanilla de la puerta, Bermenundio no levantó la vista, y siguió hablando por teléfono. Hablaba de fútbol, al parecer con un amigo.

- Si, una vergüenza lo del árbitro. Está claro que hubiéramos ganado, pero seguro que le habían pagado esos mamonazos del Calabrevas FC. Eso si ¿viste esa jugada de Zwyrifowsky? ¡Qué bueno! Si es que el tío es un crack, cómo burló a Chumbowf y...


Y así seguía Bermenundio comentando el último partido con un amigo. Un par de veces levantó la vista y dirigió a Inocencio una mirada inexpresiva, mientras seguia hablando.

Inocencio empezaba a cambiar su peso de un pie a otro, un tanto incómodo. Lo cierto, queridos niños, es que Inocencio estaba un poco molesto, porque él pensaba que había que ser amable con los demás, y, como esperaba que la gente fuera amable con los demás, creía que lo normal hubiera sido que Bermenundio dijera al auricular algo así como "Oye, te dejo, que tengo aquí un cliente, luego hablamos". Pero claro, como Inocencio pensaba que había que ser amable con los demás, tampoco iba a protestar, ni a decirle nada a Bermenundio . Y es que, queridos niños, ya os he dicho que Inocencio era un poco pánfilo.


Dos o tres minutos más tarde, Bermenundio terminó su conversación, y, por fin levantó la vista hacia Inocencio, mirándole como se mira algo que se te ha quedado pegado a la suela del zapato.


- Dígame ¿en qué puedo ayudarle?
Y es que Bermenundio siempre llamaba de usted a los clientes, y empleaba expresiones educadas con ellos. Así, aunque su tono de voz y su cara dijeran otra cosa, nunca podrían quejarse de que fuera un maleducado. Inocencio, esbozando una tímida sonrisa, dijo:

- Eeeh, sí, hola. Esto... yo quería un quisicoso, por favor.


- Sí, claro, ahora mismo. ¿Lo quiere retrovasal, optiamplio, o lupiforme?


Y vosotros os preguntaréis, queridos niños, qué significan esas palabras tan raras. Pues lo mismo se preguntaba Inocencio, que no las había oido antes en su vida. Inocencio pensaba que un quisicoso era... pues eso, un quisicoso. No sabía que hubiera de tantos tipos, ni en qué se diferenciaban.
Inocencio dudó durante un par de segundos, y entonces dijo:

- Pues... la verdad es que no estoy seguro. Es que no entiendo mucho de quisicosos, ¿sabe? ¿En qué se diferencian?

Bermenundio miró a Inocencio de arriba a abajo con una expresión de infinito asco, con una mueca que estaba diciendo "mira este inútil que no sabe lo que quiere, que no tiene ni idea de quisicosos, cómo me va a hacer perder el tiempo". Sin embargo, en los ojos de Bermenundio había un brillo especial... un brillo que... veréis niños, era un brillo... como el brillo de los ojos de un gato que acaba de ver un pajarillo herido, agitándose desesperadamente en el suelo.


- Los retrovasales son para tremolados ansostéricos. Si va a usar tremolados olifotos, se suelen emplear quisiscosos optiamplios, aunque claro, es cuestión de gustos. Y, por supuesto, los lupiformes sirven para ambas cosas, aunque claro, son bastante más caros.


El pobre Inocencio no había entendido gran cosa, excepto que los últimos que había dicho aquel señor eran bastante más caros. Estaba empezando a dudar de su decisión de comprar un quisicoso, pero aún así contestó, disimulando un poco:

- De los dos primeros que me ha dicho, ¿cuales son mejores para un uso normal, así, en casa?

Bermenundio dejó escapar un breve resoplido de impaciencia y respondió:

- Pues ya se lo he dicho, depende del tremolado que vaya a usar.


Inocencio empezaba a notarse algo rígido. Con la sonrisa congelada en su cara, y un poco al azar, preguntándose si se iba a arrepentir, dijo:


- Bueno, vale... pues casi deme uno retrovasal.


- Si claro. ¿Lo quiere de base isostática o equiparada? - respondió inmediatamente Bermenundio, con una enorme y cruel sonrisa cruzando su cara.


- Equiparada, por favor - respondió Inocencio rápidamente, conteniendo las ganas de añadir "De perdidos, al río". Pero no iba a atrapar a Bermenundio tan fácilmente.


- Puff, quisicosos retrovasales de base equiparada hace tiempo que no se fabrican.


- Bueno, pues entonces deme uno de base isostática.


- ¿De base isostática? Pues no sé si me quedan, pero de todas formas, si lo quiere de base isostática, lo suyo sería que se lo llevara lupiforme, ¿no?

Inocencio ni se paró a pensar en que le habían ofrecido cosas que no existían, o que no había en la tienda. Simplemente quería acabar con aquello lo antes posible, pero sí que se dió cuenta de que la cosa había vuelto a los quisicosos más caros.

- Bueno, entonces casi que mejor que no, deme uno de los otros, de los optiamplios.

- ¿Pero no decía que era para tremolados ansostéricos? Bueno, usted sabrá lo que hace, el cliente siempre tiene la razón - espetó Bermenundio con un encogimiento de hombros. - ¿Va a utilizarlo con propelones normales o anaxiales?


- Normales, normales. -se apresuró a responder Inocencio, con fingida seguridad, mientras una gota de sudor frío le recorría la espalda


- Muy bien, pues aquí tiene - dijo Bermenundio mientras ponía una caja encima del mostrador.
La verdad es que el dibujo de la tapa no se parecía demasiado a ningún quisicoso que hubiera visto antes Inocencio, pero a estas alturas le daba demasiada vergüenza preguntar. Así que, intentando abreviar al máximo, preguntó el precio del quisicoso.


- Tropocientos cincuenta doleuros, caballero.


- ¡Tropocientos cincuenta doleuros! ¡Pero eso es carísimo para un quisicoso!


- Hombre, es que éste modelo viene con un regulador de infraflujo que es lo último


- ¿Y no tiene una cosa más normalita?


- ¿Una cosa más normalita? - repitió Bermenundio torciendo el gesto y mirando a Inocencio con desprecio. - Bueno, tiene usted estos, pero le advierto que son mucho peores - dijo, mientras arrojaba sobre el mostrador una caja algo más pequeña.


- ¿Cuánto cuesta éste? - preguntó Inocencio, avergonzado y sin atreverse a levantar la vista


- Pococientos veinte doleuros. No creo que vaya a encontrarlo mucho más barato, la verdad, pero vamos, usted sabrá si quiere uno de estos...
-

¿Tiene alguno un poco mejor que tampoco sea mucho más caro?


- Bueno, sí, supongo que algo habrá. Debo tener todavía algún modelo infácromo, y puede que haya algún orcológico. ¿Cual prefiere?

- Ná, déjelo, casi que me llevo este - respondió Inocencio con un hilillo de voz, temiéndose que todo volviera a empezar.

Y así, queridos míos, acaba la histora de Inocencio Garcilópez. Otro día os contaré lo que hizo Inocencio con su quisicoso, y cómo llegó a saber más sobre los diferentes tipos de quisicosos, y cómo con el tiempo dejó los quisicosos y se pasó a los cachirulos. Y también os contaré como a Bermenundio le tocó la lotería, lo que hizo con el dinero, y cómo llegó a un prematuro, triste y pringoso final, en un accidente que involucró una batidora, media docena de calabacines de buen tamaño y un tarro de miel. Pero eso, queridos niños, es otra historia, y será narrada en otra ocasión...

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Supongo que ya os habéis hecho una idea de lo que es el "síndrome de la compra a la carta". Es ese miedo que se suele sentir la primera vez que vas a comprar algo de lo que no tienes mucha idea, y que es susceptible de volverse complicado.

Pues esa terrible sensación tenía yo cuando me enfrentaba a la idea de comprar tinte para cuero. Me había estado documentando por internet, y había leído ávidamente a los hábiles artesanos que saben de esto mucho más que yo (gracias again and again, Duraglar) y, aunque me había preparado a conciencia, aún no las tenía todas conmigo.

Así que un día, volviendo del trabajo, me presenté con mi Vespa en la curtiduría más cercana que conozco, y, con cierta cantidad de nerviosismo, tras respirar profundamente, solté de un tirón:

- Hola, buenas tardes. Mira, busco un tinte para cuero, que no penetre demasiado y que cubra bien la superficie, osea, que mejor que no sea al alcohol. Es para un curtido al cromo, aunque tampoco estoy del todo seguro, y me haría falta que no fuera demasiado líquido porque...

Ahí me paré, porque el dependiente me miraba con los ojos muy abiertos, y el puro que se estaba fumando parecía a punto de caer de sus labios. Recuperando la compostura, me miró con cara de susto y me dijo, con un cierto tono de histerismo:

- Aquí de esas cosas no entendemos, aquí solo tenemos tinte para cuero, de esas cosas no tengo ni idea. Nosotros, sólo tinte ¿entiendes? Tinte para cuero, nada más.

Yo no sabía si reir o llorar. Confieso que me dejó completamente descolocado. Tanto preparar el tema, y al final le acabé por dar la vuelta a la situación ¡era el vendedor el que estaba sufriendo el "síndrome de la compra a la carta"!

- Vale, pues entonces dame uno rojo. ¿Como para cuánto cuero da ese bote?

Y de allí salí, con mi tinte de marca Tarrago y un par de pincelitos baratos, y con una agridulce y extraña mezcla de alivio y frustración.

El tinte en cuestión resultó ser poco más o menos lo que yo quería. La primera capa entró bien en el cuero, y sin extenderse fuera de los bordes, y la segunda quedó bien destacada. Tal vez un poco demasiado brillante, tiene un aspecto tipo esmalte, pero al menos cubre bien un cuero que ya era bastante oscuro.

Lo que no resultó nada bien fue el par de pinceles. Al cabo de unas pocas pinceladas, se abrían como una flor en primavera, y te las veías y te las deseabas para mantener un trazo definido. Menos mal que el relieve del repujado facilita considerablemente la labor.

Con un par de capas, el teñido quedó bastante aparente. Ya sólo faltaba pegar y coser los refuerzos, y taladrar con el sacabocados para pasar las tiras de cuero del cierre.

Creo que cuando hablé de los primeros brazales no mencioné que, para que queden bien formados, hay que volver a mojarlos bien y dejarlos secar cerrados. Bueno, pues hay que hacerlo.

Estos nuevos brazales me han quedado bastante más cómodos, sobre todo porque son mucho más cortos, y así no interfieren en el movimiento de la muñeca ni del codo. Eso sí, siguen siendo lo bastante sólidos para parar de forma solvente cualquier arma negra, aunque un arma afilada los haría filetes sin problemas (hay que seguir probando eso del cuero endurecido)

Y así os dejo hasta la próxima entrada, donde hablaremos del arte del gorroneo de favores para la fabricación de herramientas especializadas para trabajar chapa.

Porque ¿qué sería de la artesanía herreril y armadurística sin la ayuda de un buen fontanero?

lunes, junio 04, 2007

Los segundos brazales de cuero (1): siendo empresa

Una vez analizado el balance de nuestras anteriores experiencias, y tras una profunda reflexión sobre la visión de la compañía, hemos llegado a la conclusión de que ya disponemos del know how necesario para emprender importantes proyectos de mejora, que nos lleven a cumplir nuestro objetivo de ser líderes en nuestro sector.

En esta nueva etapa, nos enfrentaremos con orgullo y proactividad a los nuevos retos que nos señala nuestra dirección, y, muy especialmente, al que nos ha traído aquí hoy.

Tras un profundo análisis de imagen de marca, encargado a la prestigiosa firma Myownarms Consulting, hemos identificado que nuestros clientes no perciben en nuestro último producto -los brazales de cuero- todos los atributos de elevada calidad y altas prestaciones para los que fueron concebidos.

Una vez determinado este punto de mejora, no hemos tardado en poner a trabajar a nuestros departamentos de marketing y Quality Assurance en la elaboración de una serie de mejoras, no sólo del producto, sino también de nuestros procesos internos. Optimizando nuestro proceso de producción, siempre en línea con los valores de nuestra empresa, esperamos obtener el reconocimiento que esperamos por parte de nuestros clientes. Estamos seguros de que, tras la puesta en el mercado de nuestros nuevos brazales 2.0, nuestros clientes tendrán claro que hablar de AxilArmouring Very Ltd. es hablar, no sólo de calidad y diseño, sino también de una elevada performance que nos permite situarnos como un referente de mercado para los consumidores más exigentes.

El departamento de R&D lanzó, con todo éxito, una completa reingeniería del diseño, aprovechando nuestra experiencia para situarnos, una vez más, en el leading edge del sector. Partiendo del ya clásico diseño de nuestros brazales 1.0, una interminable lista de mejoras técnicas dejan claro que nuestros brazales 2.0 han nacido con vocación de líder.

Podemos ver, en esta slide, como los brazales se han acortado considerablemente para permitir una mayor libertad de movimientos.

Apreciamos también un cierto ensanchamiento, reclamado por nuestros clientes para mejorar las prestaciones en la cara interna del antebrazo, aunque hay que recordar que nuestro diseño inicial está orientado a un target compuesto por varones de 180cm con muñecas muy finas para su estatura y peso: puede ser necesaria cierta adaptación para orientarlo a diferentes nichos del mercado.

Y, por supuesto, como resultado del excelente trabajo de nuestros más punteros diseñadores, vemos la curvatura de la pieza junto a la muñeca, curvatura que mejorará ostensiblemente el ajuste de la misma. Sin duda, un detalle en consonancia con la elevada calidad general de nuestros productos, y cuya concepción se debe en gran parte al feedback recibido de nuestro equipo en off-shore.

Y cómo olvidar el nuevo proceso de acabado. Gracias al outsourcing con nuestro partner estratégico Duraglar, hemos implantado una nueva metodología de repujado, gracias a la cual hemos alcanzado importantes sinergias.

Mediante el método de cortar con un cutter tipo bisturí la capa más superficial de la piel, se obtiene una doble ventaja: se facilita el perfilado, permitiendo diseños mucho más intrincados, y, adicionalmente, se optimiza el siempre delicado proceso de humectación de la piel.

Esta tecnología nos proporciona una importante ventaja competitiva, ya que, sin más que frotar el cuero con una esponja húmeda, el agua penetra por los cortes y empapa en profundidad la zona de cuero a trabajar. De esta forma, no se hace necesario empapar toda la pieza, lo cual permite implementar el repujado de una forma modular, poco a poco, y sin reblandecer innecesariamente las partes ya terminadas.

El proceso productivo ha supuesto un sobreesfuerzo importante para nuestras áreas operativas. Cabe señalar la gran implicación del grupo DedoIndiceDerecho, que puede estar orgulloso del trabajo realizado, aunque la insensibilidad que aún arrastra desde hace ya tres días, está impactando negativamente en el rendimiento de las tareas de hurgado nasal avanzado, que también lidera este equipo.

Para terminar, como CEO de esta compañía que tanto representa para todos nosotros, me alegra anunciar que vamos a diversificar nuestras actividades, tras la reciente adquisición de las herramientas necesarias para adentrarnos en el mercado del teñido, actividad en la que esperamos alcanzar unas cotas de calidad y competitividad equiparables a la del resto de nuestra producción.

Por tanto, me complace comunicaros que brazales 2.0 será el primer producto que pase por nuestra nueva factoría de teñido, de nuevo gracias a la experiencia aportada por los expertos consultores de Duraglar.

Sin más, os dejo con esta última slide, que muestra el último prototipo del nuevo brazales 2.0. Sé que podemos contar con todos vosotros a la hora de abordar este nuevo y apasionante desafío; un reto que nos hará dar un nuevo paso adelante en nuestras carreras profesionales. Es tarea de todos hacerlo llegar a buen puerto, y -estoy seguro- su increíble éxito nos hará sentirnos a todos orgullosos de ser parte de esta firma.