miércoles, diciembre 26, 2007

Los guanteletes (3): Marcando nudillos y retorciendo falanges. ¿Dónde habré dejado los electrodos y el trozo de manguera?


Habíamos dejado los guanteletes después de dar la forma básica a la pieza del dorso de la mano.

Después de esto, estamos en condiciones de preparar los patrones de las piezas de las muñecas, y de la miriada de piececillas de los dedos.

Aunque tengo un patrón, y todas las piezas cortadas, de momento no voy a publicar los patrones.

- ¡Pero qué mala persona, oiga! ¿No pretenderá cobrar por ellos, o algo así?

¡No, no! ¡Nada de eso! Es que voy a tener que modificar bastante varias piezas, así que esperaré hasta tener un patrón más elaborado y ajustado a la realidad.

Así que hoy, lo que vamos a explicar, es cómo marcar los nudillos en la pieza del dorso.

Lo primero es, con uno de los guantes que vayas a usar como base, puesto en la mano de la persona que vaya a usar los guanteletes, marcar los puntos donde están los huecos entre los dedos, y trazar las líneas que vas a hundir hasta medio dorso.

Lo segundo, hacer lo mismo en el otro guantelete, asegurándote de que queda simétrico respecto al primer guantelete.

He dicho asegurándote de que queda simétrico respecto al primer guantelete, so alampao. Borra inmediatamente esa chapuza, y vuelve a hacerlo, esta vez con cuidado y tomando medidas.

Lo siguiente es hacerte con un amigo dispuesto a sacrificar un rato en ayudarte con tus tonterías.

Por último, te hace falta un cincel redondeado y sin filo (eso es un cincel nuevo después de dos minutos intimando con la señorita amoladora de banco) y un trozo de madera en el que hayas tallado algo parecido a unos nudillos.

Esto último yo lo apañé con una pata de mesa abandonada. Primero cortas un triángulo en el centro con una sierra, y luego redondeas y suavizas bien el resultado con lija gorda (yo usé un grano 40 y luego un 80, todo ello con el taladro)

Y, por fin, llega el momento del martillo. Empezando desde el dorso, y avanzando hacia el borde, vas marcando la línea con el cincel y con golpes suaves. Uno mantiene sujeto el cincel en posición y va golpeando, mientras el otro desplaza suavemente la pieza sobre la estaca de nudillos.

Muy bien, ya has arañado las marcas del rotulador. Ahora otra vez, un poco más fuerte.

Hay que intentar que la línea quede recta, e ir marcando cada vez más profundamente según se avanza hacia el borde. Es importante que no queden "arrugas" ni cambios bruscos de profundidad en el fondo del surco.

Al final, le acabas metiendo con cierta fuerza (yo usé una maceta de un kilo) y eso entraña peligros.

La persona que sujeta la chapa tiende a no ver demasiado bien lo que está haciendo, y, por tanto, a girar su cabeza buscando un buen ángulo de visión. Eso puede ocasionar un encuentro fortuito de sus dientes con un martillo ascendente, y eso no está bien. Sobre todo, porque es difícil que vuelva a estar dispuesto a ayudarte, y el tipo de gente que se presta a estas cosas no es muy abundante.

Por otra parte, el que martillea tiende a mirar la punta del cincel para ver por dónde va la línea. Para hacer eso, uno tiene que estar muy seguro de su habilidad con el martillo. Si no, escuchará el temible "CHUISSSSSS..."

- ¿El temible "CHUISSSSSS..."? ¿Y eso qué demonios es?

¡Ah, el temible "CHUISSSSS..."! Es el sonido que hace el borde de una maza metálica de un kilo al resbalar por el lateral metálico de un cincel, camino del pulgar de la mano que sostiene dicho cincel. Es un sonido muy bien cronometrado, porque te da tiempo a oírlo, y a darte cuenta fríamente de que eso va a doler, pero no el tiempo suficiente para desviar el golpe.

Tras repetir el proceso para cada hueco entre los dedos, tienes algo parecido a lo de la foto.

Ahí también se ve un primer amago de piezas de la muñeca, pero aún hay mucho curro pendiente. Quiero cortarles un trozo para que cierren un poco más por abajo (sobra demasiado) y tengo que hacerles un borde vuelto.

La verdad es que no tengo demasiada idea de cómo me las voy a apañar para planificar eso. Tengo por aquí la rótula de un espejo de camión que a lo mejor me sirve de tas, pero no veo yo esto demasiado claro.

Muy bien, ya tenemos marcados los nudillos en las piezas dorsales, tenemos unas piezas para proteger la muñeca de las que aún no quiero hablar, y tenemos piezas para los dedos de cuyo tamaño no estoy seguro. ¿Qué más se podría contar en esta entrada?

Podríamos hablar de cómo curvar las chapas que van a proteger las falanges. Porque esas chapas van a llevar una curvatura que siga la superficie del dedo, y eso no es fácil de hacer.

- ¿Se refiere a curvarlas siguiendo una curvatura cilíndrica? ¡Pero si eso lo ha hecho usted en todos los cascos! ¡No será tán difícil, sólo tiene que darle forma sobre un cilindro más pequeño!

Sobre el papel, esa solución puede valer. Pero claro, si sujetas una pieza de un par de centímetros de ancho con los dedos, y te lías a golpearla con un martillo... ¿tengo que explicar lo que pasa?

Es mucho más práctico fabricarte una herramienta que te permita mantener los deditos alejados de los golpes. Yo aproveché uno de los extremos de una de mis estacas de tubo: lo abrí a base de radial, de forma que las piezas de las falanges encajaran dentro. Después, pones encima un trozo de acero redondo, y te dedicas a darle martillazos al trozo de acero hasta que la chapa aprenda quién manda aquí adquiera la forma deseada.

¿Cómo que no os habéis enterado? ¡Aaaay, qué juventud, si es que todo hay que explicarlo! A ver si con un vídeo os queda más clarito. Aquí tenéis a Arant, que, ya que vino a ayudarme, fue explotado tanto como me fue posible para que hiciera el trabajo cansado. Creo que yo hice cuatro piezas, así que él se curró las restantes 24. Tengaustéamigospaesto.



Y hasta aquí hemos llegado por hoy. No quiero seguir, porque aún hay mucho trabajo por hacer para que los guanteletes sean medianamente estéticos, y eso es importante.

- Hombre, lo importante es que sean funcionales, ¿no?

A eso, sólo puedo responder con este magnífico vídeo (¡quién iba a decir que el humor francés era tan bueno!)

viernes, diciembre 14, 2007

Los guanteletes (2): El nacimiento de la cofradía del puño.

Mateo, el aprendiz, recorrió los últimos metros que lo separaban del altar de la iglesia. El gremio de armeros lo había seleccionado para representarles, teniendo en cuenta sus dotes, su inteligencia, su habilidad, y, sobre todo, que había sacado la pajita más corta.

Después de subir de rodillas los setenta escalones (los había contado) que llevaban a este lugar de iluminación, Mateo se sentía muy especial. Prácticamente, único. Sobre todo, porque, probablemente, era la persona a la que más le dolían las rodillas en todo el mundo.

Pero eso no era muy molesto. Lo más molesto era maese Pietro.

Maese Pietro era el gran maestre del gremio de armeros. Y no sólo le había encomendado esta rogativa, sino que había decidido acompañarle.

Claro, que maese Pietro no subió de rodillas. Maese Pietro subió andando tranquilamente, mientras, eso sí, no paraba de ensalzar las virtudes morales del sacrificio y el dolor físico. Cuando llegaron a lo alto de la escalinata, y maese Pietro comentó lo agotador de la subida, Mateo tuvo unos pensamientos muy poco cristianos; y que incluían a maese Pietro, una cesta de berenjenas, y un martillo para corazas del número tres.

Ya ante el altar, Mateo se postró de bruces, tal y como le habían instruído.

-¡Esa nariz más aplastada contra el suelo! -siseó maese Pietro por la comisura de la boca-. Tu postura no resulta lo bastante piadosa.

Mateo contuvo el impulso de aplicar un poco de piedad y de nariz aplastada contra el suelo a maese Pietro, y gruñendo un "Sí, maese Pietro", se hundió aún más contra el marmol del suelo.

-Venga, adelante, dilo -ordenó maese Pietro.

-Pudfavdssñr, muztrenoz lz zectz y medoz kenz pedmtaran pdotege lz mnoz dloz gueroz konztrarte

Un monje que, en ese momento, pasaba cerca del altar mayor, se quedó contemplando un instante a Mateo; para, acto seguido, salir corriendo mientras se santiguaba una y otra vez.

-¡Vamos, no seas idiota, y dilo más claro! -exclamó maese Pietro, propinando al postrado Mateo un puntapié en las costillas.

-¡PUDFAVDSSÑR, MUZTRENOZ LZ ZECTZ Y MEDOZ KENZ PEDMTARAN PDOTEGE LZ MNOZ DLOZ GUEROZ KONTRARTE!

Maese Pietro se agachó rápidamente, hasta que su boca quedó casi a la altura de las orejas de Mateo. Tras unas rápidas miradas de soslayo, que le permitieron comprobar que, efectivamente, todos los que estaban en la iglesia les estaban mirando, susurró:

-A ver, chico, vale, puedes despegar los morros del suelo.

-¿KMO DCS, MEZTRO?

¡PLAS! -resonó el collejón por toda la iglesia-. Vale, chaval, otra tontería más, y vas a estar recolectando estiércol para encender la fragua hasta bien entrado el siglo XV. ¿Entendido?

-Sí, maestro- respondió Mateo, mientras se preguntaba si, tal como le parecía, le estaba sangrando la nariz.

-Venga, dilo como te hemos enseñado, y sin tonterías.

-¡Por favor, Señor, muéstranos los secretos y medios que nos permitirán proteger las manos de los guerreros con nuestro arte!

-Muy bien dicho, rapaz. Ahora, te será desvelado un nuevo arcano del gremio. Sólo tienes que esperar hasta tener una iluminación mística.

-¿Lo qué?

¡PLAS! -volvió a resonar un collejón por la iglesia-. La iluminación mística, chavalín, la iluminación mística. El motor del progreso, la fuerza que impulsa el desarrollo. La iluminación mística, chico.

-¡Ah! ¡Eso! Pues yo no me veo muy iluminado que se diga. Aquí dentro está más bien oscuro y...

¡¡PLAS!!

Cuando Mateo recobró el conocimiento, unos instantes más tarde, se dió cuenta de dos cosas. Por un lado, se le había aflojado un diente cuando su cara rebotó contra el duro suelo. Y, por otro, sí que había recibido una iluminación mística.

-¡Maese Pietro! ¡Creo que lo tengo! ¡Al menos, creo que sé cómo empezar!

-Ah, muy bien chico, sabía que no me decepcionarías. Vamos, levanta, y me lo vas contando según salimos.

-Si, maese Pietro. Creo que, en realidad, es muy fácil.

-¡Cuenta, cuenta!

-Lo primero que habría que hacer es hundir un poco la chapa de toda la zona de la mano. Pero sólo un poco, nada exagerado.

-¿Cuánto exactamente?

-Pues hasta, más o menos, tener la misma curva que el dorso de una mano.

-Parece lógico.

-Sí, maese Pietro. El siguiente paso sería hundir aún más la zona de los nudillos.

-Claro, para dejar espacio cuando se cierre el puño.

-Exacto. Aunque aquí es posible que sea necesario elevar también un poco sobre una estaca de bola.

-¿Elevar sobre una estaca de bola? ¿Estás seguro? -preguntó maese Pietro con cierto tonillo de desconfianza.

-Bastante seguro, maese Pietro. Me parece que, si sólo se hunden, no se van poder curvar lo bastante.

-¿Y la aprovecharíamos también para empezar a aplanar?

-Claro- respondió Mateo, algo sorprendido de que su maestro no fuera absolutamente inútil.

Saliendo a la luz del exterior de la iglesia, ambos se detuvieron, mientras Mateo gesticulaba, nervioso, intentando explicar los siguientes pasos de su visión.

-Lo siguiente, maese Pietro, sería darle la forma curva para envolver la mano.

-¿Y cómo dirías que habría que hacerlo, muchacho?

-Primero, habría que doblar los laterales hacia abajo. Yo lo haría empleando la misma estaca de bola, con cuidado de que quede espacio para cerrar el puño dentro.

-Ya, pero eso dejaría la parte de la muñeca con ángulos muy raros. Esa solución tuya no me vale, chico.

-Va, eso no tiene importacia. Con una estaca cilíndrica se podría corregir esa forma, mitad a mano, mitad a martillazos -continuó Mateo, con un gesto que parecía desechar como tonta la objeción planteada por su maestro.

¡PLAS! -¡A ver si me muestras un poco más de respeto, niño! -dijo Maese Pietro, frotándose la ya dolorida mano contra su rica camisa-. A ver, puede que eso funcione, pero, aún así, la pieza de la muñeca va a quedar muy apretada, y los guerreros no podrán mover la mano.

-Para evitar eso, habría que expandir el borde -siguió Mateo, palpándose el nuevo bulto de su cabeza.

-¿Expandir el borde? ¿Me estás tomando el pelo?

-No, maese Pietro. Es lo que John, aquel armero de Albión, llamaba "flare". Sólo es sacar el borde hacia fuera. Lo que pasa es que, como hay bastante material, para que se dé de sí, hay que darle unos buenos martillazos en el proceso, para que la chapa se afine y se estire un poco.

-¡Ah! Claro, claro -respondió Maese Pietro-. Lo sabía, lo sabía.

-Lógicamente, después de esto, la curva se habrá deshecho bastante, así que habrá que ajustarla, y terminar de planificar bien toda la pieza.

Cogiendo del brazo a Mateo, maese Pietro reanudó la marcha hacia la escalinata. -Oye, chico- dijo -. ¿Y no sería bonito darle cierta forma a los nudillos y los huecos entre los dedos?

-Pues sí. La parte del pulgar sería fácil. Con un martillo de bola pequeño y un poco de cuidado, se podría hacer incluso sobre una estaca de bola. Claro, que también habría que sacar el protector del pulgar un poco hacia fuera para que no moleste al abrir la mano.

-Te sigo chico, te sigo. Y ¿cómo harías un hueco entre los nudillos?- preguntó Maese Pietro mientras comenzaba a bajar la escalinata.

-Pues esa parte no la tengo tan clara, la verdad.

-¿Qué? -exclamó Maese Pietro, deteniéndose en seco-. ¿Acaso la visión estaba incompleta?

-No, maese Pietro. Tengo bastante claro que haría falta una herramienta nueva con la forma de unos nudillos, y un cincel redondeado y sin filo. El problema es otro.

-¿Y qué problema es ese?

-Pues que alguien tiene que manejar el cincel y el martillo, mientras alguien va colocando la pieza sobre los nudillos. Y claro, eso son dos personas.

¡Pero eso no es problema, pedazo de bobo! - respondió Maese Pietro, haciendo un aspaviento con los brazos-. ¡Tu y yo somos dos, cretino!

Con un rápido gesto, Mateo plantó firmemente su bota en la prominente barriga de Maese Pietro, y empujó con fuerza. Contemplando cómo su cabeza rebotaba satisfactoriamente contra prácticamente todos y cada uno de los setenta escalones que bajaban a la calle, Mateo bajó la escalinata dándole vueltas a su dilema. ¿Quién le ayudaría a completar la obra, y sacar al mercado estos novedosos guantes de hierro? Y todavía tenía que ver cómo proteger la muñeca y los dedos...

Sin apenas una mirada al retorcido cuerpo de su antiguo maestro, Mateo dobló una esquina y se alejó del lugar, fantaseando con todo el dinero que ganaría. Tal vez, incluso pudiera comprarse una montura extraordinaria...

sábado, diciembre 08, 2007

Los guanteletes (1): prototipos conceptuales y otros palos de ciego.

Hoy vamos a embarcarnos en un nuevo proyecto: unos guanteletes tipo reloj de arena.

- ¿Unos guanteletes tipo reloj de arena?

Eso he dicho

- ¿Y eso qué es, oiga?

Pues son unos guanteletes que, a diferencia de los guanteletes con dorso y muñeca articulados (no sé si atreverme a llamarlos "góticos") tienen dorso y muñeca construidos en una sola pieza sin articular.

Para fabricar estos guanteletes, me voy a basar en uno de los tutoriales del libro "Techniques of medieval armour reproduction". Esta maravilla de libro es altamente recomendable: si estás leyendo esto, es que deberías tenerlo en tu biblioteca, ya estás tardando en encargarlo.

- Vale, vale; tomo nota.

Haceustébien.

Dado que es un libro perfectamente disponible, no voy a poner ninguna imagen proveniente del mismo. Tan solo os diré que los guanteletes que explica son extremadamente parecidos a estos.

- Muy bonitos, sí.

Ciertamente. Mi idea es hacerlos bastante menos historiados, y, desde luego, sólo en hierro. Como, además, ni tengo dónde trabajar en caliente, ni sé soldar, la zona de la muñeca va a ser una pieza aparte, remachada al resto del guante. No sé cómo quedará. A base de remaches, espero poder darle un cierto aire heavy-macarra a la zona de unión.

Un problema del libro en cuestión, es que el autor no para de mencionar unos patrones... que al final no se molestó en incluir en el libro.

-Mire el lado positivo: es mucho mejor hacerse uno mismo los patrones, perfectamente adaptados a sus técnicas de trabajo, a las particulares dimensiones de la persona para la que fabrica la pieza...

Sí, sí, todo eso ya me lo sé. Pero es que me gustaría tener una mínima idea de por dónde empezar ¿vale?

Para poder hacer un patrón, lo primero es hacerse con los guantes que vas a usar de base para los guanteletes. Yo me hice con unos guantes de montar en moto (muy malos), pero al final me decidí por unos guantes de soldador de cuero vuelto. Unos bichos realmente sólidos.

- ¡Son rojos!

Sí, son rojos. ¿Se cree que no me he dado cuenta?

- Pero, pero, es que el color rojo...

Ya, yo tampoco sé muy bien en qué época se consiguió un tinte completamente rojo para el cuero. Muy posiblemente no fuera hasta el SXVI, con las importaciones de cochinilla desde América. Pero ¿a que es mono? Además, no va a durar rojo mucho tiempo. Se engorrina con mirarlo, así que será de un negruzco grisaceo en breve.

Vamos a empezar por la pieza del dorso, que es la base sobre la que se construirá todo el guantelete. Para preparar un primer patrón, hay que empezar por unas medidas básicas, que debes tomar sobre el guante que utilizarás. Yo tengo previsto que, además, el metal vaya remachado sobre una capa de cuero flexible adicional, así que hay que dejar cierta holgura en las medidas.

- ¿Y qué medidas hay que tomar para hacer un guantelete de reloj de arena? Es que en el Telva no viene nada...

[Desclamador: el siguiente conjunto de medidas ha sido diseñado por Axil sin haber hecho nunca un guantelete, sin tener nociones de patronaje, sin saber cómo se fabrica un guante, y sin repajolera idea de la morfología de una mano. Hay un pequeño núcleo de cordura que sobrevive, angustiado y perseguido, en el fondo de la mente del autor; y que considera que seguir estas medidas como guía es, probablemente, estúpido. Advertidos estáis]

El juego de medidas básico sería (tal vez) el siguiente:

- Desde el nacimiento de los dedos hasta la muñeca, con el puño cerrado y la muñeca completamente flexionada hacia atrás.



- Desde el nacimiento del meñique hasta la muñeca, con la muñeca completamente flexionada hacia abajo hacia la izquierda hacia el lado del meñique.



- Desde el nacimiento del índice hasta la muñeca, con la muñeca completamente flexionada hacia el lado del pulgar.



- Distancia desde la base del pulgar (justo debajo de lo que sería el "nudillo" del pulgar) hasta la muñeca, de nuevo con la muñeca flexionada hacia el pulgar.



- Ancho de la mano, con el puño cerrado, sobre los nudillos, medido desde el centro del canto de la mano hasta el centro de la articulación del índice.



- Distancia desde la base del índice hasta el canto de la base del pulgar, con la mano completamente abierta.



Una vez tenemos estas medidas, podemos hacer un primer patrón.

Como yo soy un tipo de lo más enrollado, os voy a poner un patrón bastante depurado, que sin duda podréis adaptar magníficamente con las medidas que acabáis de obtener.


Porque este no es el primer patrón que hice. Qué va. Debe ser algo así como el décimo, y no sólo proviene de poner papeles encima de un guante.

Proviene de cortarlo en chapa, de dar forma a la chapa, y, a partir de ahí, ver qué faltaba y qué sobraba.

Por cierto, debo decir que me he enamorado perdidamente de la chapa de 1,2mm.

Hasta ahora, sólo había trabajado con chapa de 1,6mm. En frío. Con saña. Con martillos de, como poquísimo, medio kilo. Con dolor, mucho dolor.

¡Este grosor de chapa es una gozada! La chapa fluye bajo los golpes sin apenas esfuerzo. ¡Y el aplanado! ¡Qué facilidad! Lo que veis en la foto está aplanado ¡con una maza de cabeza de nylon! Por fin me he dado cuenta de que no tiré el dinero cuando compré el martillo de chapista. Con eso, va a quedar de lujo. ¡Y ojo! que, aún así, es bastante sólido.

Pero no perdamos el hilo. En próximas entregas hablaremos de cómo se da forma a esta pieza. Por ahora, sólo contaré que, a partir del prototipo, será necesario rediseñar el patrón, adaptado a la particular anatomía de cada cual, y a lo mal que tomaste las medidas en primer lugar.

Con el patrón ya retocado, se vuelve a la chapa, se corta... y, preferiblemente, se igualan las dos piezas con una amoladora. Que nos conocemos, que nos tiembla mucho el pulso, y que cuando se nos empañan las gafas de trabajo en lo más cerrado de la curva, la sierra de calar nos hace un recto y luego las piezas de las dos manos ni se parecen.

Aprovecho esta oportunidad para advertir a mis ansiosos lectores habituales que las próximas entradas pueden tener una frecuencia algo inferior a la habitual, por varios motivos:

- Quiero probar las cosas antes de publicarlas, y eso puede significar rehacerlas varias veces.

- Diversas fases de la construcción de los guanteletes van a requerir que fabrique antes algunas herramientas especializadas, y eso lleva también su tiempo, y su prueba y error.

- Se acerca la navidad, y uno tiene sus compromisos familiares, qué narices.