martes, julio 22, 2008

La malla remachada (2): Dos años haciendo acopio de voluntad y algorítmica.

Pues sí, mis primeros escarceos con la malla remachada se remontan a hace un par de años, cuando la malla era prácticamente mi único objetivo en esto del armadureo.

Y, digamos, no llegaron al mejor de los puertos.

Aplasté alguna anilla. (Y aplasté algún dedo). Afilé alguna broca. (Y me cargué alguna broca). Modifiqué algún alicate (Y me cargué algún alicate) Intenté taladrar alguna anilla para remacharla (Y me cargué un número considerable de anillas sin éxitos dignos de mencionar) Intenté poner un remache medio serio a los patéticos restos que tenía (Y terminé de cargarme las anillas)

Hoy en cambio... hoy... ¡Una esperanza nueva renace!

Porque aún no tengo muy claro si voy a tener éxito en mi gloriosa cruzada, pero, mientras tanto, quiero poner las herramientas de producción en manos de los productores; y, cual Prometeo de la malla remachada, haceros conocedores de algunos de los más arcanos secretos del gremio.

(Si hay entre los lectores algún psicólogo especializado en delirios de grandeza, se ruega envíe urgentemente un correo con sus datos de contacto a mi dirección: emperador_absoluto@todo_el_universo_conocido.all. Trataré de concederle audiencia en cuanto tenga un momentito)

Porque, aunque todavía no he empezado con la fabricación de las anillas, sí que he conseguido preparar una de las herramientas básicas. Creo. Bueno, es muy posible que sí, hay un punto que no sé si será correcto, pero que tendrá fácil solución si no lo es.

(Acnolegeador: prácticamente todo lo que sigue está inspirado, por no decir directamente transcrito, de los correos al respecto que generosamente tuvo a bien intercambiar conmigo el maestro Julio del Junco. Que, por cierto, he tenido en la mano un par de retales de malla remachada fabricada por él, y es un trabajo que uno esperaría encontrar en una joyería. La malla remachada que se vende comercialmente, a su lado, es bisutería de plástico comparada con un collar de diamantes.)

Como dijo el giróscopo, centrémonos. Hoy vamos a fabricar la herramienta básica para taladrar las anillas; algo que, para ponernos técnicos, podemos denominar punzonadora de anillas.


[Mode tecnófilo on]

Y como soy informático, y le tengo costumbre, os voy a poner un algoritmo lo más completo posible. (Había pensado en escribirlo directamente en Beginners All-purpose Simbolic Instruction Code o en Siplasplas, pero es que las funciones del draiver de la taladradora no están documentadas en ninguna parte; así que tendré que conformarme con pseudocódigo, eso sí, con Sintach Jailaitin)

/*Creo que esto va a resultar algo confuso para los que no hayan programado nunca, e incluso para los que lo hayan hecho y no sean absolutos frikis tecnófilos extremadamente enfermos. Recomiendo que mires las fotos del resultado final antes de empezar a leer esto, o te vas a perder con mucha facilidad*/

/*Si, de todas formas, no entiendes nada, es perfectamente normal. Pero a veces un informático tiene que hacer lo que tiene que hacer*/


Paso1- Consigue un par de alicates, más bien gordos /*tienen que tener mucha "carne" donde morder para poder hacerles las perrerías que vamos a hacerles a continuación.*/


Paso2- Si los alicates tienen el exterior curvado, o biselado, entonces, alísalo con la radial /*Esto es para que la broca que usaremos a continuación no resbale hacia fuera*/


Paso3- Ejecutar procedimiento Taladrar el alicate, en línea recta desde el exterior hasta el mismo centro del círculo hueco del alicate, por los dos lados.

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Procedimiento Taladrar: /*Vamos a pasar unos tornillos a través del alicate, que tendrán que ser tan gordos como permita el grosor del alicate*/

T.1- Si sabes lo que es un macho de roscar, Y puedes tener acceso a alguno, entonces consulta en esta página el grosor de la broca. /*Yo utilicé tornillos de métrica 5, lo que, según la tabla, significa un taladro de 4,2mm, así que empleé una broca de 4,25, que es lo más parecido que había en la ferretería*/

Si no lo sabes, usa una broca del mismo diámetro que el tornillo que vas a pasar. /*En este caso, la fijación de los tornillos dependerá totalmente de que vayan cuidadosamente fijados con tuercas, bien apretadas sobre el alicate. Ver ilustraciones finales*/

T.2- Taladra uno de los lados del alicate.

T.3- Taladra a continuación el siguiente lado del alicate. /*Así debería garantizarse que ambos taladros están perfectamente alineados*/

T.4- Contempla cómo se rompe la broca.

T.5- Vuelve al paso T.3 hasta que te des cuenta de que así no conseguirás nada O te quedes sin brocas del diámetro adecuado. /*Lo que suceda antes*/

T.6- Taladra desde el otro lado hasta el centro, haciéndolo lo mejor que puedas para que ambos taladros queden perfectamente alineados.
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Paso4
- Corta la punta del alicate con la radial


Paso5- Corta todo lo que sobresale en el interior del alicate con la radial, por ambos lados.


Paso6
- Elimina los picos con la radial y un disco de desbastar, pero dejando suficiente material para que el alicate haga tope al cerrar.


Paso7
- Si No tienes algo parecido a esto:


Entonces vuelve al Paso1 .

Paso8- Dale una pasada de amoladora para redondear las aristas, y una pulidita básica. /*No se sabe de ningún artesano que haya sufrido una apoplejía por tener herramientas mínimamente presentables*/


Paso9
- Si vas a roscar los agujeros entonces /*Ver procedimiento Taladrar*/

9.1- Utiliza el macho de roscar /*Suelen venir en juegos de tres para cada paso; se recomienda empezar por el primero y seguir en progresión, preferiblemente con una gota de aceite lubricante*/

9.2- Si se parte la punta del macho de roscar dentro del alicate, entonces

9.2.1- Taladra la punta del macho de roscar para sacarla con una buena broca para metal.

9.2.2- Contempla cómo la punta del macho de roscar se relaja ante el suave masaje que le estás dando y cómo se va redondeando la punta de la broca.

9.2.3- Vuelve al paso 9.2.1 hasta que te des cuenta de la inutilidad de intentar taladrar el mucho-más-duro-de-lo-que-puedas-llegar-a-pensar material de un macho de roscar, con una vulgar broca.

9.2.4- Tira los alicates con el macho de roscar clavado. Vuelve al Paso1 /*Sí, esto explica por qué, en las siguientes fotos, los alicates modificados son distintos*/

Paso10- Introduce un par de tornillos /*Este paso sirve par comprobar que todo ha ido bien. Si no entran, ir a Error*/


Paso11- Corta los tornillos a una longitud adecuada. /*Siempre, siempre, SIEMPRE que le hagas perrerías a la rosca de un tornillo, mete antes una tuerca. Al sacarla, restaurará en gran medida los desperfectos que hayas hecho en la rosca. Porque si no está dentro antes... luego no entrará*/



Paso12
- Lija la cabeza de un tornillo hasta dejarla lisa y sin marcas /* Esto va a hacer de yunque, o, para ser más precisos, de matriz de la punzonadora. Debe ser liso para no marcar las anillas*/

Paso13- Lija la punta de otro tornillo /*Este va a sujetar el punzón, tampoco debe marcar las anillas*/

Paso14- Taladra longitudinalmente el tornillo al que has lijado la punta, hasta una profundidad de entre 5 y 8 milímetros, con una broca de 1 o de 1,5mm.


Paso15- Contempla cómo se parte la broca /*Lo más probable es que deje la punta dentro y sea imposible sacarla*/

Paso16- Vuelve al paso14 hasta que te hartes O te quedes sin brocas O te quedes sin tornillos

Paso17- (Destempla la punta del tornillo O consigue un tornillo de hierraco vulgaris) Y taladra despacio, echando aceite lubricante cada poco. /*Con suerte, así romperás pocas o ninguna broca. Y es probable que hasta consigas sacar alguna punta rota del agujero*/

Paso18- Ejecutar procedimiento Lijar sin destemplar la parte de atrás de una de las brocas rotas hasta darle más o menos la forma de una punta de destornillador.

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Procedimiento Lijar sin destemplar:

L.1- Usa una lima y mucha paciencia para dar forma a la broca.

L.2- Contempla cómo se queda exactamente igual, sin el más mínimo arañazo, pasada tras pasada.

L.3- Vuelve a L.1 hasta que te des cuenta de lo inútil de tu esfuerzo.

L.4- Usa un disco de lijar a velocidades extremadamente bajas para lijar la broca sin calentarla en exceso.

+++Compiler warning: es posible que la técnica del paso L.4 destemple la broca de todas formas, aún no lo tengo claro+++
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/*A estas alturas, probablemente ya tendrás cosa de media docena de brocas rotas, así que tienes material de trabajo de sobra*/


Paso19- Corta la broca de forma que encaje en el taladro que has hecho, y sobresalgan alrededor de 2mm de punta.


Paso20- Inserta el recién creado punzón en el tornillo


Paso21- Monta los tornillos tal como irán /*Ojo: el punzón debería apuntar ligeramente hacia dentro (apuntar un pelín al mango del alicate) y su "filo" ser paralelo al eje longitudinal del alicate. En otro caso, se partiría antes*/


Paso22- Marca ligeramente con el punzón el punto de contacto en el "yunque"

Paso23- Taladra la cabeza del tornillo "yunque", en el lugar marcado, con una broca del mismo tamaño que la usada para el punzón, hasta una profundidad en la que quepa cómodamente la punta del punzón. /*Ver puntos 14 a 17 para detalles de implementación*/

Paso24- Si la has destemplado antes, templa de nuevo la matriz. /*En futuras releases, hablaremos con más detalles de los procedimientos de templado y destemplado. Por ahora, se destempla poniendo al rojo y dejando enfriar poco a poco. Se templa poniendo al rojo (algo más intenso) y enfriando de golpe. A falta de fragua, se pueden conseguir sopletes de gas muy económicos para estos menesteres. Nótense los guantes y el extintor*/


Paso25- Monta el invento, de forma que el punzón y la matriz coincidan bien. Utiliza un poco de fijatornillos para que nada se mueva. /*El punzón debería ir fijado al tornillo con cianocrilato. Temporalmente, yo lo he fijado con fijatornillos, dada mi escasa fe en haber ejecutado con éxito el paso18, y en la esperanza de que eso me permita extraer el punzón si algo va mal*/



Delivery notes: nuestro equipo de SQA aún no puede garantizar al 100% la correcta adecuación del sistema a los requerimientos originales, por lo cual aún se debe considerarse como una versión beta.


[Mode tecnófilo off]


OK, acabo de releer la entrada, y hasta yo mismo reconozco que me he pasado, y que el lector de este blog no se merecía esta crueldad. Pero qué le vamos a hacer, no tengo la más mínima intención de volver a escribirla.

(A ver, panda listos: sí, yo también veo bastantes fallos en el algoritmo, pero hacerlo realmente completo sería brutalmente árido para el lector, ¿vale?)

En futuras entradas, espero haber tenido tiempo para experimentar con la fabricación de anillas dignas de ser remachadas, y haber podido probar la efectividad de esta herramienta. Mientras tanto... el tiempo escasea, el verano lleva aparejadas actividades que me alejan del armadureo.

Como muestra, un botón: el pasado puente me lo tiré de juerga con estos amiguetes:




Y si os parece que la frecuencia de las entradas ha bajado... pues sí, lo ha hecho. Y más que lo va a hacer, porque este blog queda oficialmente


Aún me quedan un par de días en que responderé a los comentarios, pero nada de nuevas entradas hasta pasado lo más duro del estío. ¡Nos vemos a finales de verano!

domingo, julio 13, 2008

Spangenhelm 1.2 (2): Tormenta en tierras de Conca

Teníamos un trabajo sin terminar, y era necesario concluirlo.

Si algo habíamos aprendido en anteriores campañas, es que nuestras monturas resultaban inadecuadas. Por ello, nos habíamos hecho con una montura mucho más pesada, especialmente preparada para la tarea que afrontábamos.


Partimos sin miedo hacia nuestro destino: la encomienda templaria de Barberà de la Conca, pueblo que da su nombre a la comarca de La Conca de Barberà, comarca que da su nombre al pueblo de Barberà de la Conca, hacia cuya encomienda templaria nos dirigíamos.

Ya desde antes de atravesar Zaragoça avanzábamos precedidos por la más negra y ominosa de las tormentas. Las oscuras nubes eran rasgadas por un número inusitado de relámpagos, mientras nuestras mentes se llenaban de siniestros presagios.

Apenas pasada la hora de las brujas, llegamos a la posada en la que habíamos de reunirnos con nuestros aliados, al pie del monte donde aguardaba nuestro destino. Los capitanes nos dieron la bienvenida, y en tan sin par compañía nos recogimos en profunda reflexión y contrita oración.

Nos acompañaban los bestiales aullidos de sus temibles perros de guerra, que parecían anticipar lo que se avecinaba, y olfateaban la noche con expresión fiera; gruñendo salvajemente, ansiosos de morder y desgarrar con sus sanguinarios colmillos.


La noche fue febril. Apenas logramos dormir, y no paramos de dar vueltas, inquietos y cubiertos de sudor. Sin duda la culpa era de los nervios, de la tensión ante lo que nos esperaba; y, sobre todo, de las fundas de plástico de los colchones, que nos atenazaban con todo su impermeable y térmicamente aislante abrazo.

A la mañana siguiente, los augurios parecían haber cambiado. Se nos había unido una nutrida compañía de los más selectos espadachines que encontrarse puedan en estas tierras.


Junto a ellos, y ya completamente equipados, emprendimos la siempre dura subida hacia el castillo. Pocos podían imaginar los desafíos que allí nos aguardaban.


Tras la extenuante escalada, los oficiales de los espadachines no dudaron en arengarles, insuflando en sus corazones el ánimo necesario para afrontar la dura batalla.



Tras repartir las últimas instrucciones, comenzó la batalla frente a la encomienda. Al modo más caballeresco, tomó la forma de una serie de combates singulares, donde los más gallardos adalides se enzarzaron en una lucha épica.

Los aceros volaban, las chispas saltaban de las afiladas hojas, y, tras brutales intercambios de poderosos golpes, el vencedor, cubierto de sangre y sudor, arrancaba su arma de entre las vísceras de su inerte enemigo.



Mientras tanto, nosotros nos decantábamos por la sutileza; y, aprovechando la distracción de la batalla que se entablaba a los pies del muro, conseguimos infiltrarnos en la capilla inferior del edificio. Allí, logramos confundirnos con el personal del castillo; y, charlando tranquilamente con las mujeres que se dedicaban a la costura, nos preparamos para nuestro golpe maestro.



Incluso G se dedicó a distraer a los más inteligentes y avispados de los enemigos que podían obstaculizar nuestra misión, hasta el punto de llegar a convencerles para posar junto a ella en un retrato para la posteridad.


Ni un solo instante perdimos de vista el objetivo que nos guiaba, al cual iban dirigidos todos nuestros esfuerzos; y no permitimos que nada nos distrajera, tan sólo algunas mínimas concesiones para no revelar nuestra auténtica misión.



Cuando por fin desvelamos nuestro cometido ¡Cómo se hundía el hierro ante nosotros! ¡Cómo resonaban los golpes de metal contra metal! ¡Era como si las mismísimas campanas del infierno tañeran dentro de aquella capilla por las ánimas de los condenados! ¡Cómo chillaban las mujeres, presas del pánico, ante la perspectiva de soportar tan dantesca tortura durante todo el día!



Allí se vivieron algunos momentos realmente difíciles de soportar, e incluso algunos de los más poderosos y avezados guerreros presentes no podían menos que llevarse las manos a la cabeza y gritar de furia y desesperación ante tamaño horror.


Por supuesto, nada de aquello nos amilanó, y seguimos golpeando y aplastando, sintiendo cómo nuestra férrea determinación iba dominando uno a uno a nuestros enemigos. La larga práctica en el manejo de nuestros hierros nos permitió completar rápidamente la mayor parte de nuestra tarea, y, cuando al mediodía se nos llamó a reagruparnos, habíamos completado lo más duro del trabajo.


Aprovechamos aquella pausa en la vorágine en la que estábamos sumidos para engullir unas parcas viandas. Resultaba prácticamente imposible descansar, ya que la tensión de los acontecimientos nos mantenía a todos alerta y con los nervios a flor de piel.


Cuando reanudamos el combate, sabíamos que era hora de jugarse el todo por el todo. Sin dudarlo, decidimos emplear una táctica novedosa que nos llevara a la victoria.

Así que, en lugar de dispersar nuestras fuerzas en varias falanges independientes, decidimos formar un único frente compacto.
[En lugar de varias tiras independientes, el guarnecido de cuero se compone de un único rectángulo, del mismo largo que el perímetro del yelmo]


Este frente monolítico comenzó un hermoso movimiento envolvente, entablando batalla progresivamente con el enemigo, hasta tenerlo completamente rodeado por todos los frentes.
[Se va remachando el cuero por un extremo, con la flor hacia el exterior, y avanzando hasta completar todo el perímetro del yelmo. Es importante cortar un poco de más, y hacer el último corte cuando ya has remachado todo el cuero, para que quede bien justo]





Al poco tiempo de entablar esta batalla, el enemigo ya se batía en retirada, y nuestra retaguardia avanzaba para exterminar cualquier posible resistencia, acuchillando a placer a los rezagados.
[Una vez remachado todo el perímetro, pasas al otro lado del rectángulo, el que irá en el "pico" del yelmo, y con un sacabocados preparas los taladros para pasar una correa de cuero y que sea un poco ajustable.]






Tras aniquilar los últimos restos del enemigo, nuestras tropas dieron media vuelta, trayendo consigo un buen número de cautivos maniatados. Por fin podríamos olvidar las penurias y los momentos más duros de la jornada.
[Ya no hay más que pasar la correa, y dar la vuelta al cuero para que quede dentro del yelmo. Con esta técnica, no sólo se da un cierto acolchado a todos los puntos del yelmo, sino que además puedes ponerte el yelmo incluso sin almófar ni cofia, ya que los remaches que sujetan el cuero quedan cubiertos por el propio cuero.]





Tan sólo queda abandonar con orgullo el campo de la victoria, un momento brillante en nuestro recuerdo.
[Una pasadita de estropajo verde con aceite lubricante; otra pasadita de cera renacimiento con un trapito y ¡hemos terminado el spangenhelm! (salvo una modificación menor que me pidió Quinto en su momento, que yo obvié, y que será completada en futuros eventos)]







Algunos maledicientes, sin duda agentes a sueldo de nuestros enemigos, pudieron llegar a decir que nos excedimos, o que nos quedamos cortos en nuestra actuación. Sin embargo, yo opino que empleamos la fuerza en su justa medida, y que no sobró ni faltó un ápice de esfuerzo en nuestra tarea.
[El yelmo encaja perfectamente a la medida planificada, sin absolutamente ningún problema de talla, y sin tener que hacer ningún esfuerzo especial para ajustarlo]


Tras esta dura batalla, parece que nuestro señor quedó satisfecho con nosotros, y, como buen nacido fijodalgo, tuvo a bien proclamar su contento con nuestra labor.


Y, aunque no nos movía el espíritu mercenario, la Orden del acero Negro quiso recompensarnos con ricos tesoros, y nos entregó una bolsa repleta de monedas, una riqueza digna de un Creso, más allá de nuestros más descabellados sueños.
[Monedas que fueron fundidas por maese Coalheart sobre modelos de monedas del SXII o XIII que mis nulos conocimientos en numismática no alcanzan ni de lejos a identificar, y que espero que nos explique en breve. Empezando por saber de dónde salieron los originales para hacer el molde, qué monedas son, qué valor tenían, fotos detalladas de todo el proceso de fabricación, y esas cosillas]



¡Oh, el rico botín no terminó allí! Compartieron también con nosotros los más finos vinos de la comarca, pero, sobre todo, el honor que con más supremo orgullo nos marca, es que fuimos nombrados infanzones de la Orden. ¡Qué gran emoción recibir sus colores, que placer ser admitidos de forma tan destacada en tan grata compañía, qué orgullo poder asistirles en sus futuras cuitas si así fuera preciso!



Sin embargo, no todo fueron alegrías en este día de altibajos, de grandes victoria y penosos fracasos. Porque aún llena mi corazón el dolor del recuerdo de aquellos cuyos alegres cantos fueron silenciados por mi hierro.



Y no hay que olvidar tampoco los acontecimientos que siguieron.

Porque la tormenta que nos rondaba por fin descargó sobre nuestras cabezas, arruinando nuestros planes y dejando claro que los dioses no nos permitirían regodearnos en nuestra victoria. Hasta tal punto es así, que uno de nuestros principales capitanes fue hecho prisionero, y expuesto impúdicamente a las burlas, mofas y befas de los villanos. ¡Ah, qué triste espectáculo, ver cómo un caballero de valor es obligado a someterse a tal ignominia ante semejante populacho!



Afortunadamente, tras rescatar al rehén pudimos festejar nuestro triunfo con un pequeño banquete, eso si, generosamente regado con los más ricos caldos de la región, como alguno de los más trasnochadores de la soldadesca pudo asegurar a la mañana siguiente.


Nosotros, en cambio, nos vimos obligados a practicar la más frugal de las moderaciones; ya que aún nos aguardaban largas leguas de regreso a nuestro hogar, en el corazón de Castilla. Sin embargo, y aprovechando que estábamos a escasa distancia de un conocido destino de los más píos peregrinajes, no pudimos menos que desviarnos unas pocas millas de nuestro camino y presentar nuestros respetos ante la estatua de un gran señor, toda una leyenda; la efigie de un auténtico mito.

miércoles, julio 02, 2008

Spangenhelm 1.2: el yelmo y el déjà vu

Había una vez, hace mucho, muucho tiempo, un armero novato que se embarcó en la loca tarea de hacer un spangenhelm.

El diseño de ese spangenhelm fue adoptado para el yelmo que le estoy haciendo al amigo Quinto de Bocángel, de la Orden del Acero Negro, sin más que un par de pequeñas modificaciones dictadas por la experiencia.

En román paladino, eso de las modificaciones dictadas por la experiencia, se traduce en que intenté evitar algunas de las meteduras de pata más gordas. Pero no importa, cometí otras.

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Hipótesis: el nivel de cagadas en la fabricación de piezas de armaduras es una constante mayor que cero.

(Vale, aún no he conseguido demostrarlo, pero tampoco he encontrado contraejemplo)
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El yelmo en cuestión empezó como una especie de exhibición de trabajo en chapa en Ciutadilla. Dada la falta de electricidad, los medios empleados no eran tanto históricos como pedestres, y puedo asegurar que se sudó de lo lindo para completar apenas las fases iniciales del yelmo; y no sólo por el solazo y la estrecha vigilancia de Ibn.



Después de dos jornadas de intenso martilleo, la cosa quedó en el marco montado y aplanado, los cuatro paneles triangulares cortados, y un par de ellos ya hundidos. Y eso, a pesar de la intimidante presencia de Ibn y su espada.

¡Trabaja, perro infiel!

La idea es tener el yelmo -casi- completo antes del siguiente evento en que coincidamos. Gracias al cielo, con la ayuda de herramientas eléctricas (no vuelvo a cortar chapa a cincel ni a punta de pistola, oiga)

El objetivo es llevarlo prácticamente terminado, a falta del remachado y guarnecido, que, de nuevo, serán ejecutados de cara al público. Eso significa, sobre todo, que en ese evento sólo arrastraré unos diez kilos de herramientas; mucho menos que en Ciutadilla (que no tenéis ni idea de lo que era cargar y descargar el equipo varias veces al día... con el coche a cien metros de donde estábamos plantados)

Claro, que cuando uno vuelve de Ciutadilla y se pone con el invento, se encuentra con algunas cosas raras. Empezando por un marco extraño, hay ángulos que no terminan de cuadrar, medidas que no acaban de coincidir, formas extrañas que uno no comprende...

Cuando por fin desmontas todo el marco, descubres que el problema está en que una tira, curiosamente, se ha retorcido un pelín.


La tira en cuestión, además, había sido objeto de un exceso de atenciones por parte de la punzonadora de mano. (Traduzco: estaba llena de agujeros innecesarios, porque los primeros y segundos taladros no estaban hechos en el sitio correcto)

Su destino estaba claro: al montón de chatarra, hagamos una nueva.

Corregido el problema, se siguen los pasos habituales, se liman un poco los bordes de las piezas cortadas a cincel (para que Quinto no sea lobotomizado en caso de recibir un mazazo en el yelmo) y se va dando el primer apriete al invento.


Ni que decir tiene que, en esta fase, la radial, a pesar de su innata perversidad, es una amiga inestimable. ¡No quiero ni imaginar lo que hubiera supuesto rebajar los "márgenes de error" de los paneles triangulares a golpe de cincel!

Y qué decir del resto que no haya contado ya. Se monta todo, se taladra todo, se aprieta bien con tornillos para que tome su forma definitiva y se repasan las junturas con una maza de nylon para que ajuste bien.


Y se desmonta todo -otra vez- y a pulir con calma. Esta vez, el aplanado fue concienzudo, así que el lijado parece estar resultando sencillo. Por ahora, la cosa va por la primera pasada, con grano 50 (se me ha acabado el 60, qué le voy a hacer)


He descubierto que, subiendo la velocidad del taladro al máximo, la cosa no sólo va más rápida; sino que incluso ahorras en discos de lija. En el otro lado de la balanza, metes mucho más escándalo, cosa que no sé hasta cuando van a soportar mis pobres vecinos sin quejarse.

¿Qué falta, antes de poder llevarme el casco a ser remachado?

- Dos granos de lijado, 120 y 240

- Satinado (Scotch brite y WD40)

- Pintar el interior con pintura antióxido. No es histórica, pero si muy práctica.

- Volver a montarlo, repasando todos los taladros con una broca de 4,5mm (imprescindible para que quepan los remaches, compensando las pequeñas deformaciones de las fases anteriores)


Vale, vale, no os pongáis así. Ya sé que no estoy contando nada nuevo; pero narices, esto es un blog donde cuento lo que voy haciendo. ¡Nunca he prometido que fuera un compendio de tutoriales frescos y novedosos!

(No sé yo si este yelmo le va a valer a Quinto con cofia y almófar, a lo mejor hay que meterselo a rosca, o a lo mejor se le cuela hasta la barbilla. Esto de no poder probar el casco me desconcierta)