lunes, agosto 25, 2008

Maderuelo 2008: Otra vez arriba y abajo con todo el equipo.

Como todo lo bueno se acaba, se acabaron las vacaciones, y hay que volver a la dura rutina. Afortunadamente, todo tiene su lado positivo. En este caso, que reabrimos el blog tras el parón estival; parón durante el que hemos podido hacer muchas cosas, como, por ejemplo, ir de una vez a Maderuelo. Hoy espero dar cumplida crónica de tan atareado fin de semana.


Viernes

Cargados de ilusión, y, sobre todo, de hierros, partimos el viernes por la tarde, rumbo al norte.


Maderuelo se encuentra en una curiosa zona de transición, entre las montañas del sistema Central, y lo que aquél dio en llamar la terrible estepa castellana. Eso significa que, por la zona, se alternan los frondosos cañones tallados por los ríos, con las extensas llanuras dedicadas, aparentemente, al cultivo de piedras.

Así que, tras recorrer un paisaje lunar, a la salida de una curva de la carretera aparece, de repente, la hermosa villa amurallada de Maderuelo, dominando un recodo del río.

Enseguida localizamos a nuestro contacto, Alberto Carnicero, que lleva un bar justo al lado de la zona de acampada. Alberto nos indicó dónde podíamos plantar la tienda.

Dicho y hecho, aprovechando la poca luz que quedaba, fuimos a plantar la tienda en el lugar indicado, ¡y allí, surgiendo de la oscuridad, aparecieron nada menos que Harald y Kombo!

No contaré la que han tenido que montar esos dos para ir y volver a Maderuelo (se lo dejo a los protagonistas) Tan sólo diré que, a cuenta del transporte, para ellos pasar el fin de semana en Maderuelo incluía salir el jueves por la noche, para acabar volviendo a casa el martes. Los tíos ya llevaban casi todo el día allí, dedicándose a destrozar metódicamente el escudo de Kombo con la viga espada que había fabricado Harald para la ocasión.

Ya noche cerrada, coincidimos en el bar con Fernando Abad, de Costumbres Medievales, tan majo como siempre. Estuvo viendo el gambesón de Harald, y nos dio algunos interesantes consejos sobre fabricación de gambesones y calzado.

Allí mismo, tuvimos la oportunidad de conocer a dos de los personajes con más renombre en este mundillo: Rorro, miembro destacado de la AEEA (¡resulta que somos vecinos!) y Yeyo, del Clan del Cuervo. Yeyo es una de las personas que más impulsa el rigor histórico en esto de la recreación; y además se ha pasado el fin de semana llevando un gorro que no sólo era de lo más histórico, sino que le daba un indefinible aire de pitufo superdesarrollado. Fue un auténtico placer poder charlar con ellos largo y tendido; y es que, para aprender, no hay nada como escuchar a los que saben.


Sábado

Nos levantamos pelaos de frío (¡cómo refresca por la noche en Segovia!) echando mucho de menos un WC portátil, e incluso, puestos pijos, una ducha de campaña por la zona del campamento. Partimos en busca de un bar, y descubrimos que, para nuestra sorpresa, el primer bar en abrir lo hace casi a las 10:30. Tras desayunar (¡qué carísimo es todo en Maderuelo, acabas con síndrome de guiri estafado en zona turística de Levante!) y recuperar la condición humana, nos preparamos para el desfile.

Y es que esto de la recreación, consiste, sobre todo, en caminar arriba y abajo con veinte o treinta kilos de equipo a cuestas.

Eso sí, el entorno acompañaba. Maderuelo resulta un sitio estupendo para un evento medieval, y no sólo por sus murallas, con su imponente puerta (ese cerrojo es para verlo)

Es que el pueblo no tiene apenas ninguna casa de aspecto moderno; y además, durante las fiestas, se esfuerzan en darle un aspecto aún más medieval si cabe. El mobiliario urbano moderno es camuflado, y hasta algún paisano desempolva los trastos desván y los saca a la calle para dar más ambiente. Incluso una señora se la jugó, sacando a la puerta de su casa un precioso yunque antiguo de unos veinte o treinta kilos. Estando yo suelto por allí, eso era casi provocarme para delinquir. Claro que el delito hubiera podido estar sujeto a un castigo ejemplar en la plaza pública.


Acabado el desfile, y después de recorrer el pueblo y el mercado, nos vestimos de civiles para irnos a comer al cercano (y también muy bonito) pueblo de Ayllón (iba a ser imposible comer en la villa, con toda la gente que había)

Pero, antes de comer, hicimos una parada para presenciar unos de los eventos característicos de esta fiesta: los disparos del almajeneque que tienen montado en la muralla. Y nos fuimos a verlo desde un sitio privilegiado: el otro lado del río, de forma que el cacharro disparaba justo en nuestra dirección.

El blanco es una balsa en el río, y los proyectiles son sandías. Impresionante el sonido que hacen cuando, literalmente, explotan al golpear el agua. Eso sí, como algún día una se desvíe y alcance a uno de los coches que atraviesan el puente, no me gustaría ser el que se lo explicara a la compañía de seguros.

- ¿Y cómo dice que acabó con ese agujero en el capó y el motor medio aplastado?
- Me cayó encima una sandía

- ¿Una qué?

- Una sandía.
- Ya… y... ¿cómo es que le cayó una sandía en el coche?

- Me la tiraron encima.
- ¿Con la suficiente fuerza como para hundir así el motor?

- Sí, la lanzaron con una especie de catapulta desde una muralla cercana.

- Ya, claro. Una catapulta. Desde una muralla. Aguarde un segundo, que tengo que hacer una llamada... ¿Oiga? ¿Seguridad?


(Por cierto, cero aciertos de tres disparos)

Por la tarde, tiene lugar el evento más espectacular: la algarada de la Veracruz. Un despliegue de medios e infraestructura realmente envidiable, incluyendo una carga a caballo, efectos especiales, y un Lignum Crucis como trofeo en disputa.

Como no podía ser de otra manera, la algarada tiene lugar a un buen trecho de distancia del pueblo, y, por supuesto, con una buena cuesta de por medio.


Impresionante la cantidad de participantes, algo realmente masivo. Entre tanta gente, eso sí, la cosa acabó un tanto caótica, y uno ya no sabía con quién se estaba pegando (¡ni de qué bando era!), de qué lado venía el caballo, ni qué estaba pasando en realidad. (Yo no sé si no me enteré bien de las explicaciones, o si el plan de batalla cambió sobre la marcha; pero acabé totalmente despistado, sin saber ni dónde narices estaba, ni qué había pasado)



También impresionantes las cargas, un tío estuvo a punto de levantarme del suelo en un choque (¡y eso que, equipado, peso más de 100 kilos!) Os aseguro que, cuando ves un muro de escudos romper a correr hacia ti entre alaridos, no hace falta fingir la cara de susto.



Y otra vez para arriba con todo el equipo. Nos quitamos los hierros (y ahora sí que echamos de menos la ducha de campaña) y de nuevo a ver disparar el almajeneque. ¡Esta vez, Kombo y Harald estuvieron ayudando a tensarlo! De nuevo, cero aciertos de tres disparos, pero mira qué estupendo vídeo de todo el proceso de carga.



Ya por la noche, se apagan las luces del pueblo, y se realiza una curiosa actividad, que sigo sin tener claro si es parte del programa recreacionista, o una fiesta lúdico-etílica de una peña del pueblo. Un curiosísimo y bastante pagano Vía Crucis, a la luz de las antorchas, recorre el pueblo en procesión.

Mientras, el gremio de dentistas de la provincia de Segovia se frota las manos ante la idea de medio pueblo y abundantes turistas caminando completamente a oscuras por el traicionero empedrado y las empinadas cuestas.


Culmina el día con los disparos nocturnos del almajeneque, utilizando proyectiles incendiarios (sandías con bengalas pegadas) Es tremendamente espectacular; lástima que las bengalas se soltaran del proyectil en pleno vuelo (debieron fundir la cinta que las pegaba). El porcentaje de aciertos a la balsa (engalanada con antorchas para la ocasión) se mantiene uniforme: tres disparos, cero aciertos. (Sé que hace un par de años le dieron una vez)

Y a la camita. Eso sí, una vez aprendida la experiencia, G. tomó medidas para no pasar ni gota de frío. Y es que tenía a su alcance el camisón de invierno definitivo.



Domingo

Pues poca cosa. No nos queremos comer el atasco de entrada a Madrid, así que a recoger la tienda tempranito, despedirse de Kombo y Harald (ha sido un placer, chicos) y de vuelta a casa.

...y, para terminar, ya en casita, a limar las melladuras de la espada, eliminar cualquier amago de oxidación de los cascos, aceitar todo el hierro, engrasar el calzado, recoser alguna costura reventada del talabarte, y colocarlo todo en su sitio.

Y en la próxima entrada, si el tiempo y la autoridad lo permiten, hablaremos de calzado.