jueves, febrero 19, 2009

Teruel 2009: Minimizando el uso innecesario de las cuestas empinadas y otros sobresfuerzos.

Vamos a ver, llevo un año paseando alegremente varios kilos de hierro arriba y abajo por esos eventos de Dios, y eso tiene que acabar. Que una cosa es una cosa, y otra muy distinta estar una semana con una contractura en los gemelos.

Así que, después de dejarme las piernas en el último evento turolense, el objetivo de este año era subir y bajar por las empinadas calles de la ciudad lo menos posible. Y es que, si hay que ir se va, pero ir con kilos de chatarra de más, es tontería.

En línea con este objetivo, hemos procedido a implantar una serie de medidas que nos permitan avanzar en la consecución de nuestra meta: ahorrarnos esfuerzos físicos innecesarios.


Medida 1: Salir tarde.

Las actividades del campamento ya se iniciaron el jueves. Como estar allí hubiera implicado subir y bajar varias veces por todo Teruel, ayudar a montar el campamento, y tantas otras tareas cansadas, nosotros decidimos evitar los esfuerzos. Así, mientras la gente sufría de lo lindo en Teruel, nosotros disfrutábamos y nos relajábamos tranquilamente en nuestros lugares de trabajo, esperando hasta el viernes por la tarde para salir. (¡Hay que jod…)

Esperando a R. a la salida de su trabajo, mientras nos ponemos ciegos de golosinas. Además de knipex, cierta marca de alquiler de vehículos podría ir teniendo un detallito ¿no? Que ya parece que vamos patrocinados...


Medida 2: Echarle morro y abusar de los amigos.

En lugar de dirigirnos directamente a la residencia, paramos antes en el campamento. Los Fidelis fueron tan amables de permitirnos dejar los hierros más pesados en una de sus tiendas, evitándonos el papelón de ir arrastrándolos desde y hacia la residencia cada vez.

Pero no contentos con eso, aprovechamos que Kombo y Harald ya andaban por allí desde el jueves, y les pusimos de porteadores a ayudarnos a descargar.

Kombo y Harald llegaron el Jueves. Para cuando quisimos llegar nosotros, ya se habían ganado a toda la comunidad recreacionista. Normal, porque estos chicos son la leche. Eso sí, como Harald siga empeñado en hacer sonar el cuerno constantemente, ya ha sido advertido de que sufrirá funestas consecuencias.

Así que saludamos apresuradamente a los Fidelis, intercambiamos calurosos saludos con nuestro ya viejo amigo Frei Galcerán (de la OAN), y, una vez descargado el equipo, subimos a la residencia en la furgoneta, cómodos y descansados.

Lástima que no funcionara el ascensor de la residencia y hubiera que subir por la escalera los bultos que quedaban…


Medida 3: Bailar es cansado. No bailes.

Una interesantísima novedad de esta edición han sido los bailes medievales, bailes que se explicaron el taller de danzas del viernes por la tarde y que se llevaron a cabo el viernes por la noche en la Plaza del Torico.

Como bailar es cansado, y no te lleva a ninguna parte, nosotros nos escaqueamos; y durante la celebración del mismo estuvimos descargando la furgoneta y cambiándonos de ropa a algo más a la moda de SXIII. Para cuando quisimos llegar a la plaza, allí no quedaba ni el gato.

¡Bailando! ¡Me paso el día bailando!
(Foto cortesía de Jaume, de los Arquers i Companyia de la Flor de Lis)


Medida 4: Nada de turismo nocturno. Relax en el campamento.

Porque recorrer Teruel es cansado, y no ofrece ni la décima parte de la satisfacción de estar en el campamento, charlando con los amigos...

No es un posado. De verdad que esos caretos son naturales.

... y conociendo otros nuevos, porque la verdad es que la cosa está muy concurrida, y hay montones de gente que uno sólo conoce por internet.

¡Jo, qué ambientazo! ¡Y qué práctico es llevar un gambesón con este frío, oiga!


Medida 5: Bajar ligeros a la batalla.

¡Oh, sí, qué placer bajar al campamento equipado de guerrero, pero sin el pesadísimo lorigón!

Aún no comprendo por qué demonios Arant se empeñó en subir la malla hasta la residencia para luego bajar por la mañana con ella puesta.

Ya en el campamento terminamos de equiparnos, y fue cuando descubrí que no había teñido tan mal los guantes. Porque me había bajado dos guantes derechos, pensando que llevaba una pareja correcta.


¡Menos mal que la izquierda es la mano del escudo!


Medida 6: No cansarse en la batalla

Va, de acuerdo, olvídalo. No se puede. La batalla es cansada y estresante. Así que me limitaré a contar cómo transcurrió, desde el muy limitado punto de vista de un vulgar soldado con una pronunciada miopía.

La cosa empezó con un control de seguridad de los participantes y su equipamiento (¡bien, buena idea!)

Nota mental: para otro año, intentar no ser de los primeros en pasar el control, y así reducir el tiempo de espera bajo el solazo con todo el equipo puesto)

David el templario, Arant y servidor; más solos que la una.

Finalmente, el campo de batalla se llenó de gente, y se lió parda.

La batalla tuvo unas tácticas bastante sofisticadas, con los diferentes bandos divididos en centro y flancos, cada cual con sus filas bien definidas y sus maniobras predeterminadas (¡bien, buena idea!) (Lástima que la zona de combate fuera algo pequeña para ese despliegue) Y, lo más importante, cada grupo tenía su capitán, que en cada momento ladraba las órdenes oportunas y velaba por su acatamiento (¡bien, no ya buena, sino excelente idea! ¡La primera algarada en la que estoy seguro de lo que hay que hacer en cada momento!)

La batalla empezó con un intercambio de proyectiles. ¡Qué trato tan injusto; oro por baratijas!

Nuestro bando comenzó el ataque con sus cuatro terribles fustibaleros. Las andanadas de piedras pelotas de tenis cayeron, inofensivas, encima cerca de nuestros enemigos. Ellos, a cambio, nos recompensaron con una lluvia de flechas de impacto cuya fuerza sobre mi escudo, comparable a la de un espadazo, me sorprendió. (Alguno sufrió el golpe de una flecha que se coló entre los escudos y se llevó un moratón interesante) Por cierto ¿sabéis lo chungo que es echar rodilla a tierra y volver a levantarte con toda la armadura puesta?



La batalla continuó con una escaramuza de nuestro flanco izquierdo. Aquí podéis ver, en primer plano, nada menos que a Polo (a la izquierda) preguntándose como combatir con un zurdo (el mismísimo Harald, a la derecha)

Por cierto, Polo tuvo suerte de que Harald no le hiciera cisco su escudo nuevo. Porque me sé de uno cuyo escudo ha perdido un palmo de diámetro para eliminar las partes destruidas por la viga del niño. Además, el escudo en cuestión estaba en el punto de mira de bastante gente interesada en probar su armamento más pesado. Vamos, que es sorprendente que Kombo aún tenga escudo.



Más tarde la cosa pasó a mayores, y empezamos a darnos masivamente


(Todos los vídeos anteriores son cortesía de Zlatava)


Y entre avances y retrocesos, flanqueos y contraataques, la batalla se volvió encarnizada


Hasta que nuestro bando, para variar, resultó ser el victorioso; tras pasar a cuchillo a los escasos supervivientes del bando enemigo.

¡Hemos ganau, hemos ganau!

Esto de las batalla es realmente curioso. Entre el almófar, el yelmo, la miopía, y, sobre todo, la adrenalina, tienes eso que llaman "visión de túnel". Vamos, que sólo te enteras de lo que tienes justo enfrente tuyo; y ni la más remota idea de lo que hay a tu alrededor.

Y además tuve ocasión de ser testigo de excepción de una maniobra que yo mismo protagonicé en Ciutadilla: el enemigo que tenía delante se enfrentó con alguien, giró, giró... y sin darse cuenta acabó combatiendo contra los suyos, mientras me ofrecía la espalda. (Fui bueno y se lo dije, no creáis que me aproveché de la situación. Que la cosa hubiera podido ser bastante confusa)


Medida 7: La ropa militar es pesada y cansada. Mejor vístete de civil en cuanto tengas ocasión.

Dicho y hecho, en cuanto terminó la batalla, estrené mis nuevas galas como civil.

Pueden apreciar a nuestro apuesto modelo Axil, luciendo un hermoso sayo de paño de lana fabricado por el prestigioso modisto Arant; y complementado por una crespina blanca de la aguja de la madre de Kombo. Y sí, G. sigue escondiendo un forro polar debajo de la capa.

Y es que Arant se está metiendo de lleno en esto de la costura. No sólo mi sayo, sino también la túnica y las calzas que llevó C; y las capas que llevaban tanto R. como él, eran obra suya.

Arant y R. con las capas confeccionadas por Arant.


Aunque, todo hay que decirlo, la túnica tiene un corte... extrañamente familiar.

Es con esta ropa ligera con la que ya puedes recorrer tranquilamente la zona, saludar a los conocidos, ver los puestos con calma, y, por supuesto, revolver con muchísima atención en el puesto de Fernando, donde adquirimos algunos cuernos más (R. y G., que tenían envidia) y G., que no se fía de cuánto van a durar los zapatos que le hice, se compró unos nuevos.


¡Por fin unos zapatos decentes, y no esa porquería!

Y hablando de zapatos, allí tuve ocasión de examinar en detalle unas botas hechas por el maestro Lupercio de Canfranc. Si no llega a ser por la estrecha vigilancia a la que me tenía sometido Fernando, saco allí mismo un cuchillo y los deshago para intentar comprender cómo están fabricados. ¿Cómo rayos conseguirá coser la plantilla a media carne a la suela? ¿Lo hará antes de dar la vuelta al zapato? ¡Qué maravilla de trabajo!


Medida 8: Comer por la zona.

Vale, esta medida nos la saltamos; no bajamos los bocatas, y tuvimos que subir a la residencia a comer. Claro, que algunos lo aprovecharon bien, y se quedaron echando una siesta de esas de pijama, orinal y padrenuestro; mientras Arant, G. y yo volvíamos al campamento.


Medida 9: Sobremesa tranquila haciendo punto.

Nada de ir por ahí recorriendo callejuelas arriba y abajo, arriba y abajo. Mucho mejor te sientas en una mesa y haces punto tranquilamente mientras charlas con la gente y les explicas tu particular versión del petit pua.

Pues sí, finalmente pudimos hacer algo de malla remachada. Aquí, con Harald rompiendo mis herramientas ayudándome. Al fondo, de izquierda a derecha, la mujer de David el templario, un tipo muy majo cuyo nombre ignoro, Arant, el mismo David, y Polo.

A todo esto, Kombo no se quedaba atrás con el espíritu recreador, y se dedicaba a fabricar cordones para su atuendo mediante la muy antigua técnica llamada lucet.


Esto es recreación, y lo demás son tonterías.

(Muchas gracias a los Fidelis por dejarnos un rinconcillo y darnos el apoyo logístico necesario para poder hacer todo esto)

Aunque descansada, el fallo de esta actividad es que no pudimos recorrer la ciudad y ver la fiesta en la que se vuelca Teruel; porque ver a media ciudad en la calle, todos caracterizados de época (vale, con resultados desiguales) es una auténtica gozada.

Eso sí, mientras estábamos entretenidos con esto, pasaron por allí unos cuantos conocidos a los que poder saludar.

Entre otros, pasó mi admirada Mesnada Mercenaria de los Mesnaderos Menesterosos (Apunta, Jaume, a ver si este año lo dices bien)


Medida 10: En el desfile, no es estrictamente necesario llevar encima todos los objetos metálicos que posees.

De hecho, este es el auténtico y principal secreto para no acabar destrozado. Si no te pones la cota, puedes afrontar las cuestas con otro espíritu.

Porque en el desfile hay cuestas. Seguro. Sea en Teruel o en las Chimbambas.

Una de las cosas que no termino de comprender del desfile de Teruel, es por qué subimos a paso de carga hasta la torre mudejar, para luego acabar esperando allí media hora. ¿No sería mejor subir más tranquilitos, oiga?

El desfile es un momento increíble, plagado de escenas inolvidables, como cuando la aguerrida tropa dedicó a Isabel de Segura una canción en francés raro la hermosa lengua occitana. Aquí os transcribo el estribillo, tal como fue coreado por los soldados:

¡Se canto, que canto!
Canto pas per yuuu
Canto per ejem ejem
la la la la ¡yuuu!



El desfile, esta vez, no bajó por la escalinata; algo que nuestros físicos agradecen (aunque fijo que en realidad fue una astuta maniobra de nuestros capitanes para evitar que nos fuéramos con las mozas que sin duda nos esperaban allí)

El desfile acabó con un repentino y sorpresivo blandir de trompetas, y una fanfarria directamente dirigida a mis oídos, que me retumbó en el yelmo y que casi me provoca un infarto.

Éstos. Éstos son los de la fanfarria. ¡Huy, como os pille!

Y así el día va terminando. Se cena algo, y se sigue charlando con la gente al calor de la lumbre...

Porque en Teruel de noche, en febrero, hace frío.


¡Mucho frío!

Por la noche contemplamos el espadarazo, un momento lleno de humo de antorchas en los ojos para mucha gente. Muy bonico, que dirían los maños.

Y hablando de maños, aprovecho para incluir la nota soez. Apenas unos minutos después de pisar tierras de aragón, un maño muy musical nos canturreó una bella melodía que, por supuesto, se nos quedó pegada; y cuyo estribillo estuvimos tarareando todo el fin de semana. Y yo aún no he conseguido librarme de él, por cierto.

No disimules con la flautita, no, que fuiste tú...

Nos retiramos temprano, y lamentablemente nos perdimos los actos del domingo, ya que nos quedaban aún muchos kilómetros que recorrer hasta volver a casa.

Eso sí, nos llevamos con nosotros unos encarguitos especiales que le habíamos hecho a Harald. Arant, que está empezando a ponerle ojitos a los siglos XIV y XV, le encargó este juguetito:

Este es el brutal destripador precioso martillo de guerra que fabricó Harald para Arant.

Yo, como soy más pacífico, le había encargado algo más de vestir.

Hebillas y fíbulas de hierro forjado a mano; diseños exclusivos, precios económicos. Razón aquí.

Y la vuelta... ¡qué decir de la vuelta! Charla animada, hermosos paisajes, una jartá de reir...

Me encanta cuando conduce otro.

Y con esto ya sólo me queda agradecer a los Fidelis Regi su hospitalidad, su ayuda, su elegancia bregando con los marrones, y lo buena gente que son en general. ¡Un abrazo a todos! (Y una disculpa para todos aquellos de los que, con las prisas de la salida, no nos despedimos adecuadamente, que fueron muchos, y algunos muy queridos)

¡Ah! Y una mención especial para mi señor Celti, cuyo subconsciente no paraba de pedir a gritos que le sacara en el blog. Como cuando tropezó con la cuerda de una tienda, y según luchaba por no arrastrar el morramen por el suelo me miraba y decía "¡No saques esto en tu blog, que tienes muy mala leche!". O como cuando intentó autoinmolarse en una hoguera. ¡Pero si es que hasta lo de los colores de su sobrevesta es ir provocando!

Celti es un tipo estupendo, pero se ha ganado esto a pulso. ¡Un abrazo!

Así que ya sólo me queda invitaros a leer la impresionante crónica oficial de los hechos, de la dotadísima pluma del prestigioso amanuense Don Enrique de Çaragoça, y que podéis encontrar aquí.

lunes, febrero 02, 2009

¡Deprisa, deprisa; que nos vamos a Teruel!

Sin duda, el ser humano es de natural inconformista y acaparador. Siendo generosos, incluso podemos incluir al recreacionista en el término "ser humano", así que el más simple silogismo aristotélico nos lleva a una conclusión clara:

Por muy orgulloso que esté de su equipo, para el siguiente evento, el recreacionista quiere más y mejor equipamiento.

Así que aquí estoy, corriendo como pollo sin cabeza, para preparar un montón de cosas que quiero tener listas para Teruel.

Al principio, hice una lista, en la que había tres cosas imprescindibles y cinco tan solo deseables. Como yo soy un tipo muy racional, y con una arraigada formación tecnológica, evidentemente empecé trabajando en las que eran sólo deseables.


Sujetándose la cornamenta...

Hace ya unos meses que Arant y yo nos hicimos con unos cuernos para beber (no os perdáis este tutorial, que merece la pena) Pero claro, ir por ahí todo el rato con el cuerno en la mano es una lata. Lo suyo es hacerle un soportito para poder llevarlo colgado de la cintura. Que no sé yo hasta qué punto esto es histórico, pero da un bonito detalle lúdico-borrachuzo a los eventos de recreación.

Un trabajo sencillo. Cortas un par de rectángulos de cuero, uno para hacer de trabilla y otro para hacer de soporte propiamente dicho. Venga, no seas vago y repújales alguna cosita decorativa, que no te cuesta tanto.


Y, ya que tienes el cuero mojado, aprovecha y dale forma para que al secar ya quede como debe ser. ¿A que mola el mantel de manzanitas?


A mí, la verdad, el cuero repujado me parece que queda un poco soso ¿no? Vale, daremos unas capitas de tinte rojo, y aplicaremos un poco de betún de Judea una vez seco el tinte


Mucho más vistoso ¿verdad? Ahora puedes coser todo el invento junto para formar el soporte. Pero para eso tienes que estar muy muy seguro del tamaño de tus cuernos (con perdón). Que cuando se rompa el cuerno, o lo pierdas, el siguiente no va a ser igual. Así que casi mejor lo hacemos ajustable.

Para eso, cosemos sólo uno de los lados del soporte al interior de sólo uno de los lados de la trabilla.


Después unes la parte inferior de la trabilla para que quede cerrada: por ahí deslizará el otro extremo del soporte. Para que no haga fuerza directamente sobre el hilo y acabe por abrir la costura, colocamos un par de rectangulitos de cuero entre ambos lados de la trabilla y cosemos atravesándolos.

Rematamos un poco los bordes, colocamos un cordoncito para permitir el cierre ajustable…


¡Y listo para usar!



... y posando la cornamenta

Pero cuidadín, este soporte sólo debería utilizarse con el cuerno vacío. ¿Cómo que por qué? Imagina lo que pasa si te despistas y te sientas llevando un cuerno lleno en el cinturón. Efectivamente: un refrescante derrame de líquido en la entrepierna.

Lo suyo es que el cuerno lo puedas posar en algún sitio cuando esté lleno. Y digamos que entre las múltiples virtudes de un cuerno para beber, no está precisamente su estabilidad sobre superficies planas.

Afortunadamente, cuando adquirimos los cuernos, Rufino fue tan amable de incluir unos soportes de hierro para los mismos. Bueno, en realidad, no para los mismos. Más bien para otros. Del tipo colmillo de elefante africano macho adulto, más que del tipo vacuno.

Pero no hay problema: ¡para algo me acabo de comprar un equipo de soldadura de arco!


Así que un par de cortes con la radial, y a volver a soldar el soporte a un tamaño más aceptable.

Teníamos que dar un total de cuatro puntos de soldadura. Entre Arant y yo, apenas tardamos algo más de una hora; consumiendo sólo dos electrodos y fundiendo los plomos de la casa sólo una vez. Eso sí, nuestros esfuerzos se vieron recompensados por unos cordones de soldadura realmente horribles.

Esto viene a ratificar lo que ya sospechábamos: que no sabemos soldar. Así que me permitiréis que no entre en tutoriales sobre este arte hasta que le haya pillado algo más de práctica ¿vale?

Aún después de trabajar los pegotones de cordón con la radial y un disco de desbastar, y de pintar el resultado de negro, la soldadura canta bastante; así que habrá que disimularla un poco. Mira tú por donde le voy a encontrar utilidad al cuero de uno de los pares de zapatos que quedaron mal…


Pero claro, no todo en la recreación va a ser beber de un cuerno. De vez en cuando se acometen otras actividades, como por ejemplo medirse las costillas a espadazos unos a otros. De ahí la necesidad de fabricar un


Escudo de invitado

Entre Arant y yo, prácticamente tenemos equipo suficiente para equipar a un tercer guerrero, pero faltaba un componente importante; e imprescindible para que el tercer guerrero pueda participar en cualquier tipo de escenificación de un combate: el escudo.

Así que, aprovechando los demasiado estrechos retales de madera que quedaron de los anteriores escudos elaborados, y con muy poco tiempo por delante, me embarqué en la fabricación de un nuevo escudo lágrima.



No hay mucho que rascar, el único cambio reseñable frente a anteriores diseños es el embrace, esta vez realizado en cuadrado. Este embrace es muy versátil, puedes agarrar el escudo en vertical, en horizontal, a la borgoñona ¡Incluso un zurdo que utilice la espada con la izquierda podría usarlo sin problemas!



Yunque de viaje

Pero centrémonos en Teruel.

Ya he comentado en alguna parte que a lo mejor (sólo a lo mejor) estoy un rato haciendo malla remachada en el evento turolense. Ahora mismo, lo que estoy utilizando como yunque es un tornillo de banco sólidamente atornillado a un tocón de encina. Ya estuve arrastrando ese muerto por Ciutadilla y Barberá, y casi que prefiero no tener que volver a hacerlo si no es imprescindible.

Así que hay que fabricarse un yunque de viaje, que no va a ser más que pulir un trozo de una de las planchas que me dio Manoruo hace tiempo.


Lo que no estaba sólidamente pintado, estaba sólidamente oxidado; así que no creáis que fue tan fácil. Hizo falta recurrir a la radial con un disco de lijar antes de ponerse con el taladro y los discos habituales.


Hebillas y punteras

Los que hayan visto mi equipo, sin duda se habrán fijado que las hebillas y punteras de mis cinturones y talabartes presentan un aspecto inconfundiblemente antiguo. De mitad de la década de los 80, para ser exactos.


Aunque tengo echadas mis redes para hacerme con cacharros un poco más correctos, quería darles un repasito y cincelarlo todo un poco. Vale, es una chapuza, pero es lo único que se me ocurrió mientras consigo sustitutos.

Antes de liarme con el cincel, decidí darles una pasada de soplete, con ánimo de normalizar el metal y poder trabajarlo más fácilmente. Con las hebillas, la cosa funcionó correctamente. Pero las punteras… Cuál fue mi sorpresa cuando, nada más enchufar el soplete a la primera de las punteras, ésta comienza a burbujear y arrugarse.


Efectivamente: eso no era hierro. No sé si sería zamak, o plastilina; el caso es que aquello fue un desastre. ¡Una puntera menos!

Todo lo que sobrevivió al soplete pasó por mis expertas manos, manejando un cincel al que había rebajado la punta. Como podéis apreciar en las fotos, era la primera vez que intentaba cincelar algo. Recomiendo encarecidamente a cualquiera que vaya a hacer algo parecido que juguetee antes con el cincel en un cacho de chapa inútil.


Sí, ya sé lo que estás pensando. Las del cinturón de la derecha no están tan mal ¿verdad?

¡Pues claro que no, como que no son cosa mía, sino de las que vende Fernando! Son un poco posteriores a la época en la que tengo centrado el equipo, así que las he aprovechado para el talabarte de la mano y media; que resulta más contemporánea.


Zapatos de invitado

Cuando C. estrenó en Santes Creus los zapatitos que tanto me costó hacer, se quejaba amargamente de que el derecho le hacía daño. Al principio, yo lo achacaba a la extrema dureza del cuero y a que C. siempre ha sido un poquito quejica.

¡Cuán lejos de la verdad! Efectivamente, una de las costuras no sólo acababa en un nudo molesto, sino que de ese nudo sobresalía un hilo que el superglue había convertido en un alfiler apuntado al pie.

Cortar un poco, aplastar a martillazos un mucho... Incluso he pegado un diminuto parche de cuero encima del nudo (parche que en realidad no estoy seguro de si solucionará el problema, o si será aún más molesto que el nudo original)



Guantes, guantes y más guantes

Ya en su momento comenté mi primera experiencia tiñendo unos guantes de soldador. La cosa no quedó del todo mal, y parece que el tinte resiste, pero los guantes parecían hechos de la más selecta piel de rinoceronte.

Para tratar de ablandarlos, seguí los sabios consejos de Coalheart, y los unté de crema hidratante para manos. Pero bien untaditos, nada de medias tintas.


Este proceso tiene un primer efecto positivo: te deja las manos de lo más suaves.

Dejas los guantes absorbiendo la crema unos días, y lo cierto es que quedan bastante mejor. Repites el proceso un par de veces, y al final quedan mucho mejor que antes. Es decir, ahora sólo están extremadamente duros.

Está claro que estos guantes no van a servir para cubrirlos de malla o chapa: demasiado tiesos. Pero aún así no era cuestión de desistir, habrá que probar métodos alternativos. ¡Y, si quedan duros, siempre pueden servir tal cual!

Así que, siguiendo de nuevo los consejos de Coalheart, probé con los tradicionales tintes Iberia...


...y algo no hice bien, porque la cosa quedó extremadamente mal.

Más tarde me he hecho con tinte marca Tenax, el que algunos llaman "tinte francés". Voy por la tercera capa, y el resultado podría definirse, en el mejor de los casos, como "descolorío", así que me ahorraré las fotos.

Eso sí, cada vez se vuelven más y más sólidos. Éstos van a tener que sumergirse en crema de manos durante semanas.

Creo que voy a tener que renunciar y comprar unos pocos pares de guantes.


Concluyendo

¿Te crees que esta entrada es caótica, está saturada de informaciones dispares, y no resulta coherente?

Pues yo también. ¡Pero hazte a la idea de que, además, yo llevo viviendo en este revoltijo las últimas dos semanas! ¡Me estoy volviendo loco!

En fin, que ¡nos vemos en Teruel! (Soy despistado, mal fisonomista, y además durante bastante tiempo iré sin gafas, así que si no te reconozco y no te saludo ¡salúdame tú a mi!)