jueves, diciembre 16, 2010

Portalrubio 2010: ¡Jozú qué frío!

Tal vez debería plantearme mudarme de una vez por todas a Teruel. Al fin y al cabo, parece que voy allí más que a la peluquería.

Aunque también es verdad que no piso una peluquería desde principios de los 90... Pero el caso es que vamos mucho por Teruel. Y que a G. le encanta. ¡Si hasta se mimetiza con los nativos!

G. se llevó ese gorrito aposta para esta foto, sabiendo que "el Torico" iba a ser "el Arbolico"

Este año, la asociación Horno de Portalrubio volvió a convocarnos a su fiesta anual, tal como tuvo a bien hacer el año pasado.

Claro que este año el tiempo estuvo algo revuelto, y fue bastante menos gente que el pasado. Supongo que todos conocéis el dicho (que yo he oído aplicado a varias localidades) de "En Ávila sólo hay dos estaciones: el invierno, y la del tren". Vale, pues en Portalrubio no hay estación de tren.

Recorriendo las calles del pueblo en busca de cobertura. Inmediatamente después de esta foto, noté una súbita falta de adherencia, seguida de una fuerte aceleración descendente, a su vez continuada por una brusca desaceleración. Vamos, que resbalé en el hielo y me metí una buena culada.


Pero el tiempo no nos desanimó, y allí que nos presentamos los tres como campeones.

- ¿Los tres?

Sí, claro. G., yo mismo ¡y Paquitín!

¡Sonreíd los tres!

Maldita la hora en la que se me ocurrió llevar a Paquitín. ¿Sabéis lo que pesa, lo que abulta, y lo incómodo que es ponerle y quitarle la malla?

Así que después de quitar las telarañas a la herrería, nos pusimos a montar el chiringuito. Afianzamos un poco mejor el yunque (aunque medí fatal y nos quedó muy, muy bajo), retiramos el viejo fuelle, y colocamos el mío en su lugar.

Lo de encender el carbón con un soplete me lo enseñó mi amigo de Ferro i Foc. No pienso volver a encender una barbacoa con papel, astillas o piñas en la vida.

Sobre el viejo fuelle... con un poco de suerte lo restaurarán en breve. Eso espero, porque sería una pena no poner en orden de marcha ese cacharro, con lo que se han currado el resto de la herrería (tendríais que ver las fotos de cómo estaba antes de restaurarla)


Lástima que se me olvidó sacar una foto de la tobera, que es un monstruo de hierro de mucho cuidado. Aunque sin ella, ya pesa lo suyo el cacharro, no os creáis.


Y allí que echamos el día a nuestro rollo. G. estuvo con sus zapatos...

No, no es que haga zapatos a docenas. Está terminando el mismo par que empezó el año pasado.

...y yo me dediqué a la forja.

Por mi zona es casi imposible encontrar un acero decente para cuchillería, así que la alternativa habitual es tirar de ballestas o muelles de amortiguación. Pero, eso sí, los muelles cuesta una jartá enderezarlos.

Aunque bueno, eso de que me dediqué a la forja... lo cierto es que no salió de aquello ninguna pieza utilizable (bueno, miento: pude enderezar con éxito un cuchillo que estuve haciendo con Ferro i Foc, y que se me dobló más tarde al templarlo). Las causas del fracaso fueron variadas:

1.- Un carbón vegetal que parecía (y ardía) como si fuera piedra pómez pintada de negro.
2.- Otro carbón vegetal que parecía (y ardía) como si fuera madera de pino.
3.- Un carbón mineral que tenía buena pinta, pero que apenas ardía, y, en lugar de ceniza, dejaba piedras.
4.- Una mala relación de altura entre el fuelle y la fragua, por el que el aire soplaba por encima del carbón.
5.- Inadecuada altura de la chimenea, que impedía trabajar a gusto.
6.- Absoluta torpeza y completa inexperiencia del forjador.

De las seis razones, las primeras cinco suman aproximadamente el 2% de la culpa. Y, eso sí, tampoco me vendría mal hacerme [con] unas pinzas con boca redonda.

En todo caso, en la forja fuimos unos privilegiados, ahí al calorcito. Porque los de los puestos callejeros tuvieron que acabar más bien frescos.

Seguramente un mercadillo medieval real se parecía más a esto que a lo que solemos ver en ciudades grandes.

Con fragua y todo, según avanzó la tarde, la cosa fue refrescando bastante; y hasta dentro de la herrería había que buscar calorcito donde se pudiera.

Al calor del ¿¿foco halógeno??

Lo importante es que la gente se lo pasó bien, sobre todo el grupo de niños un tanto silvestres encantadores que estuvieron por allí trasteando con los hierros.

Lo bueno de un greathelm para un niño es que, como le apoya en los hombros, no le aplasta las cervicales.

- ¿Y ya está? ¿No va a contar nada más sobre la forja?


Pues mira, sí. Voy a contar que ahora tienes la oportunidad de comprar este librito:

Sí, sí, lo has visto bien. Un libro de introducción a la forja, de mano del mismísimo Germán Gregorio. Más detalles al respecto (y dónde adquirirlo) aquí.