miércoles, marzo 23, 2011

El telar de tablillas (1): Tejer o hacer galletas, aún no lo tengo muy claro.

- Queridos seguidores del programa "La abuelita Paz enseña a los niños": en el programa de hoy, nuestra querida abuelita Paz nos va a enseñar a tejer. O tal vez a hacer galletas, no está demasiado claro. El departamento de producción no se atreve tampoco a darnos un título para el programa de hoy, porque la abuelita Paz, para qué nos vamos a engañar, está un poco más pa'llá que pa'cá; y como se le va bastante la cabeza, no hemos podido terminar de entender de qué va a ir su charla de hoy. Eso sí, queridos telespectadores, esperamos que disfruten, una tarde más, de las entrañables enseñanzas de la abuelita Paz.

Queridísimos niños, hoy os voy a hablar de cómo se tejía en mis tiempos. Bueno, o más bien en los tiempos de mi abuela. O en los de mi tatara-tatara-tatarabuela, que sé que eso os mola más, como decís los jóvenes.

Porque -ay, hija, alcánzame el bastón que se me ha caído. Gracias, guapa- antaño no se tejía como con las cosas modernas de las industrías esas, qué va. Antaño se tejía con telares que uno tenía en casa, ¡y bien que se apañaba uno! Que luego llegaron esos de las tricotosas, y que como muy moderno todo, que antes ¡quiá!

Yo, de jovencita, antes de la guerra, me acuerdo que hacía encaje de bolillos, allí en el pueblo. ¡Y bien bonico que quedaba todo, que eso no te lo venden hoy en ningún sitio!

Y que yo me acuerdo mucho de mi difunta abuela -quenpazdescanse- que a veces hacía cintas y tiras muy bonitas usando una cosa que llamaba telar de tablillas, y que los modernos de ahora lo llaman table güivin, o algo así raro en extranjero de ese.

Como yo de niña era muy curiosa, y me gustaban mucho las cintas que hacía, enseguida le pedí a mi abuela que me enseñara a manejar el cacharrillo de tejer, y eso es lo que os voy a enseñar hoy: lo del telar de tablillas.

Que ya sé yo que a los jóvenes de hoy en día os parece que esto va a ser muy complicado, y muy aburrido, pero que ya os digo yo que no. Que si habéis estado haciendo cotasdemalla de esas, que esto es mucho más fácil y más rápido. Y que no os preocupéis por lo de las tablas, que se puede hacer todo muy fácil.

- Abuela Paz ¿de verdad es tan fácil? A mi me han dicho que encontrar las tablillas es muy complicado...

Pues mira, que hasta yo he encontrado por la interné ésa una forma de hacer las tablillas, que en diez minutos tienes todo lo que hace falta para empezar. Que lo vi en el blos de este chico tan majo que tiene un nombre tan raro, el Edetanii, o como se diga. Que las tablillas las hizo con una baraja de las de jugar al tute, que es de lo más fácil de hacer. Cargüivin, dicen que se llama eso.



Y que es un chico muy aplicado el Edetanii, como tenéis que ser vosotros, queridos niños, y estudiar mucho. Y así, seguro que podéis ser como él, o como este otro chaval, que también es muy listo y muy apañao; y que encontró este librito que tenéis que bajar ya mismo si queréis hacer algo con esto del telar de tablillas. Que, como decía el maestro de mi pueblo cuando yo era niña, hay que apender a andar antes de echar a correr.


Las cartas vienen muy bien, porque son fáciles de conseguir, y puedes seguir los números para saber dónde va cada una cuando se te caiga el telar al suelo y se baraje todo el telar. ¡Je! Y se baraje el telar. ¡Que está hecho de cartas! ¡De una baraja! ¡Ay, qué gracia, hijo!


Claro, que las cartas estas tienen un límite, y si eres un poco brutito -como uno de mis nietos, que parece mentira que el pobrecico tenga estudios- a lo peor no te duran mucho. ¡Y que si se rompe a medio tejer, la cosa tiene muy mal arreglo!


Pero eso lo apañamos haciendo unas galletas, que eso, queridos niños, sí que se le da bien a la abuelita. De las cuadradas, y espero que nada crujientes.

La masa la haremos de contrachapado, que posiblemente sea el peor material del mundo para hacer este tipo de galletas. Pero es que, queridos niños, la madera maciza cuesta muchos duros, y la cosa está muy achuchá.


Las galletas tiene que ser bastante hermosas, como de media cuarta de lado a lado. Que me dice el chaval ese tan simpático de producción que eso son como 8 ó 10 centímetros.

Tienes que cortar muchas galletas, que seguro que luego, cuando termines de cocinarlas, muchas se estropean. Que luego, como mucho, mucho, a lo mejor usas cuarenta o así, pero tú prepara más. Y no te olvides de dejar una tiras para las lanzaderas, que es donde luego enrollas el hilo que vas pasando de lado a lado.


El secreto para que las galletas salgan bien no está en el horno, está en el taladro. Acordaos, queridos niños, de taladrarlas bien prietas entre ellas y de poner un mártir al final, que lo importante es que no se astille la salida del taladro.

Y todo lo demás, es suavizar para que no se enganchen los hilos. Primero por fuera...


...y luego, por dentro; que antes eso era muy difícil, pero con esos inventos tan modernos que llaman Dermel, o Delmer, o algo así, es muy fácil.


Lo importante es que, cuando se dé la vuelta a las tablillas, los hilos no se enganchen con nada; que si luego se enreda el hilo en una astilla, eso ya no lo arregla ni San Pedro bendito.

- Abuela Paz, qué galletas tan ricas le habrán salido con esta receta...

¡Ay, hijo, algunas más ricas que otras, algunas más ricas que otras! Que seguro que los niños que están viendo esto en casa y están siguiendo la receta -¡Ay, amorcicos míos, qué majos!- se han dado cuenta de que algunas de las galletas se ha roto, y les han salido astillas, o tienen los agujeros irregulares, o algo así. Pues lo que tienen que hacer es seleccionar las mejores, e ir poniéndolas las primeras, y así con todas, que queden en orden. Y luego, como contaba mi sobrino el Luciano que le decían en la mili: ¡A numerarse!


Que no te rías, que si luego se enredan las tablillas, o si tienes que girar unas sí y otras no, viene muy bien saber distinguirlas.

Y como a mí se me va mucho la cabeza, sobre todo si estoy viendo el parte mientras tejo, también viene muy bien saber si cada tablilla está en su posición inicial, o si le has dado ya un cuarto de vuelta, o dos, o tres. Hay quien pinta las esquinas de colores, pero también puedes marcar los laterales.


- Vaya, abuelita, eso está muy bien, pero ¿por qué algunas galletas son de otro color?

Ay, hijo, eso es por el aceite (de linaza, que era; muy bueno para las galletas) que usé, que si luego te pones a frotar las galletas con el hilo y con los dedos, se va un poco y queda de un color raro si no se ha secado bien antes.


Y ahora os voy a enseñar cómo se teje, y, sobre todo, cómo se interpretan los patrones del tel...

- ¡Un segundo, abuelita! Me dicen desde producción que no tenemos más tiempo, y que hay que ir despidiendo el programa. ¡Pero no se preocupe, nos podrá explicar todo eso la semana próxima en "La abuelita Paz enseña a los niños"!

¡Ay, ahora que ya había cogido carrerilla! Bueno, hijo, como digas, que al fin y al cabo, qué importará lo que tenga que contar una pobre vieja. Si es que ya no se respeta a los mayores, cualquier día de estos cojo la puerta y os dejo con el programa éste de la puñeta, así no hay forma de...

-¡Y así les emplazamos a nuestro próximo programa (llevaos a esa vieja loca, por Dios, que estamos en antena), donde prometemos a todos nuestros queridos telespectadores que la abuelita P... que UNA abuelita Paz hará las delicias de grandes y chicos con nuevas lecciones de tejido, de repostería, o de lo que sea!

sábado, marzo 05, 2011

Haciendo cuchillos (2): Esto no hay por dónde agarrarlo.

Decíamos ayer...

Ya tenemos un cuchillo, forjado con sudor y golpes en el intenso calor de las llamas de la fragua. Espera ¿un cuchillo? No, más bien un cacho de acero pelao. A esto hay que hacerle un mango.

Partimos de la hoja del cuchillo, bien revenida. ¿Ya te he dicho que el revenido se puede hacer en un horno doméstico, puesto a tope, durante una horita?



El mango estándar de un cuchillo está hecho a partir de un tocho de madera, preferiblemente dura. Si usas una madera blanda y llena de hebras (tipo pino) el mango será... una desgracia, un asco, una basura, un desastre. Madera dura. ¿Entendido?


Encabar el cuchillo parece fácil ¿verdad? Taladras el tocho de madera de lado a lado y encajas la espiga, bien embadurnada de pegamento. Fácil...

...a menos, claro, que te pase como a mí, y tengas esta aparente incapacidad genética para taladrar en línea recta un tochillo de madera. Y no será porque no desplegué medios.



Prefiero no confesar la cantidad de madera que me he cargado intentando taladrarla de lado a lado. De alguna forma inexplicable, siempre se me acaba saliendo la broca por un costado. O, si sale por el extremo adecuado, lo hace tan pegada al costado, que no queda suficiente madera para darle una forma decente al mango. Tal vez lo suyo sea dejar de utilizar brocas para madera, y emplear brocas para metal, bastante más rígidas. Pero eso no lo puedo atestiguar, porque yo opté por el otro camino: cortar en rodajas más finas, y así tener menos distancia que taladrar.


Sí, ya lo sé, piensas que va a quedar una chapuza y que las piezas jamás encajarán entre sí. Tranquilo.

Lo primero es hacer un taladro básico en las piezas, al que luego ya podrás ir dando una forma más cuadrada y ajustada a la espiga a base de lima.


Y como somos tíos elegantes (y que además sabemos lo que pasa cuando remachas directamente sobre madera), los extremos del mango los vamos a hacer de latón. Encontré planchas de latón de 2mm en esta tienda, que también tiene maderas curiosísimas.


Eeeeeh... sí, debería haber desbastado antes la espiga para no tener que hacer un agujero tan gordo.

Ya, ya sé lo que estás pensando... que esto sí que no encajará bien con la madera ni de casualidad. Está bien, te contaré el truco: separadores de cuero. Sí, sí, cuero grueso, tipo cuero de suela, sin teñir. Un separador entre cada dos piezas que formen el mango.



Así que lo montamos todo junto, y... ¡tachán! ¡Tenemos el mango del cuchillo!


- Ejem... Ha quedado algo... rústico ¿no?


Bueeeno, vale, puede que haya que refinarlo un poco. Lo primero, vamos a asegurarnos de que nada se mueve, y para eso vamos a encolarlo todo bien encolado con cola fabricada a partir de los huesos y pellejos de animales que tú mismo hayas cazado con tus propias man...

Vale, vamos a usar pegamento epoxi; que rellena bien los huecos, seca rápido, y es duro de narices. No pongas esa cara, sí que sabes lo que es, es ese pegamento que viene en dos tubos distintos para mezclar los dos componentes antes de aplicarlo.


Aplicas abundante pegamento en todas las superficies, y rellenando bien los huecos de la espiga. Y, para que quede todo bien apretado, le das unos golpecitos de martillo, utilizando una madera para no marcar el latón. Por cierto, es buena idea limpiar ahora el pegamento que queda en las superficies de latón y acero, que una vez seco cuesta bastante más quitarlo. Doy fe.

Habrás visto que ha quedado un montón de espiga por fuera. Una vez seco el pegamento, puedes cortarla hasta que quede lo justito, justito, para remacharla. O incluso cortarla a ras, que parece que también es perfectamente histórico, aunque sujete menos.


Valora las ventajas de cortar a ras y no remachar, que, aunque hayas tenido cuidado de haber dejado la espiga bien normalizada, el acero es el acero, y cuesta una barbaridad remacharlo. Claro, que si a mí también se me hubiera ocurrido desbastar antes la espiga para que el extremo quedara redondito y muuucho más fino, otro gallo me hubiera cantado.

Una vez remachado y, ejem, lijada y pulida la superficie de latón para eliminar las marcas de los martillazos fallidos, ya es hora de darle forma al mango. Una buena lima, aceite de codo, y a darle caña. Y, cuando te des cuenta de lo cansado que es, le das con la lijadora.


Así le vas dando al mango la forma deseada, en mi caso, un típico mango más bien cilíndrico y un tanto mazacote de muchos cuchillos de la plena edad media.

Una vez tienes la forma ya bien conseguida, tienes que dejar una superficie bien lisita y torneada, y eso tiene un truco: sujetas una banda de lija por los extremos, y vas frotando con ella el mango, por todos los ángulos, hasta que queda liso del todo.


Esto lo repites con grano cada vez más fino, hasta que al final dejas el mango perfectamente pulido... espera ¿perfectamente pulido, con ese acabado de hoja? Na, casi que podemos dejarlo un pelín rústico.


Eso sí, lo que no podemos perdonar, es una buena aplicación de aceite de linaza, que va a dejar el mango mucho, pero que mucho más mono. Ahora sí: ¡Tacháaaaan!


- ¡Eh! ¿Esos dibujitos del fondo, no son...?

¡Hombre, claro! No vamos a hacer un cuchillo como éste, y a no fabricarle una vaina un poco histórica. En concreto, me basé en una del SXIV sacada del libro de siempre. Qué os voy a decir a estas alturas de cómo grabar y coser una vaina, ¿no?

(Bueno, sí. He aprendido que si el patrón de papel lo pegas a un trozo de plástico adhesivo transparente, no se desintegra tanto con el cuero mojado)


- ¡Oh, Axil, eres un genio! ¿Cómo sabías cómo encabar un cuchillo de esa forma?

Te diré mi secreto: espionaje industrial. Este verano estuve visitando a Ferro i Foc, y presté muchíiiiisima atención a sus consejos. Y, por supuesto, están los consejos y este vídeo que me mandó Messer:


Que por cierto, el mismo Messer me mandó otro vídeo sobre cómo ajustar a la perfección la espiga, método que tengo que probar algún día. En un entorno poco combustible, a ser posible.


Y con esto, hemos terminado con el encabado de cuchillos. O no...