viernes, marzo 22, 2013

Zurrones mercenarios

Hace un siglo, ya publiqué por aquí cómo hacer un zurrón de lo más cantiguero.


Y como es algo bastante sencillo de fabricar, y siguiendo la racha de dejarme llevar por mi alma mercenaria, ¿qué podía decir, cuando se pusieron en contacto conmigo para encargarme uno?

Ya lo conté todo en detalle la vez anterior, así que la entrada será breve. Materiales a elección del cliente: lino y cuerda de esparto.

Utilizando hilo de bramante, coses un tubo de lino con una costura doble que luego quedará en el interior, y en uno de los extremos, y preparas un ojal bien reforzado, que es por donde pasará la cuerda del cierre del zurrón.


Fíjate que he hecho un nudo en mitad de la cuerda, dejando una lazada abierta, y la he cosido junto al ojal para que no se mueva. Los dos cabos de la cuerda rodearán el tubo y atravesarán el lazo y el ojal, formando así el cierre corredizo del zurrón.

Jo, no lo he entendido ni yo.

A ver si lo vez más claro en esta foto, con la boca del zurrón ya cosida, rodeando la cuerda.

El dobladillo por el que va la cuerda va a aguantar el peso del zurrón, así que también lo hice con doble costura. Y lo dejé un poco ancho, más que nada para que sea factible cambiar la cuerda cuando se rompa sin deshacer del todo el zurrón (no me da mucha confianza a mí la cuerda de esparto, es tan... biodegradable)

Al otro extremo le haces un dobladillo normal para que no se deshilache.


Y le atas los cabos de la cuerda con un par de nudos. La longitud correcta de cuerda que debes dejar viene a ser la justa para que quede estirada junto a la tela del zurrón.


Si te fijas en la imagen de arriba, he dado unas cuantas puntadas para dejar fijada esta vuelta de cuerda a la tela del zurrón. En realidad, no es estrictamente necesario, pero evitará que la cuerda se deslice, y te veas en ese embarazoso momento en el que el contenido del zurrón que llevas al hombro se desparrama por el suelo tras cualquier movimiento brusco.

Unas cuantas vueltas más, un par de nudos, y listo.


¿Será posible, que ni siquiera me molesté en sacarle una foto terminado entero?

Bueno, a cambio tendré que contaros un cuento. Un cuento de zurrones.


(Carallu con los cuentos tradicionales, oiga)

domingo, marzo 10, 2013

El cinturón Íbero: grabando metal.

Como bien saben los aficionados a la recreación histórica, cualquier tiempo pasado fue anterior. Y si yo suelo estar centrado en el XIII ¿qué son cosa de quince o veinte siglos más hacia el pasado?

Y es que hace poco recibí un encargo un poco fuera de mi foco habitual: "Oye, Axil ¿me puedes hacer un cinturón íbero?" Y mi respuesta fue, como siempre, clara, directa y contundente: "¿Un lo qué de qué?"

Ni siquiera sabía que hubiera tal cosa como recreación íbera, pero lo cierto es que la hay. ¡Y además mola un montón!



Así que el cliente me pasó unas cuantas fotos de detalle de cinturones utilizados en estos eventos, y así, a primera vista, me parecía que ni de coña yo podía hacer algo parecido.



Pero claro, mi alma mercenaria pudo más que yo, y acabé por aceptar el encargo. Total, no haber cincelado metal en mi vida ¿qué problema va a representar para cincelar detalladamente una hebilla históricamente correcta?

Porque además el cliente no hablaba de hacer una hebilla cualquiera que diera el pego, no. Hablaba de una reproducción de una hebilla concreta que habían encontrado en su pueblo, y de la que me pasó la ficha arqueológica completa, con imágenes, medidas, descripción de materiales... ¡todo un desafío!

Lo primero era conseguir la materia prima para la hebilla. Digamos que una aleación de cobre. Históricamente, la distinción entre latón y bronce nunca estuvo muy clara: una aleación de cobre con otras cosas es una aleación de cobre con otras cosas, y punto. Así que a por lo que se pueda, que es latón de 2mm de grosor.
El latón es mucho más blando que el hierro con el que suelo trabajar, así que es muchísimo más sencillo cortarlo. ¡Pero cuidado! Al ser tan blando, tiende a "morder" en las herramientas, y hay que andarse con ojo para que no se enganchen y se rompan.


La mitad "macho" de esta hebilla tenía unas entradas redondeadas que no hay forma de cortar bien con la sierra de calar, pero que, afortunadamente, no son un problema para una buena lima redonda. Es una gozada de fácil limar latón, pero aún así, para cualquier cosa que no sea suavizar los bordes, lo suyo es fijarlo bien a la mesa para poder trabajarlo. Y, si no quieres marcarlo, mejor usa un mártir de madera para hacerlo.


La mitad "hembra" es un poquito más complicada: tiene unos huecos rectangulares demasiado pequeños para hacerlos con el típico combo taladro - sierra de calar. Así que utilicé una técnica que vi no sé dónde: primero sigues todo el perfil del hueco haciendo taladros con una broca fina.

¿He dicho ya que el latón tiende a engancharse y romper las brocas? 
Echa un poco de aceite lubricante a la pieza antes de hacer esto.

Y luego cortas con martillo y un cincel pequeño uniendo los huecos taladrados. ¡Queda una cosa realmente repugnante!



Menos mal que tengo un juego de limas pequeñas que se comen estupendamente el latón y permiten alisar fácilmente el borde. (Busca por "limas cola de ratón").


Ya solo falta hacer los taladros en los que más tarde irán los remaches. Nihil novum sub sole ¿verdad?.


Vale, ya tenemos la hebilla básica, ahora sólo queda el detalle trivial de su decoración.

Trivial.

Trivial tu abuela.


La técnica original era el nielado, una incrustación de plata en la hebilla de bronce, pero es que eso de la plata es un material bastante caro que no se suele usar si no eres un joyero experto. Así que lo habitual es hacerlas grabando a cincel.


Afortunadamente, un par de días después de aceptar el encargo me encontré con una oferta que no pude rechazar, y que parecía que el destino había puesto a propósito en mi camino: un cacharrito para grabar por algo menos de 10 euros.

Ese fue el plan A.

Salió mal.

No, no me he expresado bien.

No salió mal. Salió MUY mal. Extremadamente mal. Salió algo horroroso. Puede que este trasto sirva para grabar en plástico, tal vez incluso en madera o en cuero. Pero en metal... En metal no. Es como grabar con un clavo y una maza. Y no es una analogía: obtendrías el mismo resultado con un clavo y una maza. O tal vez mejor.

Así que pasé al plan B.

El plan B incluye una dremel y una mini fresa  de punta esférica de diamante.

¿Cómo decirlo? Uno se esperaba que la fresa hiciera algo más que rascar la superficie. Y eso no pasa. Insulso arañazo superficial.

Por cierto ¿he dicho algo antes del plan C? Si, "C" como en "Cincel". Bah, pruébalo algún día y ya verás lo divertido que es. Y no diré más al respecto (aunque si alguien me consigue una varillas cuadradas y finas de O1 bien templado, a lo mejor volvemos a hablar)

Y por fin llegamos al plan D. "D" como en "Desechar un montón de chapa de las pruebas anteriores".

Porque está claro que no se me ha dado bien hacer esto a mano. Y lo cierto es que soy un tipo de ciencias, así que ¿por qué hacerlo a mano, si se puede hacer con química?

¡Química!

¿Has oído algo del grabado al aguafuerte? Sí, sin duda es una alternativa interesante, pero es que eso de jugar en tu piso con ácido nítrico no mola. Quema, y suelta unos vapores bastante chungos.

Afortunadamente, hay alternativas, como el cloruro férrico, que puedes usar sin riesgo de disolverte accidentalmente un dedo.

¿Y cómo hemos dicho que se hace un grabado al ácido? Pues lo primero es encontrar un enmascarante: el material con el que cubres el metal en las partes que quieras que no muerda el ácido. Puedes usar esmalte acrílico (mala idea: no se fija bien en el metal), o cera (mala idea: limpiarla en las zonas en las que quieres que muerda el ácido es difícil) o un vulgar rotulador permanente (mala idea, no cubre bien y si quieres desengrasar la pieza con alcohol, te llevas la tinta)

Así, que, eligiendo un mal menor, yo me decidí por la acrílica.



 Y fue entonces, liado con un par de pinceles y un bote de pintura, cuando G. me preguntó: "¿Qué haces ahí tan concentrado?". Yo respondí "Es que enmascarar un grabado en negativo es delicado". Y ella, que no sabía de qué estaba hablando, me preguntó "¿Y por qué haces lo que quiera que estés haciendo en negativo?"

Pues también es verdad. ¿Por qué narices estoy pensando en todo esto como en un sustituto del grabado a cincel?¿Cómo hemos dicho que era la pieza original?

Tenía que haber empezado por ahí. Vuelta a consultar con el cliente, y a revisar documentación más detallada.


Está claro que aquí no hay relieve marcado, y que las líneas son más gruesas de lo que yo tenía en mente. Vamos a volver a empezar, esta vez dejando las líneas en altorelieve, que resulta más sencillo y fijo que quedará mejor.

Lo primero que tienes que hacer es dejar el metal de la pieza completamente limpio para que más tarde el ácido lo ataque uniformemente: un lijado suave y un buen desengrasado con alcohol servirán. Pero cuidadín: una vez limpio, no puedes plantarle los dedazos si no quieres que tus huellas dactilares queden perfectamente grabadas al ácido.

El contacto con el papel carbón que usé para calcar el patrón no afectó al enmascarado, un dato interesante de conocer. Y vuelta al cole: a pintar con un rotu.


No todos los rotuladores sirven para esto, sólo determinados tipos de tinta protegen correctamente del ácido. No te puedo dar una guía detallada al respecto, pero sí te puedo decir que los típicos rotuladores permanentes Edding 3000 funcionan perfectamente. (Señores de Edding que están leyendo esto: si quieren mandarme un juego de sus mejores productos en agradecimiento por esta magnífica publicidad gratuita, mis datos de contacto están ahí arriba a la derecha)

Tienes que asegurarte de que la tinta cubre bien el metal, que a veces el rotulador deja vetas más claras, y eso se nota al grabar. Y si te equivocas, o no puedes hacer bien un detalle fino, que no cunda el pánico: deja secar la tinta, y luego la rascas con un cutter.

Y muy, muy, muy importante: enmascara la parte de atrás de la pieza ¡y todos los cantos! (u obtendrás lo que en una magnífica web que consulté llamaban algo así como "resultados inesperados")

Y al lío: vamos a echar esto en ácido ¿no?

Lo primero es asegurarte de hacerlo en un recipiente que no vaya a reaccionar con el ácido. Cristal o plástico, nada de recipientes metálicos ¿vale?

Y además, vas a querer sacar la pieza de vez en cuando para ver cómo va la cosa, así que prepara algo (como un poco de plástico de cocina) para poder hacerlo.


El aguafuerte es bastante peligroso de utilizar, así que, como ya comentaba antes, he utilizado cloruro férrico que compré aquí hace tiempo para un proyecto que nunca salió adelante. Se supone que no genera vapores tóxicos, pero en una de mis pruebas previas dejé varios días un culín de eso en un cenicero en la mesa de trabajo, y unas herramientas que estaban cerca se oxidaron como si hubieran estado metidas en agua salada. Así que mejor utilizarlo en un sitio bien ventilado ¿vale?



Échalo generosamente para que haya abundante reactivo. Puedes removerlo un poco de vez en cuando para que actúe bien, y la temperatura es importante: cuanto más calor, más rápida será la reacción. Puedes poner la bandeja sobre un radiador, o bajo una lámpara; si lo pones en el exterior, ya te aviso que en una fría tarde de invierno madrileño aquello no reacciona para nada.

¿Y cuánto tiempo te hará falta dejarlo? Pues depende (entre otras cosas, de la temperatura) y de cómo de profundo quieres que quede. Déjalo una hora, sácalo a ver qué tal va, y, si eso, déjalo otra hora. Si aún así no te parece suficiente, lava la pieza con abundante agua del grifo para eliminar la capa de óxido superficial, y vuelve a dejarla en el ácido.

El ácido puede reutilizarse unas cuantas veces antes de perder fuerza, así que vacías la bandeja de nuevo en la botella. ¡Ojo! cuando ya esté gastado, asegúrate de matar bien el ácido con bicarbonato sódico antes de tirarlo.

Y una vez terminado el grabado, a limpiar bien la pieza en agua.



y a darle un buen abrillantado y pulido.


Mola ¿verdad? El resto no tiene mucho misterio: coser el cuero conforme a las especificaciones del cliente:


Y remachar las hebillas.


Por supuesto, con arandelas cuadradas de hierro, como llevaba el original.


Y a remachar. La uña de hierro que hace de cierre de la hebilla va con un remache invisible (vamos: a ras de la superficie) para no arañar demasiado la otra parte de la hebilla.


Y ya solo queda darle caña con soplete a la uña, y doblarla con un alicate para que quede de la longitud correcta (vas a tener que cortarla y limarla para que se pueda enganchar fácilmente, eso sí)



Y... ¡listo!


Lo cierto es que es una de las piezas que más me gustan de todo lo que llevo hecho. Entre materiales y tiempo, al final he perdido dinero haciéndola, pero ha merecido la pena por lo mucho que he aprendido y lo bien que lo he pasado. Ahora sólo falta que al cliente le guste y que me mande fotos del cinturón puesto con el resto de su equipo.