domingo, enero 19, 2014

Decíamos ayer...

¡Sigo vivo!


Y sigo haciendo cositas, pocas, pero selectas. La última,  un nuevo encargo para maquear una vaina de Paul Chen. Ésta.


Una vez más, debo felicitar a los señores de Hanwei por su magnífico trabajo a la hora de fijar conteras y bocas metálicas en la vaina de forma que aquello no se caiga fácilmente. La última de sus vainas que modifiqué tenía estas piezas sujetas por diminutos remaches, que había que sacar con cuidado para poder quitar la pieza.

¡Remaches que se pueden sacar! ¿Cómo podían permitir semejante punto débil?

Ya han pasado a utilizar pequeños vástagos internos, sin una cabeza accesible de la que tirar. Tonterías las justas.

Menos mal que tenía por aquí unos trozos de fleje de acero. De lo más práctico para hacer algunas herramientas de precisión, como por ejemplo un cincel extrafino para segar los vástagos de las narices. Recuerda, hay que darle con delicadeza con lo que viene siendo una maza bien gorda.


Aquí puedes ver uno de los vástagos segados, ese puntito de brillo metálico en el centro. Y también se aprecia bastante bien otro de los cambios que han sufrido estas vainas en los últimos años: ahora son mucho más finas. Mucho, mucho más finas, me atrevería a decir que incluso demasiado. Debajo de la boca metálica me encontré hasta algún agujero en la fibra.


La última vez que modifiqué una de estas vainas, había suficiente fibra como para limarla un poco de forma que se pudiera encajar un cordón redondo de cuero que diera los relieves deseados en la vaina. En esta ocasión, he tenido que limitarme a pegarlo, despúes, eso sí, de cortar el cordón longitudinalmente para darle una superficie plana que se pueda pegar bien.


¡Mide con cuidado para que no queden torcidos! Ayudarse de un poco de cinta de carrocero viene muy bien.


En esta ocasión, la vaina está forrada de piel de cordero. Es la primera vez que la uso, lo cierto es que se trabaja muy bien.


Y seguimos como siempre: se moja el cuero y se va cosiendo de abajo hacia arriba, encolando el cuero conforme vas cosiendo.


Y, por supuesto, no hay que olvidarse de ir cortando las ranuras por las que pasará el cinturón, e ir haciendo los correspondientes ataíjos para que el cuero tome la forma adecuada al secarse.


No tenía la espada que va con la vaina, pero con un trozo de madera haciendo de arriaz y unos clavos largos supliedo la hoja, puedes dar forma a las solapas de cuero sin problemas. ¡Y sin temor a que se oxide la hoja de la espada!

Cuando se seca, se corta bien el cuero sobrante, se lija un poco el borde, y se corta y fija el cinturón. Nihil novum sub sole, es el trenzado habitual; con un par de detalles simplificados para no tener que hacerle demasiadas perrerías al cordero (es tan fino que me daba miedo que se rajara si me pasaba forzándolo)


Pensaba haberla dejado así, pero me temo que el curtido del cuero me jugó una mala pasada con la cola, y le salieron un par de manchas oscuras muy poco estéticas sobre un cuero tan claro. Así que hubo que tirar del plan b: un poco de betún de judea para oscurecer y envejecer toda la vaina.


Se la llevaré al cliente a la edición de este año de las bodas de Isabel de Segura. ¡Espero que le guste!