miércoles, julio 23, 2014

Bulbuente 2014: Cuando los del pueblo lo hacen mejor que tú.

Si mal no recuerdo, andaba yo por el evento de María de Huerva cuando mis amigos de Feudorum Domini me comentaron que tenían un evento del 18 al 20 de julio en un pueblecillo de Zaragoza llamado Bulbuente. Oye, pues por esas fechas estoy de rodríguez, que G. se va de monitora al campamento como todos los años. ¿Por qué no?


La ventaja de estos eventos pequeños y relajados es que puedes ir de ligero. Sólo equipamiento civil, sin tienda, nada de trastos pesados... Oye ¿y si repito la machada de Anento? Venga, vale.


¡Sí! ¡Otra recreación en moto! ¡Nada de toneladas de equipo que arrastrar! ¡Así da gusto!

Claro que me perdí un poquito, y me di un garbeo no planificado por Soria, pero bueno, el camino era bonito. Y por fin llegué al pueblo de Bulbuente, donde los grupos de recreación que ya habían llegado estaban liados con las primeras actividades del evento.


Y aquí es donde empecé a darme cuenta de que iba a ser un evento atípico.

Cuando llegas a un evento sin demasiadas ediciones a sus espaldas en un pueblecillo pequeño, el esquema habitual es que haya una colaboración entre el ayuntamiento y un grupo de recreación medieval, que se monte el típico mercadillo, la escenificación de una batalla, y que todo el pueblo se vista de época.

Suena bien ¿verdad?

Pues no tanto.

Por lo general, en el mercadillo ves productos tan propios de la Europa medieval como los gofres de chocolate, choricillos a la brasa, patatas fritas con ketchup... La algarada es el típico enfrentamiento revuelto, sin demasiada organización ni espectacularidad; y la gente del pueblo va vestida de licra brillante, cubriendo todo el espectro entre un Uruk-hai y los espartanos de '300', pasando por Asterix y por el capitán Trueno.

Vamos, que llegas al pueblo, y te diriges al primer tipo que ves con capiello y pellote, a sabiendas de que es uno de los recreadores, que seguramente le conoces, y que sin duda sabe dónde tienes que dejar los trastos.

Pues no. El primer tipo vestido con capiello y pellote al que me acerqué sonriente era un pollo al que no había visto en mi vida.

Resulta que el pueblo pidió consejo a los Feudorum (y creo que también estuvo en el ajo mi amiga Mabel) sobre cómo preparar sus atuendos. Hasta aquí, es lo normal. Lo que no es normal es que hagan caso. Porque estos hicieron caso. Caso a tope. Pero tan a tope, que más de uno de los del pueblo iba igual o incluso mejor equipado que algún que otro recreador que lleva años en esto.Y me incluyo.


Sallas, camisas, cinturones... Pellotes de tela brocada perfecta, limosneras cantigueras, crespinas, tocados femeninos correctísimos... ¡Hasta zapatos de cuero cosidos a suela vuelta! ¡Tremendo!

Una vez superada la confusión inicial, la cosa volvió a su cauce, pero con una calidad sorprendente para un evento tan, a priori, pequeño.

Como el completísimo taller de escribanía en el que participaron niños y mayores (que lo fliparon casi más que los niños)



y que, por cierto, mi amigo Enrique aprovechó para dedicarme una sangrienta miniatura que pienso enmarcar y colgar en la pared. 


 Tuvimos la típica exposición de armas y armaduras, incluyendo un par de espectaculares ejemplares de lata del XIV y XV que se trajeron mis amigos de ACHA y de los que lamentablemente no tengo fotos.


y, por supuesto, el tradicional cetrero, llenando de elegancia el evento con la innatra gracia de las aves rapaces que orgullosamente hacen percha sobre su brazo.


Bueno... o algo así.

Yo monté mi típico chou de fabricación de malla remachada (que, o me empiezo a poner en casa con esto, o como sólo teja de evento en evento, el almófar lo van a terminar mis tataranietos)


Y es que ¿por qué montar una forja, cuando encima los del pueblo (una vez más) lo estaban haciendo mucho mejor de lo que yo podría hacer jamás?


Hubo desfile, hubo "vestir al caballero" y, por supuesto, hubo lucha. Aunque, además de varios combates individuales, incluyó una explicación de armamento y técnicas de combate a cámara lenta que ya querría para sí más de un museo de renombre.


Y, por supuesto, hubo quien se entrenó duramente para mantener la forma física que exige este tipo de actividades.


Y claro, eso implica descansar adecuadamente después para reponer fuerzas.


¡Ah! Y, por cierto, no pude evitar hacer... hacer... esto:


¡Ah! Ya se me olvidaba: sí, el domingo llovió, y nos obligó a terminar abruptamente el evento. Y sin tonterías: llovió lo suficiente como para que los Feudorum tuvieran que dejar allí sus pabellones para que se secaran antes de recogerlos, y volver al día siguiente a por ellos. Esto del clima y la recreación ya se está pasando de castaño oscuro.

miércoles, julio 02, 2014

El escudo redondo: porque los niños de campamento de verano pueden ser criaturas peligrosas.

Estábamos una tarde tranquilamente tirados en el sofá, cuando G. me dijo:

- Pues en el campamento de este verano, vamos a tener un día vikingo.

A lo que yo, distraídamente, respondí:

- ¿Y eso cómo va a ser?

- Pues me parece que va a consistir básicamente en que S. (que ya sabes que es licenciada en historia) se ponga de los nervios. Todo el mundo con disfraces con cascos con cuernos, y esas cosas.

- Vaya... pues llévate algo de material adecuado para la época, ya que lo tenemos por casa.

- ¿Y qué tenemos vikingo?

- Pueeees... ahora que lo dices, ni idea de esa época y cultura, la verdad. Las camisas interiores y el calzado no evolucionaron mucho, supongo... Va, déjalo. Te hago un escudo para que hagáis el bruto con él, y arreando.

Y así me embarqué en mi primer escudo redondo de tipo vikingo.


Lo primero era la madera. El típico escudo vikingo es redondo, sin curvar, y fabricado con varias tablas unidas entre sí canto con canto.



Pero para que nos vamos a engañar: yo no soy capaz de hacer algo así, y que quede medio sólido. Y si hay algo más bruto, destructivo, y salvaje que una recreación de una batalla vikinga, es un grupo de chavales (y monitores) en un campamento de verano. Este escudo tiene que ser más sólido que un yunque embutido en hormigón, o esa panda de cafres lo despedazará en diez minutos.

Así que mejor quedarse con la ya probada técnica del contrachapado cubierto de tela encolada. Dado que no hay que curvarlo, lo suyo es pillar directamente contrachapado de 1cm, pero por problemas logísticos, volví a pillar dos tableros de okumen de 5mm que me tocaba encolar.

Y sí, otra vez los compré demasiado grandes, y otra vez no me cabían en el coche. Afortunadamente, y por motivos que no vienen al caso, llevaba un serrucho en el coche, así que todo se resolvió en el mismo aparcamiento con apenas una nubecilla de serrín cabalgando en alas del viento.

El resto... un clavo, un cordón, un lápiz, y una sierra de calar.



Y, por supuesto, recortar un hueco para la mano, que quedará cubierto por un umbo que compré ya hecho (ya que los venden, y bastante sólidos ¿por qué liarme a martillazos tontamente con una chapa gruesa que no tiene ninguna intención de dejarse dar forma mansamente?)



Y, después de montones de entradas sobre la fabricación de escudos, supongo que no hay mucho más que explicar. Se pegan las capas de madera entre sí:



se lijan los bordes bien lisos...



...y se entela el conjunto. Ya he comentado que esto tiene que ser a prueba de bárbaros del norte chavales asilvestrados, así que nada de concesiones: seis capas de tela encolada por delante, para que sea capaz de aguantar el impacto directo de un obús; y una por detrás, por si acaso son capaces de atravesarlo, para que no salten astillas contra el portador. ¡Apocalipsis zombi, estamos preparados!


Voy a dejar el escudo sin cantear en cuero, más que nada para que los energúmenos chavales no puedan arrancarle las tachuelas y usarlas más tarde como arma. Y para que el borde entelado quede medio decente, ya sabéis que el truco está en que la tela encolada puede limarse.

Una particularidad de este tipo de escudo es que va agarrado, no embrazado. La muñeca va a ir pegada al borde del hueco del umbo, así que más vale que sea tan suave como sea posible. Para evitar cualquier arista afilada, lo primero es un buen lijado. Después. yo le hice un cerco de tela encolada que cubriera cualquier imperfección de las capas de tela interiores.


Y llega el momento de fabricarle el agarre. Jurovós que la forma general del agarre la saqué de una pieza histórica que, por algún motivo, ahora mismo no soy capaz de localizar en internet. El caso es que, simplificando bastante la pieza, la marcamos y cortamos en resistente madera de haya...


...y le rebajamos las aristas a golpe de escofina, además de ahuecar la zona que irá pegada al umbo, por aquello de dejar más espacio para la mano. Asegúrate de no dejar esa parte del agarre completamente cilíndrica, es mejor que quede de sección ovalada. Un poco aplanado, por entendernos. Así, el portador del escudo tendrá más control sobre su orientación y será más difícil que se le gire sin control. 



Con tan solo un poco de papel de lija, cortado en tiras para que sea más sencillo manejarlo, tendremos un agarre redondeado. Mierd... no tengo fotos de este paso, y es lo único interesante de esta entrada. A ver, sujetas la pieza con una mordaza, para que no se mueva, agarras la tira de lija por los extremos, y la pasas por la pieza como... como... ¡como si fueras un limpiabotas lustrando un zapato! Vas tirando alternativamente de un lado y del otro, dejando que la flexibilidad de la tira de lija se encargue del redondeo.


El agarre, por supuesto, irá remachado, con remaches fabricados a partir de clavos gordos. Unos cuantos, que no queremos que esto se mueva. Así que taladramos, y, ya puestos en harina, taladramos también los agujeros en los que irá remachado el umbo. ¡Ojo! intenta que ninguno de los remaches del umbo esté en la zona en la que apoyará la muñeca!


Le das al agarre una buena capa de aceite de linaza para que dure para siempre, y ya sólo nos queda pintar y remachar todo el conjunto. Ya que te pones, es buena idea cortar los remaches a medida, incluso siguiendo el ángulo que hace la madera del agarre del escudo, por aquello de que luego queden unos remachados lo más uniformes que sea posible.



Y... ¡batallaaaaa!



Esta manía mía de hacer escudos indestructibles tiene una contrapartida: este escudo, de unos 70cm de diámetro, pesa 3,3kg, algo que al cabo de un rato de usarlo se va a notar, sobre todo siendo una tipología de escudo sin embrace ni tiracol. ¡Pero la fama cuesta! ¡Y aquí es donde vais a empezar a pagar! ¡Con sudor! ¡Y agujetas! ¡Y con...!

- Ya pasó, ya pasó. ¿Se ha tomado hoy su medicación? Cálmese, mire, hoy para comer tenemos un delicioso guiso de caracoles, ya verá qué ricos.

- ¡NOOOOOOO!