jueves, diciembre 17, 2015

Haciendo una fragua (1): esto es de cajón.

Los más antiguos lectores de este blog -si es que quedan lectores de este blog, antiguos o no- recordarán la historia de cómo, allá por 2010, nos juntamos varios tarados recreadores llenos de iniciativa para montar una fragua en el evento de ese año del castillo de Peracense.

Yo fabriqué un fuelle, mi amigo Harald arrastró martillos y un yunque de 90kg desde Cádiz hasta Teruel, y el grupo organizador, los Fidelis Regi, puso maderas y herramientas para montar toda la estructura.

Eso incluía un armazón para sujetar el fuelle en su sitio y, muy importante, para fabricar el propio cajón de la fragua.

- ¿Un cajón de fragua hecho de madera? Pero ¿eso no se pone a arder?

Bueno, la respuesta a eso está en algún lugar entre el "sí" y el "sí, pero menos de lo que te imaginas".

Cubrimos el fondo del cajón con arena y con unas cuantas lascas de piedra, y entre eso y la sabia administración de un poco de agua de vez en cuando, el cajón no rompía a arder. No demasiado.Y nunca hubo víctimas civiles. No de gravedad.


Y así comenzó una tradición. Porque no era plan de ir desmontando y montando el cajón en cada evento: entre que daba pereza y que estaba claro que aquel cajón -ejem, lo cierto es que un poquito a medio carbonizar- no iba a aguantar muchos reclavados, se instituyó la ¡Procesión de la Santa Fragua!



En cada evento, llevábamos el cajón de la fragua del almacén a la torre en la que montábamos la herrería, y de vuelta al almacén al concluir el evento. Por supuesto que en varias ocasiones se nos cayó, se nos volcó y se desparramó la arena, y hasta se nos desfondó; pero aún así el cajón aguantó muy dignamente el fuego y el maltrato.

Hasta 2014. En 2014, el cajón dijo basta. Se prendió fuego bien prendido, se desfondó bien desfondado, y, en general, pasó página y abandonó su identidad de cajón para abordar una nueva etapa de su existencia reconvertido en leña.

Había que hacer algo si queríamos volver a montar fragua en 2015. Al menos, hasta que nos enteramos de que no íbamos a poder montar fragua en 2015. Y, ya de paso, tener algo un poco portátil que utilizar yo. Manos a la obra.

Las premisas básicas son: incombustible y portátil. Yo tengo esta cosa rara por la que soy genéticamente incapaz de fabricar nada "portátil" que pese menos de 20kg, pero aún así hay que intentarlo.

El incombustible es fácil: nada de madera, hagamos un cajón de chapa. Y, como nos conocemos y se nos ha fundido acero en la fragua más de una vez, vamos a usar algo un poco grueso, no sea que... Chapa de 2mm, que aguanta bastante.

Ya empezamos. A tomar vientos lo de portátil.


Un yunque, unos cuantos martillazos con una maza un poco sólida, y ya tenemos cajón. Si nos queremos poner preciosistas, hasta podemos soldar las uniones para que aquello no se suelte. Al menos, para que no se suelte sin que alguien le dé un golpe. O lo roce. O lo mire mal. ¿Cuántas veces tengo que deciros que no sé soldar?


Si te pones a montar un cajón de fragua en condiciones, lo suyo es aprovechar para olvidarte de ese tubo del fuelle apoyado en un borde, y hacer algo para que el aire llegue desde abajo, atravesando el carbón y dándonos más temperatura, además de poder mandar volando montones de brasillas ardiendo a una distancia muchísimo más entretenida.

Estoy seguro de que, para hacer tomas de aire en una fragua, hay montones de técnicas y hasta unas cuantas ecuaciones a tener en cuenta para que el flujo de aire sea óptimo dependiendo del tipo de piezas a forjar, del mecanismo de soplado y de tu técnica como herrero. Yo hice unos cuantos agujeros a ojo con una broca del 8.







Lo siguiente va a ser ponerle patas a este invento. Le podía haber puesto perfil metálico, pero eso da demasiado el cante en el SXIII. O podía haberle hecho un sólido armazón de listones gordos de madera, pero eso le iba a añadir sus buenos kilos al invento portátil este. Busquemos algo ligero y un poquito sólido. Oye, en la ferretería de la esquina ¿no vendían mangos de haya para herramientas de jardín? ¡Y hasta vienen con un extremo ya un poco aguzado para poder engancharlos en un hueco cónico! Compra cuatro, y vamos a preparar esos huecos cónicos.



Que sí, hombre de poca fe, eso de la foto son huecos cónicos. Mides el diámetro de la parte más ancha del cono, el de la parte más estrecha, y con eso pintas el cuerpo central, que tiene forma de trapecio (y lo redondeas un poco para que aquello no parezca un stealth fighter). A ese trapecio le añades unas pestañas que se entrelazarán entre sí para luego remacharse en las esquinas del cajón.

¿Cómo que no lo has entedido? Ainsss, a ver si con esta foto lo pillas:








Sí, ahí hay mucho trabajo de lima para que todo encaje. De hecho, hay un nuevo patronaje, porque el primer juego fabricado enganchaba perfectamente en las patas de madera, pero, desgraciadamente, era demasiado alto para poder remacharse en el cajón.

[Lector con la mandíbula desencajada y las piezas ya fabricadas antes de haber seguido leyendo, y que se acaba de dar cuenta de que tampoco lo ha tenido en cuenta antes de liarse a cortar]

Sí, compañero, te comprendo.


Una vez tengas las cuatro piezas fabricadas con las medidas correctas, ya puedes remacharlas al cajón. Porque en esta casa somos mucho más de remachar que de soldar. ¡Que no sé soldar, leñe, ya te lo he dicho! Y además, los remaches van a quedar como que mucho más monos, dónde va usted a parar.

(Inciso: ¿por qué cuando busco en Google imágenes de "soldadura de mierda" para enlazarlas aquí, me aparecen fotos de este mismo blog? ¡Esto es insultante!)

Y con esto, ya podemos ponerle patas al invento.



Uhmmm... Eso de que me llegue a al altura del pecho va a resultar incómodo. Además, las patas encajadas así de cutremente, como que se van a menear mucho. Esto me recuerda a alguien. En fin, va a haber que estabilizarlo. Aparte de cortarlas a una altura adecuada, vamos a preparar un soporte en cruz que mantenga la parte inferior de las patas un poco controladas.

Primero, a partir de una varilla que tenía por aquí, y a golpe de soplete y martillo, preparé unos ganchos que fijar a las patas. Con un poco de chapa fina (creo que usé 1 o 1,5mm) hice unas abrazaderas para poder remachar los ganchos sin machacar la madera (¡nos gusta remachar!), y que el soporte apoye en algo sólido.


Y no, no saqué fotos de cómo queda esto montado en las patas, pero es sencillo: curvas las chapas alrededor de las patas a puro martillazo, hasta que la abracen por completo (¡por eso se llaman abrazaderas!) y haces un taladro que atraviese la abrazadera por la parte en que los extremos se solapan (tienes que haber cortado la chapa lo bastante larga para que se solape, sí); el taladro debe atravesar la madera y el otro lado de la abrazadera.

Por el hueco, pasas el vástago de uno de los ganchos que has preparado, cortas lo que sobresalga más de la cuenta, y remachas (¡yeah!)

Vaaaale, así explicado no lo entiendo ni yo, luego amplías la foto del cacharro terminado para ver cómo es.

Por cierto, en las fotos el hierro se verá negro porque tengo la manía de cubrir con pintura antioxidante todo lo de hierro que puede acabar expuesto a condiciones un poco extremas. Como calor mezclado con intemperie, que es el destino probable de este cajón.

Lo que me recuerda: las patas de madera tienen cierto riesgo de acabar apoyadas en un suelo húmedo, así que, después de cortarlas a la altura adecuada para que la fragua te quede cómoda, no es mala idea sellar el poro de la madera con, por ejemplo, abudante cola blanca, que es lo que tenía a mano.

Mira, resulta que de esta tontería sí que saqué fotos. Por si alguien no sabe cómo pringar con cola el extremo de un palo, vamos.


Pero estoy desvariando. Estábamos haciendo un refuerzo en cruz para las patas, y la parte principal del refuerzo van a ser dos pletinas gorditas (¡viva la portabilidad!) sólidamente remachadas (¡yupi!) en cruz. Lo suyo es que tiendan a largas, de forma que den tensión a las patas y de paso un poco más de base al conjunto.


Puedes ver los taladros para los remaches, los taladros para los ganchos de las patas, y unos rebajes en los que va a encajar la parte del gancho de las patas que queda pegada a la madera. Pero tampoco te vuelvas loco con esto: yo estaba improvisando sobre la marcha, puede que le dé algo de rigidez a todo el invento, pero yo hice las ranuras básicamente porque medí mal el largo de las pletinas y si no, no cabían. Vamos, el motivo habitual para casi todas mis decisiones de diseño.


Y aquí está el resultado (sí, ahora es cuando puedes ampliar para ver bien los ganchitos de las patas). Por el momento, lo voy a dejar aquí, en futuras entradas hablaremos dedel tubo para el aire, de su trampilla para el vaciado de cenizas, de la capa de mortero refractario, y de cómo reciclar un extractor de aire de un calentador de gas para conectárselo a todo esto. Que, teniendo en cuenta que lo terminé todo hace cosa de seis meses y no lo he publicado hasta ahora, a lo mejor se alarga un tanto.